Surf en SD

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La vida está en el camino.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Ella no Entendía la Hora Militar

Cornelio se levantó temprano aquella mañana, se sentía como un carajito de 23 años, solo que ya su cabellera no era tan frondosa, es más, las entradas lo habían obligado a raparse el cabello cuando cumplió 44; tuvo una gran noche, Eva, la joven que yacía tendida a su lado, era la evidencia de que a pesar de rondar los 50 aún podía dejar agotada a una muchachita moderna.

Ya la vida no es como antes, todo es tan inseguro, uno da un paso aquí, luego otra paso allá; toda cambia si das un mal paso, o si alguien te tropieza; en este caso, todo cambia si Marlon te tropieza, porque tiene un genio terrible, podríamos culpar a su padre, pero la verdad cada hombre se forja a sí mismo, todos somos libres de elegir que camino queremos tomar, todos podemos cambiar; él no lo hizo.

- ¿No ves por dónde caminas, viejo de mierda? - bramó furioso
- Tranquilo, yo no busco problemas, joven
-Más te vale que no, Guevón...

Esa no sería la última vez que esos dos hombres se verían las caras.

El trabajo de Cornelio era aburrido, siempre se arrepintió por abandonar la carrera militar.

A las 5:30 pm en la hora que todos conocemos o las 17:30 en la hora mira militar, Cornelio regresó a casa, su esposa no quería ni verlo, ella sabía que había otra, solo que aún no había podido demostrarlo << 22 años de matrimonio por la borda, ¡Qué estúpida!>> siempre se arrepentía, se había fijado en el joven equivocado, en el militarcito que se veía tan correcto, Cornelio, ¿un nombre de un hombre correcto?, quizás se había equivocado.

-  Entonces, ¿te divertiste anoche?
- Que me voy a estar divirtiendo, tú eres gafa, no estuve trabajando todo el rato... ojalá me pagaran por divertirme - le contestó él comportándose muy macho
- Esa mentira se la meterás a tu madre
-¿A QUIÉN? - la madre de Cornelio había muerto poco tiempo antes, le había dejado su apartamento en Bello Campo como herencia - ¡Más respeto!... te agradezco
- Miren quién habla de respeto - le contestó con mal genio - ¿cuándo vamos a vender esa casa de tu mamá?
- Se va a vender, cuando se tenga que vender, ya deja de comportarte así, me tienes ladillado
- Ay, Cornelio, yo se que tú tienes tu otra mujer por ahí, a mi no me engañas
- Que te voy a estar engañando, me mato trabajando para ti es lo que es, ni te lo mereces...

El tiempo pasó, la mujer de Cornelio poco convencida, acordó con él que ella iría a limpiar el apartamento cada ciertos días; él intentó que le dijera qué días, pero ella no quería revelarle eso, a ver si así lo descubría con su supuesta amante. La relación de Cornelio y Eva se trasladó entonces a los hoteles baratos que conseguían cuando necesitaban estar juntos, así como cuando habían comenzado a salir y  su madre todavía estaba viva; pero él era un hombre astuto, no por nada había hecho algunos años en la escuela militar, él era "Arrecho", él sabía más que los demás. Estudió a su esposa y descubrió que siempre hacía lo mismo, los domingos salía supuestamente a comprar frutas a las 12:00 pm pero se tardaba mucho, regresaba a casa a eso de las 4:30 pm.

Él la había descubierto, si iba al apartamento de Bello Campo después de esa hora, podría divertirse con su verdadero amor, Eva, quién sí conseguía hacer que sonriera después de pasar buenos ratos placenteros. La llamó un viernes:

- Ya descubrí a mi mujer, este domingo la vamos a pasar bien rico, pero no vayas a llegar antes de las 16:30 - le comentó a su amante - este fin nos veremos, todo será tan rico como antes
- Pero, cariño.... a las... - se terminó la llamada - ¿16 y qué?

Cornelio tuvo que cortar la llamada porque su esposa intentaba escucharla

- La estás llamando a ella, ¿verdad? - le preguntó a Cornelio
- ¿A quién?... tú eres ladilla carajo...

Cuando el domingo llegó...

