Surf en SD

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La vida está en el camino.

sábado, 20 de febrero de 2016

Talking to the moon (Hablándole a la luna)

     Hoy, como cada noche desde que supe que se iba, miro al cielo buscando aviones. Pienso en si ella viaja en uno de ellos por allá en Europa. Anhelo el reencuentro. A veces, me sumerjo en las lucecitas que parpadean y se mueven cruzando el velo oscuro que es el cielo. Sucede entonces que los momentos aleatorios me empapan. Sucede que la imposibilidad de hacer algo más que extrañarla hace que crezca el profundo vacío que se ha formado en mi pecho. Tan solo quiero leerla. ¿Estará bien Eugenia? ¿Alguien habrá vuelto a mirarla como yo la miraba? ¿Pasará esta tormenta? Otra vez no hay nuevos correos en mi bandeja de entrada. Todavía no, igual en España será la hora de dormir. Igual ella solo respondió uno de mis mensajes antes, perderse está en su naturaleza, supongo.


     La caminata nocturna por Los Palos Grandes fue estimulante, era otra noche normal. Solitaria. La idea de un cigarrillo y una cerveza rondaban por mi cabeza ociosa. ¿Qué me detenía? Nada me detenía. No desde que ella partió. Eugenia esperaba a que pusieran el agua en su casa, el tema del racionamiento de agua nos tenía a todos los Caraqueños como locos. <<Estaré lista a eso de un cuarto para las ocho. Ponen el agua y eso, me baño y nos vamos. No te apures en venir, Gabriel>>. Como si alguna vez le hiciera caso a las referencias temporales de Eugenia, ella nunca llegaba a tiempo. Nunca, bueno, a veces durante el sexo llegaba primero. Varias veces.

     Federico manejaba a unos ochenta kilómetros por hora. Íbamos relajados. Carolina ocupaba el asiento de copiloto, se lo cedí porque Eugenia viajaba conmigo en el asiento trasero. Siempre me ha causado curiosidad de dónde saca Federico esa capacidad sobrehumana para manejar sin haber dormido ni un minuto la noche anterior. Asumo que es un superpoder típico del joven venezolano, no sé si de todos los jóvenes a nivel mundial porque nunca he salido de acá. Sonaba una canción de Bruno Mars en la radio. Locked out of heaven: Never had much faith in love or miracles (nunca tuve demasiada fe en el amor o en los Milagros) / Never wanna put my heart on deny (nunca quise poner mi corazón en negación) / But swimming in your world is something spiritual (pero nadar en tu mundo es algo espiritual) / I’m born again everytime you spend the night (nazco de nuevo cada vez que te quedas por la noche). <<Esa canción me encanta>> Decía Carolina con un sonrisa. <<A todas nos gusta Bruno Mars>> Añadía Eugenia. <<Por favor, ¿Qué tiene Bruno Mars que no tenga yo, mi amor?>> Federico balbuceaba, el hombre estaba manejando por inercia. <<Nada mi amor, ustedes son igualitos>> Carolina sonreía feliz. Era cierto, Federico era el clon de Bruno Mars.

     Los platos y las copas ya formaban una montaña en el lavaplatos de la cocina de Eugenia. Desde que su mamá abandonó el país, Eugenia se había hecho cargo de la casa; de allí a que siempre el desorden fuese una característica del apartamento. Resulta imposible pensar en su casa sin recordar las pilas de ropa sucia en el baño, los trastes regados por la cocina y las telarañas en las esquinas del techo. La música sonaba de fondo, le habíamos bajado el volumen. <<Me has sorprendido, Gabriel. No pensé que pasarse el rato contigo fuese tan cool>> Me decía Eugenia en un instante en el que dejamos de besarnos. Sus besos sabían a vino. Sus besos eran cálidos. <<Yo te dije que la pasaríamos bien. No hace falta esforzarse para pasarla bien>>. <<Dinero tampoco, eso me encanta, todo ha sido sencillo>>. Ella sonrió cuando se percató de que la voz de Bruno Mars salía de las cornetas. Ella tenía muchas canciones de él en su iPod. She is so beautiful, and I tell her everyday (Ella es muy hermosa, y se lo digo todos los días) / I know, I know when I compliment her she won’t believe me (Yo sé, yo sé que cuando le dé un cumplido ella no me creerá) / And it’s so, it’s so sad to think that she doesn’t see what I see (y es, y es muy triste saber que ella no ve lo que yo veo). <<¿Te gusta Bruno Mars? Siempre lo escuchamos para fastidiar a Fede, pero no sé si de verdad te gusta>> me preguntó de manera dulce, sin duda embriagada por el vino y los besos. <<No – me tuve que cagar de la risa – no me gustan los hombres>>. <<¡Ay! ¡Tan gracioso el nene! – ella se alejó para reírse – eres un bobo>>. <<No más de lo normal>>.

     Con cerveza en mano y un cigarro entre los labios me recosté de una pared cercana al edificio en el que vivía Eugenia. Pensaba en tantas cosas. Tiempos pasados que se arremolinaban alrededor de mi espera ansiosa, no había visto a Eugenia desde el final. El final había sido hacía más de un año. Un hombre viejo se me acercó. Se acercó bastante. <<¿Me regalas un cigarrito, mijo>> El hombre no tenía dientes. Era un viejo hermoso. Sus ropas le quedaban holgadas y estaba despeinado. <<Le voy a dar uno, pero solo si me regala cinco minutos de conversación>>. <<Te regalo diez, mijo. Los que quieras>>. Los dos nos reímos. <<¿Cómo estuvo su día, señor>> Comencé, conversar con desconocidos siempre me ha apasionado. <<Estuvo bueno mi día, mijo. El tiempo pasa y ya, esa es la cuestión cuando uno está viejo>>. <<Me imagino, pero por lo menos fue un buen día – miré hacia el cielo - ¿Sabe qué no me gusta de Caracas?>>. <<¿Qué, mijo?>>. <<Que no se ven bien las estrellas>>. <<Eso no es culpa de Caracas. Es culpa de los gringos. Alguien debe acabar con los gringos, mijo. ¿Te gustaría encargarte de esa misión?>>.

