Hoy, como cada noche desde que supe que se iba, miro al cielo buscando aviones.
Pienso en si ella viaja en uno de ellos por allá en Europa. Anhelo el
reencuentro. A veces, me sumerjo en las lucecitas que parpadean y se mueven
cruzando el velo oscuro que es el cielo. Sucede entonces que los momentos
aleatorios me empapan. Sucede que la imposibilidad de hacer algo más que
extrañarla hace que crezca el profundo vacío que se ha formado en mi pecho. Tan
solo quiero leerla. ¿Estará bien Eugenia? ¿Alguien habrá vuelto a mirarla como
yo la miraba? ¿Pasará esta tormenta? Otra vez no hay nuevos correos en mi
bandeja de entrada. Todavía no, igual en España será la hora de dormir. Igual
ella solo respondió uno de mis mensajes antes, perderse está en su naturaleza,
supongo.
La caminata nocturna por Los
Palos Grandes fue estimulante, era otra noche normal. Solitaria. La idea de un
cigarrillo y una cerveza rondaban por mi cabeza ociosa. ¿Qué me detenía? Nada
me detenía. No desde que ella partió. Eugenia esperaba a que pusieran el agua
en su casa, el tema del racionamiento de agua nos tenía a todos los Caraqueños
como locos. <<Estaré lista a eso de un cuarto para las ocho. Ponen el
agua y eso, me baño y nos vamos. No te apures en venir, Gabriel>>. Como
si alguna vez le hiciera caso a las referencias temporales de Eugenia, ella
nunca llegaba a tiempo. Nunca, bueno, a veces durante el sexo llegaba primero.
Varias veces.
Federico manejaba a unos ochenta
kilómetros por hora. Íbamos relajados. Carolina ocupaba el asiento de copiloto,
se lo cedí porque Eugenia viajaba conmigo en el asiento trasero. Siempre me ha
causado curiosidad de dónde saca Federico esa capacidad sobrehumana para
manejar sin haber dormido ni un minuto la noche anterior. Asumo que es un
superpoder típico del joven venezolano, no sé si de todos los jóvenes a nivel
mundial porque nunca he salido de acá. Sonaba una canción de Bruno Mars en la
radio. Locked out of heaven: Never had
much faith in love or miracles (nunca tuve demasiada fe en el amor o en los
Milagros) / Never wanna put my heart on deny (nunca quise poner mi corazón en
negación) / But swimming in your world is something spiritual (pero nadar en tu
mundo es algo espiritual) / I’m born again everytime you spend the night (nazco
de nuevo cada vez que te quedas por la noche). <<Esa canción me
encanta>> Decía Carolina con un sonrisa. <<A todas nos gusta Bruno
Mars>> Añadía Eugenia. <<Por favor, ¿Qué tiene Bruno Mars que no
tenga yo, mi amor?>> Federico balbuceaba, el hombre estaba manejando por
inercia. <<Nada mi amor, ustedes son igualitos>> Carolina sonreía
feliz. Era cierto, Federico era el clon de Bruno Mars.
Los platos y las copas ya
formaban una montaña en el lavaplatos de la cocina de Eugenia. Desde que su
mamá abandonó el país, Eugenia se había hecho cargo de la casa; de allí a que
siempre el desorden fuese una característica del apartamento. Resulta imposible
pensar en su casa sin recordar las pilas de ropa sucia en el baño, los trastes
regados por la cocina y las telarañas en las esquinas del techo. La música
sonaba de fondo, le habíamos bajado el volumen. <<Me has sorprendido,
Gabriel. No pensé que pasarse el rato contigo fuese tan cool>> Me decía Eugenia en un instante en el que dejamos de
besarnos. Sus besos sabían a vino. Sus besos eran cálidos. <<Yo te dije
que la pasaríamos bien. No hace falta esforzarse para pasarla bien>>.
<<Dinero tampoco, eso me encanta, todo ha sido sencillo>>. Ella
sonrió cuando se percató de que la voz de Bruno Mars salía de las cornetas.
Ella tenía muchas canciones de él en su iPod. She is so beautiful, and I tell her everyday (Ella es muy hermosa, y se
lo digo todos los días) / I know, I know when I compliment her she won’t
believe me (Yo sé, yo sé que cuando le dé un cumplido ella no me creerá) / And
it’s so, it’s so sad to think that she doesn’t see what I see (y es, y es muy
triste saber que ella no ve lo que yo veo). <<¿Te gusta Bruno Mars?
Siempre lo escuchamos para fastidiar a Fede, pero no sé si de verdad te gusta>>
me preguntó de manera dulce, sin duda embriagada por el vino y los besos.
<<No – me tuve que cagar de la risa
– no me gustan los hombres>>. <<¡Ay! ¡Tan gracioso el nene! – ella
se alejó para reírse – eres un bobo>>. <<No más de lo
normal>>.
Con cerveza en mano y un cigarro
entre los labios me recosté de una pared cercana al edificio en el que vivía
Eugenia. Pensaba en tantas cosas. Tiempos pasados que se arremolinaban
alrededor de mi espera ansiosa, no había visto a Eugenia desde el final. El
final había sido hacía más de un año. Un hombre viejo se me acercó. Se acercó
bastante. <<¿Me regalas un cigarrito, mijo>> El hombre no tenía
dientes. Era un viejo hermoso. Sus ropas le quedaban holgadas y estaba
despeinado. <<Le voy a dar uno, pero solo si me regala cinco minutos de
conversación>>. <<Te regalo diez, mijo. Los que quieras>>.