Marlon ya estaba cansado de llamarla y no recibir respuestas, ya estaba cansado de esperarla; él era un hombre al que las mujeres tenían que respetar, <<ninguna puta me va a joder>> pensó aquel domingo por la mañana; sacó la Beretta esa que le había quitado a un policía muerto, ese sería el último día de esa perra; la rabia recorría sus venas, sus ojos estaban rojos; nadie lo iba a detener. Marchó a paso firme.

El reloj marcaba las 3:47 pm, ella esperaba sentadita en una panadería al frente del edificio, se tomó un café y confundida camino hacia su destino, nunca notó que la estaban siguiendo. Todos la conocían, claro que pensaban que era la novia de un Cornelio soltero, y que la vieja que iba a limpiar los domingos era una cachifa o algo así.

- Señorita Eva, no la veía hace tiempo - la saludó un vecino - está tan hermosa como siempre
- Gracias, Jairo, tú también te ves bien
-Gracias, saludos a Cornelio, tiempo sin verlo a él tampoco
- Viene en camino, estábamos de viaje

La cerradura se abrió haciendo un ruido agudo, rompió el silencio que llenaba todo el apartamento, ya la esposa de Cornelio estaba por salir, pero al escuchar el ruido se escondió en la habitación, no cabía debajo de la cama así que se metió en el closet. Eva cerró la puerta y dejó su bolso sobre la cama al llegar a la habitación, sus tacones resonaban contra el piso de piedra, helado, limpio.

Decidió que se iba a cambiar para recibir a Cornelio, él siempre llegaba un poco después que ella, se quitó la franela y los jeans; la esposa de Cornelio no cerró un ojo, estaba maravillada, la envidiaba, ¿cómo carajos su esposo tan feo pudo meterse con esa carajita tan bella?, la luz que entraba por la ventana parecía resbalar suavemente por la piel dorada de su espalda, tan suave...

¡El timbre sonó!

El reloj marcaba las 4:10 pm, hubiesen sido las 16:10, si fuese la hora militar; ella caminó semi desnuda hasta la puerta, descalza, hasta sus pisadas sonaban divinamente bien; abrió la puerta y ese hombre siniestro la hizo querer morir del susto, se cubrió el sostén con las manos, estaba muerta de la vergüenza; él de la rabia, le propinó un golpe seco en la boca y la tumbó, la pateo hacia adentro y tiró la puerta al pasar; el portazo resonó por todo el pasillo, Cornelio lo pudo escuchar en Planta Baja, no sabía que ese ruido venía de su apartamento, algo le había dicho que Eva iría antes de las 16:30, por suerte para llegar a casa a esa hora, su esposa debería abandonar ese apartamento tipo 16:00, no había mayor problema, Eva podía haber llegado un poco más temprano. 

La puerta se abrió cuando Marlon apuntaba a una Eva que sangraba mucho y que  estaba tendida sobre el suelo esperando la sentencia del hombre con el arma.

- Así que eres tú... - pudo recocer a Cornelio como el viejo con el que se había tropezado días anteriores - ¿te estás acostando con este viejo? - le preguntó Marlon a Eva, ella no respondió solo lloraba
- ¿Qué está pasando aquí? - preguntó Cornelio
- ¡Eso pregunto yo! - Olga, su esposa, salió de la habitación
- Esto... eh.... - Cornelio no sabía que responder
- Es ella.... - la señaló con rabia - esa  es tu otra mujercita
- No... sí...
- Bueno mi señora, ella era... - dijo Marlon de manera cínica antes de jalar el gatillo

Eva murió....

- Y este... Era.... - dijo antes de apuntar a Cornelio y despacharlo directo al sueño eterno

Cornelio murió....

- Y usted, mi doña....
- ¿Yo?... no... yo.... - tartamudeó

- Usted... Era..... - la bala recorrió la habitación lentamente, rompiendo al viento, sin permitir que se dijera alguna otra cosa.

Ya eran las 16:30, Olga debió haber estado en casa.

El piso ahora estaba manchado...

Dos pecadores, pero sobre todo, una inocente murió, porque ella, Eva, no entendía la hora militar.

El piso aún continúa manchado...