     El árbitro dio los tres pitazos finales. Los jugadores virtuales celebraron y se lamentaron dependiendo de si pertenecían al equipo ganador o al perdedor. Federico acaba de darme otra épica paliza en el FIFA 16. El humo del cigarro empañaba la sala de su casa tal cual y fuera niebla. <<Tantos años jugando y todavía no tienes vida>> Me comentó mi amigo. <<Claro, tú eres el dueño del Play, yo soy el visitante siempre>>. <<Excusas, excusas>>. Nos habíamos bajado dos botellas de ron barato. Hay algo con el ron barato que siempre nos hizo comprarlo, iba más allá del precio, lo juro. <<¿Te acuerdas de cuando las muchachas nos hacían barra?>> Me preguntó nostálgico. <<Por supuesto, fue una buena época>>. <<A veces la extraño. Nunca lo digo, pues>> Federico se levantó del sofá para dirigirse a la cocina y abrir la tercera botella de ron Carta Roja. <<Te las das de macho, pero yo sé que amabas a Carolina>>. Mi amigo sonreía, su sonrisa estaba torcida. <<No sé si la amé, pero si la quise mucho>>. <<Yo pensé que se iban a casar  y todo, fuera de paja>>. <<Alguna vez lo pensé – ya había sobrepasado la mitad del vaso sirviendo ron - ¿Te acuerdas de los anillos que te mostré? Los que tenían las gemas de Zelda>> Llenó tres cuartos del vaso con ron, se detuvo y añadió Coca-cola. <<Sí, los de gemas azules>>. <<Mandé a hacer uno con cuarzo azul, quedó bellísimo>>. <<¿De pana? ¿Dónde lo tienes?>>. <<Se quedó en mi gaveta, nunca tuve las bolas para dárselo>> Añadió limón al trago. <<Pero tú la dejaste, ¿por qué?>>. <<Nos estábamos haciendo daño, Gabriel – comenzó a servir un segundo trago – ya no sabía en dónde terminaba yo y empezaba ella, nos encerramos en nosotros mismos y eso nos iba a joder más adelante>>. <<Bueno, ahora no lo sabremos>>. <<A ella se le ve bien>>. <<Búscala>>. <<No>>. <<¿Por qué?>>. Él sonrió, su trago era de ron puro. <<Ya está con alguien más>>.

     ‘Cause you make me feel like (porque tú me haces sentir como) / I’ve been locked out of heaven (si hubiese quedado fuera del cielo) / for too long (por demasiado tiempo) / for too long (por demasiado tiempo). <<Esa canción>> Me dijo Eugenia en voz voz baja. <<Sí>>. <<Tú me haces sentir así>>. Seguíamos rodando por la autopista. Bruno Mars en la radio. Los momentos aleatorios son los más bonitos, son casuales. Los momentos aleatorios son los que yo no olvido. No puedo. <<Tú a mí también>>. <<¿Será así por siempre?>> Me tomó de la mano. <<Eso es pero>>. Me recuerdo mirándola. <<Nunca me habían mirado así antes>> Me dijo. Siempre lo decía.

     <<No seas un cagueta, hijo mío. Acepta la misión – continuaba el viejo – los gringos son una basurita, no tienen población suficiente. Mira, quítales a los asiáticos y a los latinos que viven ahí, bien, quedarán como dos millones de gringos. ¿Cuántos habitantes tienen los chinos? ¿Cuántos los rusos? Hijo, los gringos están acabando el mundo y no representan ni una octava parte del mismo, nada. No son nada. ¿No te gustaría ser el héroe que los elimine de la faz de la tierra en nombre del bien común?>>. La manera de expresarse del señor sin dientes era realmente sorprendente, su boca se movía sin parar despotricando en contra de los estadounidenses. Si soy honesto, me perdía a mitad de su discurso por estar pensando en Eugenia y en cómo nunca en su vida podía ser puntual. <<¿Cuál es su nombre?>> Le pregunté después de exhalar un poco de humo. <<Ignacio, ¿y el tuyo, hijo de mi vida?>>. <<Yo soy Gabriel>>. <<Como Juan Gabriel. ¿Te gustan los Boleros?>>. <<No>>. <<No tienes buen gusto musical – hizo una breve pausa, se palpó el bolsillo de su camisa – Por lo menos no te llamas Floyd, yo hace tiempo conocí un Floyd. Debe haber sido tataranieto del gringo maldito que inventó la bomba atómica. Yo le dije que no quería tener nada que ver con la bomba atómica y él solo se rió, ¿Puedes creerlo? Floyd tenía que ser>>.

     <<Claro que me gusta Bruno Mars, el tipo tiene un don para decir las cosas con sencillez>> Ambos nos reíamos. Era natural estar con Eugenia, como si nuestros mundos hubiesen estado destinados a encontrarse alguna vez. When I see your face (Cuando veo tu rostro) / there’s not a thing that I would change (no hay cosa alguna que le cambiaría) / ‘cause you are amazing (porque eres increíble) / Just the way you are (de la manera que eres). <<No sé porqué no salí contigo antes. Bueno sí sé>>. << A ver… ¿Qué motivó que nos perdiéramos de esto?>>. <<Es que eres un amigo de Federico, y él es novio de Carolina. No sé, sentí que nos estaban cuadrando o algo. Yo no suelo salir así con chamos que me presentan; siento que son personas impuestas>>. <<¿Qué te hizo cambiar de opinión?>>. <<Estando contigo me sentía a gusto, finalmente me dije que debía darte un chance>>. <<Me alegra que hayas pensado eso>>. Hubo un momento de silencio, solo se escuchaba la voz de Bruno Mars: Oh you know, you know, you know (oh tú sabes, sabes, sabes) / I’d never ask you to change (yo nunca te pediría que cambies) / if perfect is what you are searching for (si es la perfección lo que estás buscando) / then just stay the same (entonces quédate igual) /so don’t even bother asking if you look okay (así que no te preocupes en preguntarme si te ves bien) / you know I’ll say (ya sabes que yo diré). <<Mira esos ojitos, eres increíble. Me encantas>> Ella interrumpió la canción. <<Tú a mí>> Respondí sin pensarlo. Fue breve, pero se sintió como un "te amo" esa simple respuesta de tres palabras. La amaba sin decírselo.