Los dos nos reímos. <<¿Cómo estuvo su día, señor>> Comencé,
conversar con desconocidos siempre me ha apasionado. <<Estuvo bueno mi
día, mijo. El tiempo pasa y ya, esa es la cuestión cuando uno está
viejo>>. <<Me imagino, pero por lo menos fue un buen día – miré
hacia el cielo - ¿Sabe qué no me gusta de Caracas?>>. <<¿Qué,
mijo?>>. <<Que no se ven bien las estrellas>>. <<Eso no
es culpa de Caracas. Es culpa de los gringos. Alguien debe acabar con los
gringos, mijo. ¿Te gustaría encargarte de esa misión?>>.
El árbitro dio los tres pitazos finales. Los jugadores
virtuales celebraron y se lamentaron dependiendo de si pertenecían al equipo
ganador o al perdedor. Federico acaba de darme otra épica paliza en el FIFA 16.
El humo del cigarro empañaba la sala de su casa tal cual y fuera niebla.
<<Tantos años jugando y todavía no tienes vida>> Me comentó mi
amigo. <<Claro, tú eres el dueño del Play,
yo soy el visitante siempre>>. <<Excusas, excusas>>. Nos
habíamos bajado dos botellas de ron barato. Hay algo con el ron barato que
siempre nos hizo comprarlo, iba más allá del precio, lo juro. <<¿Te
acuerdas de cuando las muchachas nos hacían barra?>> Me preguntó
nostálgico. <<Por supuesto, fue una buena época>>. <<A veces
la extraño. Nunca lo digo, pues>> Federico se levantó del sofá para
dirigirse a la cocina y abrir la tercera botella de ron Carta Roja. <<Te
las das de macho, pero yo sé que amabas a Carolina>>. Mi amigo sonreía,
su sonrisa estaba torcida. <<No sé si la amé, pero si la quise
mucho>>. <<Yo pensé que se iban a casar y todo, fuera de paja>>. <<Alguna
vez lo pensé – ya había sobrepasado la mitad del vaso sirviendo ron - ¿Te
acuerdas de los anillos que te mostré? Los que tenían las gemas de Zelda>> Llenó tres cuartos del vaso
con ron, se detuvo y añadió Coca-cola. <<Sí, los de gemas azules>>.
<<Mandé a hacer uno con cuarzo azul, quedó bellísimo>>. <<¿De
pana? ¿Dónde lo tienes?>>. <<Se quedó en mi gaveta, nunca tuve las
bolas para dárselo>> Añadió limón al trago. <<Pero tú la dejaste,
¿por qué?>>. <<Nos estábamos haciendo daño, Gabriel – comenzó a
servir un segundo trago – ya no sabía en dónde terminaba yo y empezaba ella,
nos encerramos en nosotros mismos y eso nos iba a joder más adelante>>.
<<Bueno, ahora no lo sabremos>>. <<A ella se le ve
bien>>. <<Búscala>>. <<No>>. <<¿Por
qué?>>. Él sonrió, su trago era de ron puro. <<Ya está con alguien
más>>.
‘Cause you make me feel like (porque tú me haces sentir como) / I’ve
been locked out of heaven (si hubiese quedado fuera del cielo) / for too long
(por demasiado tiempo) / for too long (por demasiado tiempo). <<Esa
canción>> Me dijo Eugenia en voz voz baja. <<Sí>>. <<Tú
me haces sentir así>>. Seguíamos rodando por la autopista. Bruno Mars en
la radio. Los momentos aleatorios son los más bonitos, son casuales. Los
momentos aleatorios son los que yo no olvido. No puedo. <<Tú a mí
también>>. <<¿Será así por siempre?>> Me tomó de la mano.
<<Eso es pero>>. Me recuerdo mirándola. <<Nunca me habían mirado así antes>> Me dijo. Siempre lo decía.
<<No seas un cagueta, hijo mío. Acepta la misión –
continuaba el viejo – los gringos son una basurita, no tienen población
suficiente. Mira, quítales a los asiáticos y a los latinos que viven ahí, bien,
quedarán como dos millones de gringos. ¿Cuántos habitantes tienen los chinos?
¿Cuántos los rusos? Hijo, los gringos están acabando el mundo y no representan
ni una octava parte del mismo, nada. No son nada. ¿No te gustaría ser el héroe
que los elimine de la faz de la tierra en nombre del bien común?>>. La
manera de expresarse del señor sin dientes era realmente sorprendente, su boca se
movía sin parar despotricando en contra de los estadounidenses. Si soy honesto,
me perdía a mitad de su discurso por estar pensando en Eugenia y en cómo nunca
en su vida podía ser puntual. <<¿Cuál es su nombre?>> Le pregunté
después de exhalar un poco de humo. <<Ignacio, ¿y el tuyo, hijo de mi
vida?>>. <<Yo soy Gabriel>>. <<Como Juan Gabriel. ¿Te
gustan los Boleros?>>. <<No>>. <<No tienes buen gusto
musical – hizo una breve pausa, se palpó el bolsillo de su camisa – Por lo
menos no te llamas Floyd, yo hace tiempo conocí un Floyd. Debe haber sido
tataranieto del gringo maldito que inventó la bomba atómica. Yo le dije que no
quería tener nada que ver con la bomba atómica y él solo se rió, ¿Puedes
creerlo? Floyd tenía que ser>>.
<<Claro que me gusta Bruno
Mars, el tipo tiene un don para decir las cosas con sencillez>> Ambos nos
reíamos. Era natural estar con Eugenia, como si nuestros mundos hubiesen estado
destinados a encontrarse alguna vez. When
I see your face (Cuando veo tu rostro) / there’s not a thing that I would
change (no hay cosa alguna que le cambiaría) / ‘cause you are amazing (porque
eres increíble) / Just the way you are (de la manera que eres). <<No sé porqué no salí contigo
antes. Bueno sí sé>>. << A ver… ¿Qué motivó que nos perdiéramos de esto?>>.
