Por: L.F. Arias
Yo a veces le pido a Dios
que me explique qué es lo que está pasando, ¿y sabes qué hace? Se hace el loco. Me comentaba el otro día mi buen amigo
Roberto Ettegui. El hombre me lleva unos 25 años, pero sigue siendo un chamo. Soy un adulto joven, contemporáneo, tú me
entiendes. Siempre dice él. La conversación tuvo lugar en su casa. La
ocasión no era otra que la de su cumpleaños. Cuando le pregunté qué podía
darle, él se echó a reír y me dijo que una caja de cervezas, me tomó 2 horas
persuadirlo para que me aceptara dos botellas de ron, porque lo crean o no (si
no viven en Venezuela) no había cervezas en las licorerías ese fin de semana.
Y es que, coño, Floyd. No
tiene sentido esta vaina.
Continuaba con su discurso motivado por la situación actual del país. Roberto que acaba de superar el medio siglo, vaya que pateó calle en sus veintes, se pueden imaginar
entonces cómo se siente. ¿Cómo es posible
que uno cumpla años y no pueda tomar cerveza? ¿Qué clase de infierno es este?
La escasez del líquido dorado no fue algo que nos cayera por sorpresa a los venezolanos, hacía tiempo que lo esperábamos con resignación. Cuando no haya caña, bajarán los cerros... ¡Qué mentira! ¿En dónde están que no los veo? Claro, bebiendo cualquier otra guevonada que hayan podido pagar. Roberto negaba con su cabeza. No hay arroz, ni pasta, ni
harina, ni aceite… ¿Y ahora me van a quitar la cerveza? No me jodan vale. Uno
queriendo celebrar otro cumpleaños y no lo dejan... Por lo menos no como uno quiere. Estábamos mirando la calle desde la
ventana de su balcón. Las personas caminaban apuradas. Ni siquiera porque la
luz del día seguía bañando las calles, gracias al cambio de horario decretado
por el Gobierno, la gente parecía sentirse segura. Lo único cierto de todo esto, es que ahora te roban con iluminación
natural a las siete “de la tarde”. ¿Quién podría sentirse seguro en una de
las ciudades más peligrosas del mundo?
¿Te acuerdas de los viajes a
Margarita? Sí que acabábamos el trapo allá. Roberto hacía alusión a las numerosas
visitas a la casa de sus abuelos. En
aquellos días viajábamos todos los del grupo: Tati, Ari, Marcos, Gustavito, él
y yo. Las parrilladas, las noches en la
playa, las rumbas. ¿Cómo olvidarlo? Fueron años de dicha. Y eso que tú no estabas en la cuarta República,
tuvo sus momentos difíciles, pero era mejor que los mejores años de esta quinta.
Lástima que nunca lo sabrás porque a los únicos presidentes que has conocido
son a Chávez y a Maduro. Siento pena por ti. Hasta yo siento pena por mí.
¿Será que estoy dejando que los mejores años de mi vida se sequen acá?
Yo sé que sí te vas a ir, no
me has dicho nada, pero se te nota en los ojos. Te da miedo, pero lo vas a
hacer con miedo. Tú sabes que sí. Roberto lleva meses insistiendo en que este 2016 es vital, o Venezuela se
termina de hundir o comienza a subir como la espuma, no hay punto medio según
él. La noche es más oscura antes del
amanecer. Tati, con quien se casó a finales de 2008 y Martha, una amiga,
atravesaron la sala para traernos los tragos recargados. Hoy estamos acá por tu cumpleaños, gordito, ya dejen de hablar de
política. Ella siempre ha sabido calmarlo. Vámonos, Martha, ya van a estar listos los brownies. Se marcharon
de nuevo. No sé qué haría sin esta mujer.
Me dijo Roberto.
Sabes, Floyd, creo que le he
estado pidiendo explicaciones con respecto a lo que sucede en el país al
equivocado, Dios no me va a responder esa pregunta. Tengo que preguntarle es al
Diablo, porque esta situación es macabra. Los últimos rayos del sol desaparecieron. Las mujeres se reían en la
cocina, algún chiste feminista de esos que le gustan a Tati habrá sido el
motivo. Nosotros continuamos conversando, cambiamos el tema, mientras veíamos
cómo la gente atravesaba la avenida a las carreras por miedo a ser robadas. Ya
saben, lo normal.