Ella se veía bella cuando hacía maldades.

     Manejaba el carrito chocón número diecisiete, era blanco y el número estaba pintado de rosado. Creo, a manera bastante personal, que pudieron haber escogido mejor los colores. Estaba perdido en los chispazos que producía el roce de la vara que conectaba mi carrito a la malla metálica del techo de la pista. Primer choque. La cabeza se agitó de un lado al otro. <<Ponte pilas, Gabo>> Eugenia se veía bella cuando hacía maldades. <<¡Voy a por ti, Geni!>>. <<Si me alcanzas>>. Giré el volante de un lado al otro, pisé a fondo el acelerador y entonces ocurrió el segundo choque. Mi cabeza fue zarandeada hacia adelante, por poco golpeo la frente contra el volante de plástico. <<Estás aguevoniao’>> Gritaba Federico mientras se alejaba. La vida me daba vueltas, nos sentíamos bien. Yo tenía muchos años sin visitar el Parque Italo-Americano. Tercer choque. Cuarto choque. Quinto choque. Fueron nueve choques hasta que cortaron la corriente del juego y se terminó el tortuoso paseo. <<No vale, Gabriel. No chocaste a nadie>> Carolina bromeaba. <<Mi Gabo no sabe manejar>> Comentaba Eugenia. <<Claro que sabe, mi pana Gabriel maneja tan bien que no sabe chocar a los demás>>. <<Todos me resultan bastante graciosos – estaba un poco molesto, tengo que admitirlo - ¿Ahora adónde vamos?>>. <<¡Al barco pirata!>> Carolina se apresuró en responder.

     El caminar torpe de Federico lo trajo de vuelta desde su habitación a la sala de estar, traía una cajita de madera en su mano derecha, el trago de ron puro lo sostenía con la izquierda. <<No, chamo. ¿Para qué trajiste eso?>> Le comenté a manera de queja, era una tortura seguir hablando de Eugenia y de Carolina. <<Debo deshacerme de este anillo, te lo juro. La cuestión es que no puedo>> Caminó hasta dejarse caer en el sofá. Se le derramó un poco de ron sobre sus pantalones.  <<Caro se fue, Eugenia también. Lo mejor es seguir adelante, hermano>> Lo dije, pero no lo sentía, no dejaba ir a Eugenia. <<¿Tú crees que no he tratado?>>. Federico sacó el aro dorado, que estaba decorado con pequeños trozos de cuarzo azul en su parte superior, de la caja de madera; después tiró la caja sobre la mesa de la sala. <<Es muy lindo… Hermoso>> Dijo contemplando el anillo que, aun en su ausencia, pertenecía a Carolina. <<Sí, es muy bonito>>. <<Yo sé que me volveré a enamorar, pero ya más nunca será igual. Carolina siempre será otra vaina más arrecha>>. <<Ya veremos, mi pana. Deja que la vida siga adelante>> También dije eso, pero la vida para mí seguía igual, extrañando a una mujer que no me había respondido un único mensaje desde su partida.

     El barco pirata se bamboleaba a ritmo constante. El cabello castaño de Eugenia me golpeaba la cara, por alguna razón desconocida, ella movía la cabeza hacia los lados cuando el barco caía en picada. Carolina gritaba con euforia. Federico estaba mudo, apretaba el seguro con sus manos, parecía que sus ojos se le iban a salir de las cuencas. Disfruté bastante durante esos tres minutos.

     <<Señor Ignacio, ¿Frecuenta usted esta calle? Nunca lo había visto antes por acá>> Le pregunté al viejito sin dientes. <<Siempre, lo único que no es constante es la hora en la que doy mis caminatas>>. <<¿No se va a fumar el cigarro que le di?>>. <<¡No, mijo! ¡Los cigarros están muy caros! Este que me has regalado me lo fumaré luego…>>. Miré mi reloj con ansias. Como siempre Eugenia  no cumplía con la hora estimada. <<Ya se han escapado los minutos, hijo. Te ves angustiado. La vida es muy bonita como para estar angustiado, ¿Qué te preocupa?>>. Me sorprendió. No me esperaba que Ignacio hiciera alguna pregunta. <<Nada>>. <<No hay agua aquí, mijo>>. <<¿Ah?>>. <<Bueno me has pedido que nade. Sin embargo, acá no hay agua, no puedo nadar>> Ignacio se echó a reír.

     El carro de Federico tenía asientos muy cómodos. Can I just stay here? (¿Puedo simplemente quedarme aquí?) / spend the rest of my days here? (¿pasarme el resto de mis días aquí?) / oh, yeah, yeah, yeah (oh, sí, sí, sí). El cielo del amanecer nos regalaba colores de amor. El naranja, el azul celeste y su fusión son para mí colores de amor. También son colores de despedida y de bienvenida. Los colores, a veces, son muchas cosas al mismo tiempo. Un color puede indicar peligro, también amor. Bueno, el amor y el peligro siempre estarán unidos por un hilo invisible; intangible. La canción de Bruno Mars se extinguía. Federico arribó al estacionamiento del Parque Italo-Americano. Una mujer, cuya dentadura carecía de dientes incisivos, lo guiaba haciendo señas con sus manos. Nos estacionamos. El Parque no abría sino hasta unas cuantas horas después.  <<Bueno, muchachas, ya estamos acá como querían>> Comentó Federico con una plácida sonrisa sobre su rostro. <<Se los digo, yo vine el otro día y me moría por regresar>> Carolina estaba emocionada. Ella y Federico parecían eternos, aquella mañana me hubiese arriesgado a decir que no faltaban muchas semanas para que Fede le entregara ese fulano anillo del que tanto hablábamos cuando subíamos a El Ávila él y yo. <<Es mi primera vez acá>> Confesó Eugenia. <<Yo no vengo hace años>> Le dije para unirme a su sensación de novedad. <<Lo importante es que la vamos a pasar bien>> Federico se recostó de su asiento, se veía cansado. Cerró los ojos. <<Cuando abran>> Carolina hizo lo mismo. Eugenia se dejó caer sobre mí, su cabeza se apoyó en mi pecho. El aroma de su cabello me embriagó. La canción terminó y los cuatro nos quedamos dormidos.