<<Es que eres un amigo de Federico, y él es novio de Carolina. No sé,
sentí que nos estaban cuadrando o algo.
Yo no suelo salir así con chamos que me presentan; siento que son personas
impuestas>>. <<¿Qué te hizo cambiar de opinión?>>.
<<Estando contigo me sentía a gusto, finalmente me dije que debía darte
un chance>>. <<Me alegra que hayas pensado eso>>. Hubo un momento de silencio, solo se
escuchaba la voz de Bruno Mars: Oh you
know, you know, you know (oh tú sabes, sabes, sabes) / I’d never ask you to
change (yo nunca te pediría que cambies) / if perfect is what you are searching
for (si es la perfección lo que estás buscando) / then just stay the same
(entonces quédate igual) /so don’t even bother asking if you look okay (así que
no te preocupes en preguntarme si te ves bien) / you know I’ll say (ya sabes
que yo diré). <<Mira esos ojitos, eres increíble. Me encantas>>
Ella interrumpió la canción. <<Tú a mí>> Respondí sin pensarlo. Fue breve, pero se sintió como un "te amo" esa simple respuesta de tres palabras. La amaba sin decírselo.
Manejaba el carrito chocón
número diecisiete, era blanco y el número estaba pintado de rosado. Creo, a
manera bastante personal, que pudieron haber escogido mejor los colores. Estaba
perdido en los chispazos que producía el roce de la vara que conectaba mi
carrito a la malla metálica del techo de la pista. Primer choque. La cabeza se
agitó de un lado al otro. <<Ponte pilas, Gabo>> Eugenia se veía
bella cuando hacía maldades. <<¡Voy a por ti, Geni!>>. <<Si me alcanzas>>. Giré el volante de
un lado al otro, pisé a fondo el acelerador y entonces ocurrió el segundo
choque. Mi cabeza fue zarandeada hacia adelante, por poco golpeo la frente
contra el volante de plástico. <<Estás
aguevoniao’>> Gritaba Federico mientras se alejaba. La vida me daba
vueltas, nos sentíamos bien. Yo tenía muchos años sin visitar el Parque
Italo-Americano. Tercer choque. Cuarto choque. Quinto choque. Fueron nueve
choques hasta que cortaron la corriente del juego y se terminó el tortuoso
paseo. <<No vale, Gabriel. No chocaste a nadie>> Carolina bromeaba.
<<Mi Gabo no sabe manejar>> Comentaba Eugenia. <<Claro que
sabe, mi pana Gabriel maneja tan bien que no sabe chocar a los demás>>.
<<Todos me resultan bastante graciosos – estaba un poco molesto, tengo
que admitirlo - ¿Ahora adónde vamos?>>. <<¡Al barco pirata!>>
Carolina se apresuró en responder.
El caminar torpe de Federico lo
trajo de vuelta desde su habitación a la sala de estar, traía una cajita de
madera en su mano derecha, el trago de ron puro lo sostenía con la izquierda. <<No,
chamo. ¿Para qué trajiste eso?>> Le comenté a manera de queja, era una
tortura seguir hablando de Eugenia y de Carolina. <<Debo deshacerme de
este anillo, te lo juro. La cuestión es que no puedo>> Caminó hasta
dejarse caer en el sofá. Se le derramó un poco de ron sobre sus
pantalones. <<Caro se fue, Eugenia
también. Lo mejor es seguir adelante, hermano>> Lo dije, pero no lo
sentía, no dejaba ir a Eugenia. <<¿Tú crees que no he tratado?>>.
Federico sacó el aro dorado, que estaba decorado con pequeños trozos de cuarzo
azul en su parte superior, de la caja de madera; después tiró la caja sobre la
mesa de la sala. <<Es muy lindo… Hermoso>> Dijo contemplando el
anillo que, aun en su ausencia, pertenecía a Carolina. <<Sí, es muy
bonito>>. <<Yo sé que me volveré a enamorar, pero ya más nunca será
igual. Carolina siempre será otra vaina más arrecha>>. <<Ya
veremos, mi pana. Deja que la vida siga adelante>> También dije eso, pero
la vida para mí seguía igual, extrañando a una mujer que no me había respondido
un único mensaje desde su partida.
El barco pirata se bamboleaba a
ritmo constante. El cabello castaño de Eugenia me golpeaba la cara, por alguna
razón desconocida, ella movía la cabeza hacia los lados cuando el barco caía en
picada. Carolina gritaba con euforia. Federico estaba mudo, apretaba el seguro
con sus manos, parecía que sus ojos se le iban a salir de las cuencas. Disfruté
bastante durante esos tres minutos.
<<Señor Ignacio,
¿Frecuenta usted esta calle? Nunca lo había visto antes por acá>> Le
pregunté al viejito sin dientes. <<Siempre, lo único que no es constante
es la hora en la que doy mis caminatas>>. <<¿No se va a fumar el
cigarro que le di?>>. <<¡No, mijo! ¡Los cigarros están muy caros!
Este que me has regalado me lo fumaré luego…>>. Miré mi reloj con ansias.
Como siempre Eugenia no cumplía con la
hora estimada. <<Ya se han escapado los minutos, hijo. Te ves angustiado.
La vida es muy bonita como para estar angustiado, ¿Qué te preocupa?>>. Me
sorprendió. No me esperaba que Ignacio hiciera alguna pregunta.
<<Nada>>. <<No hay agua aquí, mijo>>.
<<¿Ah?>>. <<Bueno me has pedido que nade. Sin embargo, acá no
hay agua, no puedo nadar>> Ignacio se echó a reír.
El carro de Federico tenía
asientos muy cómodos. Can I just
stay here? (¿Puedo simplemente quedarme aquí?) / spend the rest of my days here?