El amor y el peligro estarán siempre unidos por un hilo invisible.

     <<Usted sí que es gracioso, Ignacio>>. <<Para nada, mijo. Soy un tipo realista. Yo sobreviví a la segunda guerra mundial, a la explosión de la bomba de Hiroshima. Hijo, yo seré un viejo loco, pero gracioso no soy>>. El Señor Ignacio demostraba su cansancio con su mirada, sus ojos lucían apagados. <<Debe haber tenido una vida fascinante>>. <<Una vida es siempre fascinante, tiene momentos buenos, momentos malos, momentos regulares, momentos de terror. Todas, por lo menos tú te ves angustiado. Me angustia tu angustia>>. <<Solo espero por alguien. Es todo>>. <<Alguien importante>>. <<Sí>>. <<No se te olvide recordarle lo importante que es para ti. A veces, ellas no se dan cuenta de eso>>. <<Así lo haré>>. Se escuchó el sonido de una reja abriéndose. Era la del edificio de Eugenia. Era Eugenia. Nos miramos con timidez, como si el pudor se hubiese adueñado del espacio. <<Ve a por ella, mijo. No seas gringo>> Ignacio comenzó su retirada entre carcajadas disimuladas. <<Gracias>> me despedí. Eugenia me sonrió. Mi corazón maltrecho se llenó de júbilo.

     And when you smile (y cuando sonríes) / the whole world stops and stares for a while (el mundo entero se detiene y se queda mirando) / ‘cause girl you are amzing (porque, chica, tú eres fantástica) / just the way you are (de la manera que eres). La canción moría en la sala. Nos habíamos ido al cuarto. La blusa blanca de Eugenia voló por los aires. Nos reíamos como niños. Sus besos eran dulces. Sabían a vino y a gloria. <<Déjame verte>> Le pedí entre jadeos. Ella me mostró una enorme sonrisa. Aun cuando ella no ha estado, esa sonrisa siempre ha permanecido grabada en mi mente. Es la sonrisa más hermosa de este mundo. Sus manos desaparecieron, estaban en su espalda para desabrochar su sostén strapless negro. <<¿Te he dicho que amo cómo te queda ese sostén?>>. <<Muchas veces, bobo>>. El sostén cayó sobre mis muslos, lo empujé hasta que cayó al piso. El torso desnudo de Eugenia lucía increíble. Su abdomen no estaba definido, ella era delgada. Se le notaban ligeramente las costillas al respirar. Sus senos caían como gotas, eran pequeños. Eran muy bonitos. Sus pezones eran rosados, chiquitos. Estaban parados. <<¿Te he dicho que me encanta cómo me miras?>>. <<Sí>>. <<Nadie me había mirado así>>. <<A lo mejor más nadie lo hará, entonces mis miradas por siempre serán especiales>>. <<No seas aguafiestas>>. <<Te voy a desear por siempre, Geni. Pero, a veces el amor se agota. Las mujeres son un misterio. Si alguna vez te vas, llévate contigo la idea de que te voy a extrañar>>. <<Cállate…>>. Comenzó a sacarme los pantalones. Sus manos acariciaban mis piernas mientras lo hacían. <<Eso me gusta>>. Mi ropa interior también desapareció. <<Yo nunca me voy a ir, porque…>>. <<¿Por qué?>>. Ella tampoco traía ropa interior. La deliciosa humedad de su entrepierna me abrazó. Perdí los tiempos. Se me borraron las palabras. <<Porque te amo, bobo>>. Esa fue la primera vez que lo dijo.

Maldiciones y mentadas de madre por doquier.
     El ascenso me llenaba de vértigo. Nos habían dicho que la montaña rusa solo daba una vuelta. Sin embargo, esa vuelta era una gran vuelta que te dejaba con ganas de más. Federico y Carolina estaban sentados en los primeros asientos, Eugenia y yo íbamos detrás de ellos. El cielo estaba despejado. El Ávila se veía verde, era hermosa y algunos edificios le hacían falda. La montaña rusa se detuvo. Parpadeé. La caída fue muy emocionante. Maldiciones y mentadas de madre por doquier. Gritos, negaciones  y afirmaciones. Un caldero revuelto de emociones. Los cabellos de las chicas eran azotados de un lado al otro, parecía que saldríamos volando, que el tren no se mantendría aferrado a los rieles. No podía respirar, no me paraba de reír y de pronto el tren se detuvo y terminó la vuelta. Nos quedamos con ganas de otra.

     <<Cuando mi papá me regaló este apartamento, pensé que acá sería en dónde viviríamos>> Federico todavía sostenía el anillo entre su dedo índice y el pulgar. <<De pana, si quieres llamarla, hazlo. Búscala. No puedes vivir en esta tortura, un día de estos te vas a lanzar por la ventana>>. <<¿Tú has buscado a Eugenia?>> Ese fue un golpe bajo. <<No. Ella se fue>>. <<Eso no importa, quién se fue, quién volvió… Si por eso no la has buscado, eres un pendejo>>. <<Ni he sabido nada de ella desde esa noche>>. <<Si quieres la buscamos por Instagram>>. <<¡No!>>. Mi cara de miedo debe haberle causado gracia a Federico, se rió sin parar. Cuando se calmó colocó el anillo en su caja y la cerró. <<¿Quieres escuchar a mi clon?>>. <<¿Ah?>>. <<Bruno Mars>>. <<Bruno no… Ya sabes lo que pasa con Bruno>>. <<No pasa nada con Bruno>>. <<Las muchachas amaban al puto Bruno>>. <<Nosotros también antes de que ellas aparecieran – se dirigió a su antiguo reproductor de CD’s y lo encendió - ¿Te acuerdas?>>. Comenzó a sonar una canción del año dos mil diez. If you ever find yourself stuck in the middle of the sea (si alguna vez te encuentras atrapado en el medio del océano) /I’ll sail the world to find you (yo navegaré el mundo para encontrarte) / If you ever find yourself lost in the dark and you can’t see (si alguna vez te encuentras perdido en la oscuridad y no puedes ver) / I’ll be the light to guide you (yo seré la luz que te guíe). <<Count on me… Claro que me acuerdo>>. We find out what we’re made of  (descubrimos de qué estamos hechos) / when we are called to help our friends in need (cuando somos llamados para ayudar  a nuestros amigos en problemas). <<¿Desde cuándo somos amigos?>> Preguntó Federico retornando al sofa. <<Desde el tercer grado. Eras un gordito que se copiaba las tablas de multiplicar de la parte de atrás de los cuadernos de matemática>>. <<Debe ser que tú no hacías eso>>. <<También>>. You can count on me like 1, 2, 3 (puedes contar conmigo como 1, 2 ,3)   / I’ll be there (yo estaré allí) / and I know when I need it (y yo sé que cuando lo necesite) / I can count on you like 4, 3, 2 (puedo contar contigo como 4, 3, 2) / and you’ll be there (y tú estarás allí) / ‘cause that’s what friends are supposed to do, oh yeah (porque eso es lo que se supone que hacen los amigos). <<Siempre vas a contar conmigo, Gabo>>. <<y tú conmigo>>. <<Llámala. Si la quieres, llámala o… Escribele>> Federico tomó la cajita de madera, me la entregó y se levantó del sofá. <<No… no me des esto>>. <<Vengo en cinco minutos>> Me dijo, nunca regresó. Se quedó dormido y me tocó irme en bus a casa el día siguiente. A la fecha de hoy, Carolina está casada con un tal Gustavo. Federico vendió el apartamento y ahora vive en Panamá. Nos hablamos por Skype todas las noches.

"Esa vaina me va a hacer vomitar" Federico.
     El imponente Ranger agitaba sus martillos, giraban a 360º. <<Esa vaina me va a hacer vomitar>> Comentaba Federico. <<A mí también>> Me sumé. <<Nadie va a vomitar, ¡Vamos!>> Carolina haló a Federico por un brazo. Eugenia los siguió. ¡Qué piernas las de Eugenia! A veces me quedaba atrás solo para verla caminar delante de mí.

     Eugenia caminó hacia mí, yo di unos cuantos pasos para acercarme. <<Hola>> Fue un saludo seco. <<Hola, Geni>>. <<Disculpa el retraso>> Ya no me sentía angustiado, ella estaba ahí delante de mí, como la deseé durante más de un año. <<No hay problema, soy bueno esperando, mi amor>> Ella pareció incomodarse con ese “mi amor”. <<¿Nos vamos?>>. <<Nos vamos>> Coloqué la botella vacía de cerveza en el suelo y entonces echamos a caminar uno al lado del otro rumbo a La Castellana.

     El encargado del Ranger bromeaba con todos los que esperábamos a que arrancara el aparato. <<Agárrense duro que esta vaina una vez salió volando y tuvimos que ir al terminal de La Bandera a buscar a las personas que estaban dentro de la jaula>> Se reía con sadismo innato. <<¿Esto no va a salir volando, verdad?>> Eugenia me apretaba el muslo con su mano izquierda. <<No, mi amor>>. El sádico dejó caer la reja que cerraba el aparato. Eugenia y otras mujeres gritaron. <<Tranquilas, señoritas. Lo peor está por venir>>.

     Todos los comercios en la vía estaban cerrados. La ciudad se sentía triste. <<Este País se va a la mierda>> Comentaba ella con notable decepción. <<Sí>> contesté rápido. <<Me sorprendió que volvieras a aparecer>>. <<A lo mejor nunca me fui>> Yo caminaba a su lado, ella  miraba al suelo cuidando cada uno de sus pasos. <<La que se fue fui yo, ¿Te acuerdas?>>. <<Eso, mi Geni, es algo que no olvido>>. <<Si eres bobo>>. <<No más de lo normal>> Los dos nos reímos. Ya estábamos llegando a La Castellana.

     El ascenso fue terrorífico. La montaña rusa se quedaba corta. Era un paseo infantil comparado con el Ranger. Perdí el control de mí mismo, mis pies chocaban contra el techo. Gritaba sin parar. Me sentí libre, el mundo podía acabarse y ya no importaba. Mis brazos rebotaban contra el seguro de pecho que me mantenía aferrado al asiento. Yo siempre he sido un miedoso. Un cobarde que le huye a los conflictos y lo desconocido. Montarme en ese Ranger me llenaba de miedo, pero no podía demostrarlo delante de Eugenia. Ella me hacía creerme que yo era valiente. Gritamos. Todos gritamos, Carolina parecía haberse escapado de algún centro psiquiátrico. Federico rezó el Padre Nuestro con groserías. Fue una experiencia religiosa la de perdernos en el vacío que separaba la jaula en la que nos encontrábamos del suelo que se hacía próximo en cada nueva bamboleada del aparato. Nos volvimos a encontrar mareados caminando en dirección de la rueda de la fortuna. Me sentía vivo. <<¿No estuvo tan malo, verdad?>> Eugenia me apretaba la mano, todavía estaba aterrada. <<No, mi amor>> Yo también lo estaba.

     La Castellana también estaba muerta, solo estaban abiertos el McDonald’s que estaba en remodelación, El León y un par de restaurantes. <<No hay muchas opciones>> Me dijo ella. <<Yo solo quiero pasar el rato contigo>> Señalé la entrada de un restaurante cualquiera, se veía costoso. <<¿Seguro?>>. <<Seguro>>. Ella se encogió de hombros, la dejé caminar adelante. Su silueta era la misma, su caminar era el mismo. Mi Eugenia era la que siempre adornaba mis recuerdos. <<¿Vas a venir?>> Ella volvió a sonreír, esta vez se le veía un poco más feliz. <<Voy detrás de ti>> apresuré el paso.