(¿pasarme el resto de mis días aquí?) / oh, yeah, yeah, yeah (oh, sí, sí, sí). El cielo del amanecer nos regalaba
colores de amor. El naranja, el azul celeste y su fusión son para mí colores de
amor. También son colores de despedida y de bienvenida. Los colores, a veces,
son muchas cosas al mismo tiempo. Un color puede indicar peligro, también amor.
Bueno, el amor y el peligro siempre
estarán unidos por un hilo invisible; intangible. La canción de Bruno Mars
se extinguía. Federico arribó al estacionamiento del Parque Italo-Americano.
Una mujer, cuya dentadura carecía de dientes incisivos, lo guiaba haciendo
señas con sus manos. Nos estacionamos. El Parque no abría sino hasta unas cuantas
horas después. <<Bueno, muchachas,
ya estamos acá como querían>> Comentó Federico con una plácida sonrisa
sobre su rostro. <<Se los digo, yo vine el otro día y me moría por
regresar>> Carolina estaba emocionada. Ella y Federico parecían eternos,
aquella mañana me hubiese arriesgado a decir que no faltaban muchas semanas
para que Fede le entregara ese fulano anillo del que tanto hablábamos cuando
subíamos a El Ávila él y yo. <<Es mi primera vez acá>> Confesó
Eugenia. <<Yo no vengo hace años>> Le dije para unirme a su sensación
de novedad. <<Lo importante es que la vamos a pasar bien>> Federico
se recostó de su asiento, se veía cansado. Cerró los ojos. <<Cuando
abran>> Carolina hizo lo mismo. Eugenia se dejó caer sobre mí, su cabeza
se apoyó en mi pecho. El aroma de su cabello me embriagó. La canción terminó y
los cuatro nos quedamos dormidos.
El amor y el peligro estarán siempre unidos por un hilo invisible. |
<<Usted sí que es
gracioso, Ignacio>>. <<Para nada, mijo. Soy un tipo realista. Yo
sobreviví a la segunda guerra mundial, a la explosión de la bomba de Hiroshima.
Hijo, yo seré un viejo loco, pero gracioso no soy>>. El Señor Ignacio
demostraba su cansancio con su mirada, sus ojos lucían apagados. <<Debe
haber tenido una vida fascinante>>. <<Una vida es siempre
fascinante, tiene momentos buenos, momentos malos, momentos regulares, momentos
de terror. Todas, por lo menos tú te ves angustiado. Me angustia tu
angustia>>. <<Solo espero por alguien. Es todo>>.
<<Alguien importante>>. <<Sí>>. <<No se te olvide recordarle lo importante que
es para ti. A veces, ellas no se dan cuenta de eso>>. <<Así lo
haré>>. Se escuchó el sonido de una reja abriéndose. Era la del edificio
de Eugenia. Era Eugenia. Nos miramos con timidez, como si el pudor se hubiese
adueñado del espacio. <<Ve a por ella, mijo. No seas gringo>> Ignacio
comenzó su retirada entre carcajadas disimuladas. <<Gracias>> me
despedí. Eugenia me sonrió. Mi corazón maltrecho se llenó de júbilo.
And when you smile (y cuando sonríes) / the whole world stops and
stares for a while (el mundo entero se detiene y se queda mirando) / ‘cause
girl you are amzing (porque, chica, tú eres fantástica) / just the way you are
(de la manera que eres). La canción
moría en la sala. Nos habíamos ido al cuarto. La blusa blanca de Eugenia voló
por los aires. Nos reíamos como niños. Sus besos eran dulces. Sabían a vino y a
gloria. <<Déjame verte>> Le pedí entre jadeos. Ella me mostró una
enorme sonrisa. Aun cuando ella no ha estado, esa sonrisa siempre ha
permanecido grabada en mi mente. Es la sonrisa más hermosa de este mundo. Sus
manos desaparecieron, estaban en su espalda para desabrochar su sostén strapless negro. <<¿Te he dicho
que amo cómo te queda ese sostén?>>. <<Muchas veces, bobo>>.
El sostén cayó sobre mis muslos, lo empujé hasta que cayó al piso. El torso
desnudo de Eugenia lucía increíble. Su abdomen no estaba definido, ella era
delgada. Se le notaban ligeramente las costillas al respirar. Sus senos caían
como gotas, eran pequeños. Eran muy bonitos. Sus pezones eran rosados,
chiquitos. Estaban parados. <<¿Te he dicho que me encanta cómo me
miras?>>. <<Sí>>. <<Nadie me había mirado así>>.
<<A lo mejor más nadie lo hará,
entonces mis miradas por siempre serán especiales>>. <<No seas
aguafiestas>>. <<Te voy a desear por siempre, Geni. Pero, a veces
el amor se agota. Las mujeres son un misterio. Si alguna vez te vas, llévate contigo la idea de que te voy a extrañar>>.
<<Cállate…>>. Comenzó a sacarme los pantalones. Sus manos
acariciaban mis piernas mientras lo hacían. <<Eso me gusta>>. Mi
ropa interior también desapareció. <<Yo nunca me voy a ir,
porque…>>. <<¿Por qué?>>. Ella tampoco traía ropa interior.
La deliciosa humedad de su entrepierna me abrazó. Perdí los tiempos. Se me
borraron las palabras. <<Porque te amo, bobo>>. Esa fue la primera
vez que lo dijo.
El ascenso me llenaba de
vértigo. Nos habían dicho que la montaña rusa solo daba una vuelta. Sin
embargo, esa vuelta era una gran vuelta que te dejaba con ganas de más.
Federico y Carolina estaban sentados en los primeros asientos, Eugenia y yo
íbamos detrás de ellos. El cielo estaba despejado. El Ávila se veía verde, era
hermosa y algunos edificios le hacían falda. La montaña rusa se detuvo.