     Mi casa había estado sola desde hacían tres días. Las vacaciones iban a ser divertidas, ya me había abastecido con una decena de cajas de condones. Sí. Eso hacíamos Eugenia y yo, no confiábamos en las pastillas anticonceptivas, por eso ella se cuidaba  y yo también. En la alacena tenía bolsas de granos de cotufas, Doritos naturales, Pepitos, tubos de Choconut. En la nevera había chuletas, muslos de pollo, bistecs y muchas verduras. Vale la pena mencionar que había acumulado unas cuantas botellas de vino, once. Se suponía que Eugenia se vendría desde la primera noche, pero algo no estaba bien. Ella había estado fría. Había levantado un muro enorme entre nosotros. Finalmente, apareció esa noche seca como se había hecho costumbre. Me sentí triste, como un perro callejero que se quiere esconder porque sabe que viene una tormenta. Mi optimismo se esfumó. <<Tenemos que hablar, Gabo>> Ella inició. Nos encontrábamos en la sala. <<Sí, ¿De qué quieres hablar?>>. <<Tú sabes de qué quiero hablar>>. <<No>> Sí sabía. <<Ya no podemos seguir con esto>>. <<No, Geni, no>>. <<Sí>>. <<Podemos resolverlo. Siempre se puede>>. <<No esta vez, Gabriel>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya no siento lo mismo>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya no somos los mismos>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya basta de preguntar “¿Por qué?”, ya basta, Gabriel. No lo hagas más difícil>>. <<¿Qué sientes por mí?>>. <<Cariño, eres un gran amigo>>. <<Podemos arreglarlo>>. <<No>>. <<Yo te amo>>. <<Me voy, Gabriel>>. <<¿De verdad te vas?>>. <<Me he portado mal, lo mejor es esto. Mira a Federico y a Carolina, lo mismo les pasó. Se acabó el amor, supongo>>. <<No te vayas, no se ha acabado>>. <<Acompáñame a la puerta>> Me entregó las llaves que le había regalado. <<No te vayas>>. La acompañé a la puerta, me dejó tomar su mano durante el recorrido, seguía cálida. Cómo la amaba. <<No te enredes con cualquiera, ¿Sí?>> Me dijo al soltarse, ya la puerta estaba abierta. <<Tú tampoco>> Le dije, me sonrió triste. Se dio vuelta y no miró  hacia atrás. No la volví a ver. Me eliminó de todas las redes sociales. Solo nos quedó el correo electrónico para comunicarnos. Desde ese día solo le escribí dos veces, la primera vez no me contestó. La segunda fue un par de días antes del reencuentro.

Si alguna vez me voy de Venezuela, voy a extrañar a mi Caracas.

     La rueda de la fortuna giraba lento. Vaya que lentitud de muerte, pero sirvió para calmarnos. <<El Ranger estuvo increíble>> Decía Federico, estaba abrazando a Carolina. Se veían muy enamorados. <<Sentí que me iba a morir, pero fue lo máximo>> Comentaba ella. Alcanzamos el tope, se detuvo por un momento. <<Ojalá Caracas siempre estuviese así, en calma>> Comenté  a mis amigos. <<Caracas nunca va a estar en calma, Gabo>> Me replicó Federico. <<¿Por qué?>> Preguntó Eugenia, todavía me tomaba de la mano, su cabecita estaba apoyada en mi hombro. <<Porque los que vivimos en ella siempre estamos preocupados, siempre vamos a una marcha trepidante. El caraqueño es acelerado. La gente dice que el venezolano es flojo, y no somos flojos. Somos arrechos. Nunca estamos en calma>> Federico se rió. <<Esta es una ciudad hermosa, ¿saben? Si alguna vez me voy de Venezuela, voy a extrañar a mi Caracas. No importan sus defectos>> Carolina sonaba nostálgica. Hasta los ranchos lucían sublimes. Ese momento, allá en la cima de la rueda de la fortuna, lo atesoro con mucho cariño. Federico y Carolina juntos, Eugenia aferrada a mí. Caracas en paz. Eugenia en un arranque de esos de locura, sacó su celular de su bolsillo y tomó una foto. Los cuatro sonreímos y una Caracas hermosa nos hacía fondo. Dos meses después Carolina y Federico se separaron. Ochenta y seis días después Eugenia me entregó sus llaves y se despidió sin dar mayores explicaciones, el amor se había agotado, supuso. El amor nunca se acaba. Nunca se acabó de mi parte. Los dos minutos en el tope de la rueda de la fortuna fueron interminables. Después abordamos el carro de Federico y nos separamos, no hubo otra salida los cuatro juntos después de esa mañana. Aún hoy, no nos hemos vuelto a reencontrar como en los viejos tiempos.

     La iluminación invitaba al romanticismo dentro del restaurante aleatorio que sugerí. La mesa estaba impecable, excelente decoración, lujosa. Acababa de pagar mi tarjeta de crédito, así que no estaba preocupado por el tamaño de la cuenta. <<¿Por qué decidiste contestarme el e-mail?>> Le pregunté. El mesonero arribó con una jarra de sangría. Nos encantaba la sangría. <<Me convenciste con esa tonta canción de Bruno Mars>>. <<Casi todas sus canciones me hacen pensar en ti>>. <<¿Todavía? ¿Incluso después de más de un año?>>. El mesonero llenó ambas copas hasta el tope antes de retirarse. <<Nunca dejé de pensarte, Geni>>. <<Bueno, yo tampoco te olvidé. Solo que ya no podíamos seguir juntos… No me vayas a preguntar por qué de nuevo>>. <<No lo iba a hacer, ya no importa>>. Saqué mi teléfono celular. <<Guarda el teléfono, que estrés contigo y ese aparato. No sé para qué te lo regalé>> Sonrió y tomó un par de sorbos de su copa. I know you are somewhere out there (yo sé que estás en algún lugar). <<Talking to the moon>>. <<Apaga eso, coño>> Eugenia casi escupe la sangría sobre el mantel. I want you back (te quiero de vuelta) / I want you back (te quiero de vuelta) / My neighbors think I’m crazy (mis vecinos piensan que estoy loco) / but they don’t understand (pero ellos no lo entienden). Algunas personas comenzaron a mirar en nuestra dirección. <<Voy, me gusta la canción>>. <<Gabriel González, apaga esa vaina, ya entendí>>. You’re all I had (Tú eres todo lo que tuve) / You’re all I had (tú eres todo lo que tuve). <<¿Solo te convencí con la canción?>>. <<Si no apagas eso, me voy>> Ella se reía, no lo decía en serio. Yo conocía sus expresiones. At night when the stars light up my room (en la noche, cuando las estrellas iluminan mi habitación) / I sit by myself talking to the moon ( tomo asiento en soledad y hablo con la luna) / trying to get to you (tratando de encontrarte). Le bajé el volumen a la canción, la voz de Bruno Mars se disminuyó un poco. In hopes you are on the other side talking to me too (en ilusiones, tú estás del otro lado hablándome también)/ or am I just a fool who sits alone talking to the moon? (¿O solo soy un tonto que se sienta en soledad y habla con la luna?). Eugenia tomó otro sorbo de sangría, éste fue más largo. <<Estás loco>>. <<No más de lo normal>>. Un mesonero se nos acercó y solicitó que quitáramos la música, Eugenia se puso roja. Yo afirmé con mi cabeza. Me estaba muriendo de la risa por dentro. Silencié a Bruno Mars. El mesonero se despidió agradeciendo la cooperación. <<Qué pena, te voy a matar>> Eugenia volvía a ser la de siempre, quizás hacía falta romper el hielo.

     <<¿Estás escuchando Talking to the moon­ otra vez?­>> Me decía Federico desde el otro lado del monitor. <<Hazte el loco, tú sabes que sí>>. <<Todavía no te escribe, ¿verdad?>>. <<No>>. Estaba Sosteniendo el anillo dorado con trozos de cuarzo azul entre mis manos. Me sentía ansioso. Ella siempre me hacía esperar, pero esta vez se estaba pasando.

     La conversación fluyó después del incidente de Bruno Mars  y el mesonero. La vida de Eugenia no había cambiado mucho, seguía en el mismo trabajo aburrido y el dinero casi no le alcanzaba por culpa de la inflación. La inflación en Venezuela nos está matando a todos. Hoy todavía no han conseguido la cura para ese cáncer. Ella había perdido contacto con Carolina, ésta se alejó incluso de ella tras la ruptura con Federico, Carolina estuvo furiosa y borró de su vida todo lo relacionado con él. <<¿Por qué respondiste?>> le volví a preguntar. <<Porque no quería irme sin volverte a ver>>. <<¿Irte? ¿Cómo que irte?>>. <<Me voy a España con mi mamá en unos días>>. <<No…>>. <<Sí>>. Tomé su mano, ella la había dejado extendida sobre la mesa. <<Ahora te vas más lejos>>. <<Sí>>. <<¿Por qué?>>. <<Porque acá no hay más nada que hacer, mi a…>> Se contuvo. Se me puso chiquito el corazón. <<No quiero que te vayas>>. <<Igual me iré. Igual no he estado para ti en mucho tiempo. Estarás bien>>. <<¿De verdad dejaste de amarme?>> Le pregunté, nos habíamos bebido casi toda la jarra de sangría para ese momento. <<Sí, fue muy bonito, pero se acabó. No he vuelto a enamorarme, salí con un tipo, Roberto… Me hizo sentir especial al principio, después todo se fue apagando también>>. Yo la miraba fijo a los ojos. Había deseado tanto mirarla desde hacía tiempo. <<Te ves hermosa>>. <<Nunca me han vuelto a mirar así… Con esos ojos>> Nos perdimos en nuestras miradas. <<Y no lo harán porque no tendrán mis ojos>>. Ella soltó mi mano. <<La he pasado bien, pero… ¿me llevas a casa?>>. No quería que terminara la noche. <<Claro, Geni. Vamos a casa>> Sin embargo, no intenté alargarla. A veces, uno se aguanta las ganas de estirar las noches, de fabricar horas donde no las hay. No tiene sentido, debí haber estirado la noche.

     <<Ella está bien, relájate, siempre te ha hecho lo mismo>> Federico me consolaba desde el otro lado del monitor. <<Lo sé. Solo que me muero por leerla, es lo único que queda>> Guardé el anillo en su cajita de madera. <<Estarás bien… Solamente deja de escuchar a mi clon, a veces ese pana lo pone triste a uno>>. <<Bueno, me voy>>. <<No te vayas a la azotea otra vez, te estás torturando, coño>>. <<Claro que no, solo me gusta mirar las estrellas>>. <<¿Las estrellas o los aviones? A mí no me engañas>>. <<No sé para qué te conté>>. <<Te quiero. Ella está bien. Ya te lo dijo, alguien te amará mejor>>. Eugenia llevaba dos semanas fuera del país, según mis cálculos, y todavía no me enviaba ni un mensaje. Se había vuelto a perder.

     La caminata de despedida fue dura, casi no intercambiamos palabras. Eugenia se mostraba cerrada, difícil. <<¿De verdad te vas?>>. <<Claro, bobo. No te diría que me iba si no fuese verdad>> Ella me tomó de la mano. <<Te vuelvo a ver solo para decirte adiós… No es justo>>. <<Fue bonito, verte fue bonito. Se te ve bien>>. <<Y me ignoras>>. <<No lo hago, solo que no quiero que sea una despedida cliché. Quiero que sea un… No sé… Un hasta luego, tal vez… Sí>>. El edificio estaba a la vista, ella comenzó a buscar sus llaves en su bolso. <<¿Volverás a desaparecer, Geni?>>. <<No está en mis planes, Gabo>>. Llegamos a la reja, ella introdujo su llave, la abrió. <<No pude dejar de amarte>>. <<Lo sé, se te ve en los ojos. Mira, alguien aparecerá eventualmente. Siempre sucede. Más nadie te va a amar como yo lo hice, pero créeme, te amarán mejor>>. <<No quiero que me amen mejor>>. <<No se trata de lo que quieras>>. Ella se acercó a mí, sus labios fueron sin reservas en dirección a los míos. Así fue el reencuentro de nuestras bocas. Un beso de esos que se quedan grabados. Fue breve, pero infinito. <<¿Me escribirás?>> pregunté cuando ella se separó y se internó a paso apresurado en su edificio. <<Mañana…>> Me dijo a la distancia. Eugenia se volvió a marchar sin mirar atrás. Me quedé allí parado disfrutando de su caminar. Todavía se pasea ella en mis fantasías, nunca voltea.