Parpadeé. La caída fue muy emocionante. Maldiciones y mentadas de madre por
doquier. Gritos, negaciones y
afirmaciones. Un caldero revuelto de emociones. Los cabellos de las chicas eran
azotados de un lado al otro, parecía que saldríamos volando, que el tren no se
mantendría aferrado a los rieles. No podía respirar, no me paraba de reír y de
pronto el tren se detuvo y terminó la vuelta. Nos quedamos con ganas de otra.
<<Cuando mi papá me regaló
este apartamento, pensé que acá sería en dónde viviríamos>> Federico
todavía sostenía el anillo entre su dedo índice y el pulgar. <<De pana,
si quieres llamarla, hazlo. Búscala. No puedes vivir en esta tortura, un día de estos te
vas a lanzar por la ventana>>. <<¿Tú has buscado a Eugenia?>>
Ese fue un golpe bajo. <<No. Ella se fue>>. <<Eso no importa,
quién se fue, quién volvió… Si por eso no la has buscado, eres un
pendejo>>. <<Ni he sabido nada de ella desde esa noche>>.
<<Si quieres la buscamos por
Instagram>>. <<¡No!>>. Mi cara de miedo debe haberle
causado gracia a Federico, se rió sin parar. Cuando se calmó colocó el anillo
en su caja y la cerró. <<¿Quieres escuchar a mi clon?>>.
<<¿Ah?>>. <<Bruno Mars>>. <<Bruno no… Ya sabes lo
que pasa con Bruno>>. <<No pasa nada con Bruno>>. <<Las
muchachas amaban al puto Bruno>>. <<Nosotros también antes de que
ellas aparecieran – se dirigió a su antiguo reproductor de CD’s y lo encendió -
¿Te acuerdas?>>. Comenzó a sonar una canción del año dos mil diez. If you ever find yourself stuck in the
middle of the sea (si alguna vez te encuentras atrapado en el medio del océano)
/I’ll sail the world to find you (yo navegaré el mundo para encontrarte) / If
you ever find yourself lost in the dark and you can’t see (si alguna vez te
encuentras perdido en la oscuridad y no puedes ver) / I’ll be the light to
guide you (yo seré la luz que te guíe). <<Count on me… Claro
que me acuerdo>>. We find out what
we’re made of (descubrimos de qué
estamos hechos) / when we are called to help our friends in need (cuando somos
llamados para ayudar a nuestros amigos
en problemas). <<¿Desde cuándo somos amigos?>> Preguntó
Federico retornando al sofa. <<Desde
el tercer grado. Eras un gordito que se copiaba las tablas de multiplicar de la
parte de atrás de los cuadernos de matemática>>. <<Debe ser
que tú no hacías eso>>. <<También>>. You can count on me like 1, 2, 3 (puedes contar conmigo como 1, 2
,3) / I’ll be there (yo estaré allí) /
and I know when I need it (y yo sé que cuando lo necesite) / I can count on
you like 4, 3, 2 (puedo contar contigo como 4, 3, 2) / and you’ll be there (y
tú estarás allí) / ‘cause that’s what friends are supposed to do, oh yeah
(porque eso es lo que se supone que hacen los amigos). <<Siempre vas a contar conmigo,
Gabo>>. <<y tú conmigo>>. <<Llámala. Si la quieres, llámala
o… Escribele>> Federico tomó la cajita de madera, me la entregó y se
levantó del sofá. <<No… no me des esto>>. <<Vengo en cinco
minutos>> Me dijo, nunca regresó. Se quedó dormido y me tocó irme en bus
a casa el día siguiente. A la fecha de hoy, Carolina está casada con un tal
Gustavo. Federico vendió el apartamento y ahora vive en Panamá. Nos hablamos
por Skype todas las noches.
"Esa vaina me va a hacer vomitar" Federico. |
El imponente Ranger agitaba sus
martillos, giraban a 360º. <<Esa vaina me va a hacer vomitar>>
Comentaba Federico. <<A mí también>> Me sumé. <<Nadie va a
vomitar, ¡Vamos!>> Carolina haló a Federico por un brazo. Eugenia los
siguió. ¡Qué piernas las de Eugenia! A veces me quedaba atrás solo para verla
caminar delante de mí.
Eugenia caminó hacia mí, yo di
unos cuantos pasos para acercarme. <<Hola>> Fue un saludo seco.
<<Hola, Geni>>. <<Disculpa el retraso>> Ya no me sentía
angustiado, ella estaba ahí delante de mí, como la deseé durante más de un año.
<<No hay problema, soy bueno esperando, mi amor>> Ella pareció
incomodarse con ese “mi amor”. <<¿Nos vamos?>>. <<Nos
vamos>> Coloqué la botella vacía de cerveza en el suelo y entonces
echamos a caminar uno al lado del otro rumbo a La Castellana.
El encargado del Ranger bromeaba
con todos los que esperábamos a que arrancara el aparato. <<Agárrense
duro que esta vaina una vez salió
volando y tuvimos que ir al terminal de La Bandera a buscar a las personas que
estaban dentro de la jaula>> Se reía con sadismo innato. <<¿Esto no
va a salir volando, verdad?>> Eugenia me apretaba el muslo con su mano
izquierda. <<No, mi amor>>. El sádico dejó caer la reja que cerraba
el aparato. Eugenia y otras mujeres gritaron. <<Tranquilas, señoritas. Lo
peor está por venir>>.
Todos los comercios en la vía
estaban cerrados. La ciudad se sentía triste. <<Este País se va a la
mierda>> Comentaba ella con notable decepción. <<Sí>> contesté rápido.