     Hoy, como todas las noches desde que se fue, Eugenia camina delante de mí. Los aviones danzan sin destino. La luna está grandota, aun cuando no está. I feel like I’m famous (siento como que soy famoso) / the talk of the town (el chisme del pueblo entero) / They say I’ve gone mad (dicen que me he vuelto loco) / Yeah, I’ve gone mad (sí, me he vuelto loco). Me he vuelto loco, ahora vengo a esperar por su mensaje acá arriba haciendo uso del wi-fi de la Alcaldía. Ella no escribe. Solo me acompaña Bruno Mars, repito la misma canción una y otra vez: Talking to the moon, esa que rompió el hielo la última vez que la vi. La canción que le envié en el segundo correo electrónico, ese que sí respondió. But they don’t know what I know (pero ellos no saben lo que yo sé) / ‘cause when the sun goes down (porque cuando el sol cae)/ someone’s talking back (alguien me responde). Hoy alucino con que escucho el pitido que anuncia un mensaje nuevo, y que ese mensaje es de ella. Me imagino un correo corto que diga algo como:

Nadie te va a amar como yo. Alguien te amará mejor.
Te quiere,
Geni.

     Así, sencillo. Me imagino que adjunto trae un archivo: La foto de Federico, Carolina, ella y yo en la cima de la rueda de la fortuna. A veces, sueño con nosotros cuatro riéndonos de Federico y lo ridículamente idéntico que es a Bruno Mars. Añoro los besos que ya no están, y la manera en la que ella me miraba de vuelta cuando estábamos por hacer el amor, nunca se lo he dicho, pero a mí tampoco me han vuelto a mirar igual.






Que la energía positiva llene ese vacío que sientes en el pecho.
(Floyd en montaña rusa - 02/2016).

L.F. Arias.

martes, 9 de febrero de 2016

Barco a la Deriva

Yo vi de cerca el final del camino
detrás de las olas del horizonte.
Sentí como el viento se despedía de mí
a manera de burla.
El mundo entero se resumió en el colapso
ocasionado por el fracaso continuo.
Y así seguí, 
hasta sentir que la música moría en mis oídos.

Nadie sabe cómo se siente ser un barco a la deriva
hasta ser sorprendido por 
uno de los tantos giros inesperados que da la vida.

Yo vi de cerca el final del camino
escondido detrás de sonrisas falsas,
forzadas por el compromiso social.
El mundo se resumió en la oscuridad
que se encuentra debajo de las masas marinas.
Y así me hundí,
sabiendo que sus besos morían en otros labios.

Nadie nunca va a comprender la muerte en vida
hasta verse sorprendido
entre sus lúgubres brazos helados.

Yo estuve en el final del camino.
Yo cedí al impulso inocente 
de dejarme caer al vacío infinito.
El mundo se resumió en una despedida.
Y así morí,
ya no había más que sentir.

Nadie comprenderá un naufragio
si no ha visto cómo se hunde su barco.
Nadie debe juzgar la enfermedad silenciosa
que se come a un corazón ajeno,
sin haber sido consumido antes por la soledad
que deja un corazón roto.

Jamás comprenderás cómo se siente renacer,
si nunca has muerto.

Yo estuve sumergido en el arte,
en la música, en el llanto.
Fui un navío abandonado en medio del mar.
El mundo ya no tuvo resumen.
Y así floté,
así entendí cómo se siente ser un barco a la deriva.

Vive la vida sin preocuparte.
Entiéndete. Ámate.
Navega a la deriva.
Disfruta del mar desconocido,
porque todos los barcos llegan a puerto. 
Los accidentes solo retrasan 
el inevitable final.


Que no te asuste el camino desconocido. Allí se encuentra el aprendizaje.

L.F. Arias



jueves, 4 de febrero de 2016

Hasta luego "Surf en SD"

Hoy le dije adiós a la foto que decoró el inicio de este blog desde su creación. El motivo es la remodelación de este sitio. La vida está en constante movimiento y, bueno, creo que es hora de darle un nuevo look a "17's".

Poco a poco iré agregando nuevos cambios a la apariencia del Blog.

Un abrazo a quienes visitan este sitio y lo mantienen con vida, porque sin ustedes éstas no serían más que letras muertas.

Surf en SD (2010). "Recuerdos que me hacen soñar".


Siempre recuerden:

"El desenlace llega cuando comprendes que el camino a seguir no se ha borrado del suelo".



Agridulce

Siempre un deleite.

Eres agridulce,
a veces más agria y
a veces más dulce,
pero siempre un deleite.

Eres muchas veces más dulce que agria,
yo creo saberlo bien.
Sin embargo tiendo a confundir los sabores,
lo hago sin querer.

Eres agridulce.
Eres un misterio al paladar,
porque cuando parece que me vas a dar placer,
te transformas en un malestar.

Eres agria cuando me ignoras,
Cuando me prefieres lejos.
Y eso está bien,
A veces es necesaria la distancia.

Eres agridulce.
Eres una tonalidad rosada
Que brilla intensamente en mis pensamientos,
Y después cae inmersa en la oscuridad del “tono negro“.

Eres dulce cuando sonríes,
Cuando me embriagas con tus ocurrencias.
Eres dulce cuando te ríes,
Cuando me alegras con tu inocencia.

Eres agridulce.
Eres la dualidad que me enloquece
Cuando no consigo entender
Por qué dices lo que dices y
Haces lo que haces.

Para mí eres una dulzura de mujer,
Solo que para llegar a lo dulce,
Toca degustar antes otros sabores.
Solo conocen tu verdadero sabor
 los que sortean la acidez de tus muros.

Eres agridulce.
Una sorpresa.
Un sabor exótico.
Una belleza.

Única.