<<Me sorprendió que volvieras a aparecer>>. <<A lo mejor
nunca me fui>> Yo caminaba a su lado, ella miraba al suelo cuidando cada uno de sus
pasos. <<La que se fue fui yo, ¿Te acuerdas?>>. <<Eso, mi
Geni, es algo que no olvido>>. <<Si eres bobo>>. <<No
más de lo normal>> Los dos nos reímos. Ya estábamos llegando a La
Castellana.
El ascenso fue terrorífico. La
montaña rusa se quedaba corta. Era un paseo infantil comparado con el Ranger.
Perdí el control de mí mismo, mis pies chocaban contra el techo. Gritaba sin
parar. Me sentí libre, el mundo podía acabarse y ya no importaba. Mis brazos
rebotaban contra el seguro de pecho que me mantenía aferrado al asiento. Yo
siempre he sido un miedoso. Un cobarde que le huye a los conflictos y lo
desconocido. Montarme en ese Ranger me llenaba de miedo, pero no podía
demostrarlo delante de Eugenia. Ella me hacía creerme que yo era valiente.
Gritamos. Todos gritamos, Carolina parecía haberse escapado de algún centro
psiquiátrico. Federico rezó el Padre Nuestro con groserías. Fue una experiencia
religiosa la de perdernos en el vacío que separaba la jaula en la que nos
encontrábamos del suelo que se hacía próximo en cada nueva bamboleada del
aparato. Nos volvimos a encontrar mareados caminando en dirección de la rueda
de la fortuna. Me sentía vivo. <<¿No estuvo tan malo, verdad?>> Eugenia
me apretaba la mano, todavía estaba aterrada. <<No, mi amor>> Yo
también lo estaba.
La Castellana también estaba
muerta, solo estaban abiertos el McDonald’s que estaba en remodelación, El León
y un par de restaurantes. <<No hay muchas opciones>> Me dijo ella.
<<Yo solo quiero pasar el rato contigo>> Señalé la entrada de un
restaurante cualquiera, se veía costoso. <<¿Seguro?>>.
<<Seguro>>. Ella se encogió de hombros, la dejé caminar adelante.
Su silueta era la misma, su caminar era el mismo. Mi Eugenia era la que siempre
adornaba mis recuerdos. <<¿Vas a venir?>> Ella volvió a sonreír,
esta vez se le veía un poco más feliz. <<Voy detrás de ti>>
apresuré el paso.
Mi casa había estado sola desde
hacían tres días. Las vacaciones iban a ser divertidas, ya me había abastecido
con una decena de cajas de condones. Sí. Eso hacíamos Eugenia y yo, no
confiábamos en las pastillas anticonceptivas, por eso ella se cuidaba y yo también. En la alacena tenía bolsas de
granos de cotufas, Doritos naturales, Pepitos, tubos de Choconut. En la
nevera había chuletas, muslos de pollo, bistecs y muchas verduras. Vale la pena
mencionar que había acumulado unas cuantas botellas de vino, once. Se suponía
que Eugenia se vendría desde la primera noche, pero algo no estaba bien. Ella
había estado fría. Había levantado un muro enorme entre nosotros. Finalmente, apareció esa noche seca como se había hecho costumbre. Me sentí triste, como un
perro callejero que se quiere esconder porque sabe que viene una tormenta. Mi
optimismo se esfumó. <<Tenemos que hablar, Gabo>> Ella inició. Nos
encontrábamos en la sala. <<Sí, ¿De qué quieres hablar?>>.
<<Tú sabes de qué quiero hablar>>. <<No>> Sí sabía.
<<Ya no podemos seguir con esto>>. <<No, Geni, no>>.
<<Sí>>. <<Podemos resolverlo. Siempre se puede>>.
<<No esta vez, Gabriel>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya no
siento lo mismo>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya no somos los
mismos>>. <<¿Por qué?>>. <<Ya basta de preguntar “¿Por
qué?”, ya basta, Gabriel. No lo hagas más difícil>>. <<¿Qué sientes
por mí?>>. <<Cariño, eres un gran amigo>>. <<Podemos
arreglarlo>>. <<No>>. <<Yo te amo>>. <<Me
voy, Gabriel>>. <<¿De verdad te vas?>>. <<Me he portado
mal, lo mejor es esto. Mira a Federico y a Carolina, lo mismo les pasó. Se
acabó el amor, supongo>>. <<No te vayas, no se ha acabado>>.
<<Acompáñame a la puerta>> Me entregó las llaves que le había regalado. <<No te
vayas>>. La acompañé a la puerta, me dejó tomar su mano durante el
recorrido, seguía cálida. Cómo la amaba. <<No te enredes con cualquiera,
¿Sí?>> Me dijo al soltarse, ya la puerta estaba abierta. <<Tú
tampoco>> Le dije, me sonrió triste. Se dio vuelta y no miró hacia atrás. No la volví a ver. Me eliminó de
todas las redes sociales. Solo nos quedó el correo electrónico para
comunicarnos. Desde ese día solo le escribí dos veces, la primera vez no me contestó.
La segunda fue un par de días antes del reencuentro.
Si alguna vez me voy de Venezuela, voy a extrañar a mi Caracas. |
La rueda de la fortuna giraba
lento. Vaya que lentitud de muerte, pero sirvió para calmarnos. <<El
Ranger estuvo increíble>> Decía Federico, estaba abrazando a Carolina. Se
veían muy enamorados. <<Sentí que me iba a morir, pero fue lo
máximo>> Comentaba ella. Alcanzamos el tope, se detuvo por un momento.
<<Ojalá Caracas siempre estuviese así, en calma>> Comenté a mis amigos. <<Caracas nunca va a
estar en calma, Gabo>> Me replicó Federico. <<¿Por qué?>>
Preguntó Eugenia, todavía me tomaba de la mano, su cabecita estaba apoyada en
mi hombro. <<Porque los que vivimos en ella siempre estamos preocupados,
siempre vamos a una marcha trepidante. El caraqueño es acelerado. La gente dice
que el venezolano es flojo, y no somos flojos. Somos arrechos. Nunca estamos en
calma>> Federico se rió. <<Esta es una ciudad hermosa, ¿saben? Si
alguna vez me voy de Venezuela, voy a extrañar a mi Caracas. No importan sus
defectos>> Carolina sonaba nostálgica. Hasta los ranchos lucían sublimes.
Ese momento, allá en la cima de la rueda de la fortuna, lo atesoro con mucho
cariño. Federico y Carolina juntos, Eugenia aferrada a mí. Caracas en paz.
Eugenia en un arranque de esos de locura, sacó su celular de su bolsillo y tomó
una foto. Los cuatro sonreímos y una Caracas hermosa nos hacía fondo. Dos meses
después Carolina y Federico se separaron. Ochenta y seis días después Eugenia
me entregó sus llaves y se despidió sin dar mayores explicaciones, el amor se
había agotado, supuso. El amor nunca se acaba. Nunca se acabó de mi parte. Los
dos minutos en el tope de la rueda de la fortuna fueron interminables. Después
abordamos el carro de Federico y nos separamos, no hubo otra salida los cuatro
juntos después de esa mañana. Aún hoy, no nos hemos vuelto a reencontrar como
en los viejos tiempos.
La iluminación invitaba al
romanticismo dentro del restaurante aleatorio que sugerí. La mesa estaba
impecable, excelente decoración, lujosa. Acababa de pagar mi tarjeta de
crédito, así que no estaba preocupado por el tamaño de la cuenta. <<¿Por
qué decidiste contestarme el e-mail?>>
Le pregunté. El mesonero arribó con una jarra de sangría. Nos encantaba la
sangría. <<Me convenciste con esa tonta canción de Bruno Mars>>.
<<Casi todas sus canciones me hacen pensar en ti>>.
<<¿Todavía? ¿Incluso después de más de un año?>>. El mesonero llenó
ambas copas hasta el tope antes de retirarse. <<Nunca dejé de pensarte,
Geni>>. <<Bueno, yo tampoco te olvidé. Solo que ya no podíamos
seguir juntos… No me vayas a preguntar por qué de nuevo>>. <<No lo
iba a hacer, ya no importa>>. Saqué mi teléfono celular. <<Guarda
el teléfono, que estrés contigo y ese aparato. No sé para qué te lo
regalé>> Sonrió y tomó un par de sorbos de su copa. I know you are somewhere out there (yo sé
que estás en algún lugar). <<Talking to the moon>>. <<Apaga eso, coño>> Eugenia
casi escupe la sangría sobre el mantel. I
want you back (te quiero de vuelta) / I want you back (te quiero de vuelta) /
My neighbors think I’m crazy (mis vecinos piensan que estoy loco) / but they
don’t understand (pero ellos no lo entienden). Algunas personas comenzaron
a mirar en nuestra dirección. <<Voy, me gusta la canción>>.
<<Gabriel González, apaga esa vaina, ya entendí>>. You’re all I had (Tú eres todo lo que tuve) /
You’re all I had (tú eres todo lo que tuve). <<¿Solo te convencí con
la canción?>>. <<Si no apagas eso, me voy>> Ella se reía, no
lo decía en serio. Yo conocía sus expresiones. At night when the stars light up my room (en la noche, cuando las
estrellas iluminan mi habitación) / I sit by myself talking to the moon ( tomo asiento
en soledad y hablo con la luna) / trying to get to you (tratando de
encontrarte). Le bajé el volumen
a la canción, la voz de Bruno Mars se disminuyó un poco. In hopes you are on the other side talking
to me too (en ilusiones, tú estás del otro lado hablándome también)/ or am I just
a fool who sits alone talking to the moon? (¿O solo soy un tonto que se
sienta en soledad y habla con la luna?). Eugenia tomó otro sorbo de sangría, éste fue más
largo. <<Estás loco>>. <<No más de lo normal>>. Un
mesonero se nos acercó y solicitó que quitáramos la música, Eugenia se puso
roja. Yo afirmé con mi cabeza. Me estaba muriendo de la risa por dentro.
Silencié a Bruno Mars. El mesonero se despidió agradeciendo la cooperación.
<<Qué pena, te voy a matar>> Eugenia volvía a ser la de siempre,
quizás hacía falta romper el hielo.
<<¿Estás escuchando
Talking to the moon otra vez?>> Me decía Federico desde el otro lado del
monitor. <<Hazte el loco, tú sabes que sí>>. <<Todavía no te escribe,
¿verdad?>>. <<No>>. Estaba Sosteniendo el anillo dorado con
trozos de cuarzo azul entre mis manos. Me sentía ansioso. Ella siempre me hacía
esperar, pero esta vez se estaba pasando.
La conversación fluyó después
del incidente de Bruno Mars y el
mesonero. La vida de Eugenia no había cambiado mucho, seguía en el mismo
trabajo aburrido y el dinero casi no le alcanzaba por culpa de la inflación. La
inflación en Venezuela nos está matando a todos. Hoy todavía no han conseguido
la cura para ese cáncer. Ella había perdido contacto con Carolina, ésta se
alejó incluso de ella tras la ruptura con Federico, Carolina estuvo furiosa y
borró de su vida todo lo relacionado con él. <<¿Por qué respondiste?>>
le volví a preguntar. <<Porque no quería irme sin volverte a ver>>.
<<¿Irte? ¿Cómo que irte?>>. <<Me voy a España con mi mamá en
unos días>>. <<No…>>. <<Sí>>. Tomé su mano, ella
la había dejado extendida sobre la mesa. <<Ahora te vas más lejos>>.
<<Sí>>. <<¿Por qué?>>. <<Porque acá no hay más
nada que hacer, mi a…>> Se contuvo. Se me puso chiquito el corazón.
<<No quiero que te vayas>>. <<Igual me iré. Igual no he
estado para ti en mucho tiempo. Estarás bien>>. <<¿De verdad
dejaste de amarme?>> Le pregunté, nos habíamos bebido casi toda la jarra
de sangría para ese momento. <<Sí, fue muy bonito, pero se acabó. No he
vuelto a enamorarme, salí con un tipo, Roberto… Me hizo sentir especial al
principio, después todo se fue apagando también>>. Yo la miraba fijo a
los ojos. Había deseado tanto mirarla desde hacía tiempo. <<Te ves
hermosa>>. <<Nunca me han vuelto a mirar así… Con esos ojos>>
Nos perdimos en nuestras miradas. <<Y
no lo harán porque no tendrán mis ojos>>. Ella soltó mi mano.
<<La he pasado bien, pero… ¿me llevas a casa?>>. No quería que
terminara la noche. <<Claro, Geni. Vamos a casa>> Sin embargo, no
intenté alargarla. A veces, uno se aguanta las ganas de estirar las noches, de
fabricar horas donde no las hay. No tiene sentido, debí haber estirado la
noche.
<<Ella está bien, relájate,
siempre te ha hecho lo mismo>> Federico me consolaba desde el otro lado
del monitor. <<Lo sé. Solo que me muero por leerla, es lo único que
queda>> Guardé el anillo en su cajita de madera. <<Estarás bien…
Solamente deja de escuchar a mi clon, a veces ese pana lo pone triste a
uno>>. <<Bueno, me voy>>. <<No te vayas a la azotea
otra vez, te estás torturando, coño>>. <<Claro que no, solo me
gusta mirar las estrellas>>. <<¿Las estrellas o los aviones? A mí
no me engañas>>. <<No sé para qué te conté>>. <<Te
quiero. Ella está bien. Ya te lo dijo, alguien
te amará mejor>>. Eugenia llevaba dos semanas fuera del país, según mis cálculos, y
todavía no me enviaba ni un mensaje. Se había vuelto a perder.
La caminata de despedida fue
dura, casi no intercambiamos palabras. Eugenia se mostraba cerrada, difícil.
<<¿De verdad te vas?>>. <<Claro, bobo. No te diría que me iba
si no fuese verdad>> Ella me tomó de la mano. <<Te vuelvo a ver
solo para decirte adiós… No es justo>>. <<Fue bonito, verte fue
bonito. Se te ve bien>>. <<Y me ignoras>>. <<No lo
hago, solo que no quiero que sea una despedida cliché. Quiero que sea un… No sé…
Un hasta luego, tal vez… Sí>>. El edificio estaba a la vista, ella
comenzó a buscar sus llaves en su bolso. <<¿Volverás a desaparecer,
Geni?>>. <<No está en mis planes, Gabo>>. Llegamos a la reja,
ella introdujo su llave, la abrió. <<No pude dejar de amarte>>.
<<Lo sé, se te ve en los ojos. Mira, alguien aparecerá eventualmente.
Siempre sucede. Más nadie te va a amar como yo lo hice, pero créeme, te amarán mejor>>. <<No
quiero que me amen mejor>>. <<No se trata de lo que
quieras>>. Ella se acercó a mí, sus labios fueron sin reservas en
dirección a los míos. Así fue el reencuentro de nuestras bocas. Un beso de esos
que se quedan grabados. Fue breve, pero
infinito. <<¿Me escribirás?>> pregunté cuando ella se separó y
se internó a paso apresurado en su edificio. <<Mañana…>> Me dijo a
la distancia. Eugenia se volvió a marchar sin mirar atrás. Me quedé allí parado
disfrutando de su caminar. Todavía se pasea ella en mis fantasías, nunca voltea.
Hoy, como todas las noches desde
que se fue, Eugenia camina delante de mí. Los aviones danzan sin
destino. La luna está grandota, aun cuando no está. I feel like I’m famous
(siento como que soy famoso) / the talk of the town (el chisme del pueblo
entero) / They say I’ve gone mad (dicen que me he vuelto loco) / Yeah, I’ve
gone mad (sí, me he vuelto loco). Me he vuelto loco, ahora vengo a esperar por su mensaje acá arriba
haciendo uso del wi-fi de la Alcaldía.
Ella no escribe. Solo me acompaña Bruno Mars, repito la misma canción una y
otra vez: Talking to the moon, esa que rompió el hielo la última vez que la vi.
La canción que le envié en el segundo correo electrónico, ese que sí respondió.
But they don’t know what I know (pero
ellos no saben lo que yo sé) / ‘cause when the sun goes down (porque cuando el sol
cae)/ someone’s talking back (alguien me responde). Hoy alucino con que escucho el pitido que anuncia un mensaje nuevo, y que ese mensaje es de ella. Me
imagino un correo corto que diga algo como:
Nadie te va a amar como yo. Alguien te amará mejor.
Te quiere,
Geni.
Así, sencillo. Me imagino que
adjunto trae un archivo: La foto de Federico, Carolina, ella y yo en la cima de
la rueda de la fortuna. A veces, sueño con nosotros cuatro riéndonos de
Federico y lo ridículamente idéntico que es a Bruno Mars. Añoro los besos que
ya no están, y la manera en la que ella me miraba de vuelta cuando estábamos por
hacer el amor, nunca se lo he dicho, pero a mí tampoco me han vuelto a mirar igual.
Que la energía positiva llene ese vacío que sientes en el pecho. (Floyd en montaña rusa - 02/2016). |
L.F. Arias.