L.F. Arias

"Algunas personas nunca van a aceptar nuestras disculpas".







sábado, 11 de agosto de 2012

El Abrazo no Dado

La mañana no lucía nada prometedora, de seguro perdería mucho tiempo en el banco, pero ya había retrasado demasiado el cambio de mi clave telefónica, estaba un poco harto de no poder usar los servicios que se ofrecían en línea, parecía un cavernícola, puro cajero, así no es como se maneja el dinero en la segunda década del siglo XXI.

El cielo de agosto estaba gris, recordé aquellos días hermosos de abril, con esa brisa que calentaba mis pensamientos de a poco, pero que nunca dejaba de ser fresca; vaya que mis zapatos estaban pesados, el haber trotado la mañana anterior me dejó las piernas cansadas; si tan solo tuviese mejores cosas que hacer, algo estaba pasando dentro de mí, una sensación de derrota, un poco de frustración, nadie le gana la batalla al tiempo, pero ya me sentía como un viejo prematuro.

Tomé un bus de los que ahora se empeñan en cobrar 4 BsF, la verdad era que ya sabía que quería hacer después de ir al banco, y no quería esperar 40 minutos a que pasara el metrobus, saludé al conductor sin recibir ninguna palabra amable de vuelta, nadie, las personas solo me miran el cabello, no importa si lo peino o no, si lo recojo con una cinta o si está mojado por una ducha, pero que más da, el mundo de ahora es tan frío que no vale la pena intentar calentarlo con un poco de humildad o gracia.

El banco estaba abierto, personas de todos los tamaños decoraban el lugar, habían algunos motorizados gordos también, lucían sucios, pero las personas así a veces me sorprenden con pequeños detalles que los hacen ver más limpios que a las personas de clase, bueno, supuesta clase alta, esas etiquetas que uno pone, ¿y para qué?, ¿para lastimarnos unos a  otros?, ¿Para dividirnos? o quizás simplemente para sentirnos mejores que otros, o peores... hay muchos tipos de gente, no me sorprendería demasiado.

Contarles como me fue en el banco no es el objetivo de mis historia de hoy, pues ya todos los que me leen deben saber como es eso, la verdad no es muy interesante, solo es así la primera vez, como todas las primeras veces, aunque hay cosas que me siguen dejando enganchado sin importa cuantas veces las haga, siempre depende de la buena compañía.

Una sonrisa galana adornaba mi cara, iba de un cachete al otro, estoy seguro de que alguien mas la habrá notado, disfruté de ella cada vez que se reflejaba mi rostro en las ventanas de los carros que me pasaban por el lado izquierdo; el cielo gris de a poco cambiaba de color, y  ya el sol comenzaba a inquietar el ambiente con su calor y su luz brillante; me quité mi suéter de rayas verticales justo en la entrada del supermercado más cercano.

Compré un mango, bueno una manga, saben el mango que es más grande, no entiendo por qué le dicen así; también compré unos marshmallows y una bolsa de papitas de esas que tienen más aire que papas, pagué con mi tarjeta y la cajera me preguntó que por qué no me cortaba el cabello, en la foto de mi cédula tenía un corte muy corto de cabello, según ella me veía mejor, no lo dijo de malas, de hecho me sonrió, pude sentir como mi sonrisa galana le iluminó la nariz de vuelta; no me distraje demasiado y caminé a un edificio que tenía muchos meses sin visitar, esa llave en mi llavero ya no se usaba.

La señora conserje me miró raro, un hombre joven con barba de 3 días completamente desconocido debió sorprenderla, ella era nueva, se calmó cuando una vecina me saludó con mucho cariño, la señora Adela del 1-1, casi me consigue un cupo en la UNEFA cuando planeaba cambiar de carrera y de universidad, salió apurada, creo que iba tarde para su trabajo; tomé el ascensor y me detuve en un piso que no mencionaré.

La reja de la puerta estaba abierta en el apartamento en el que aprendí que la familia no siempre es aquella que comparte tu misma sangre; toqué el timbre para que me abrieran la puerta, rasguñada por alguna criatura canina. Esperé, esperé por un par de minutos, pero no estaba apurado, hacía tiempo que quería hacerlo, esa visita estaba marcada en mi calendario, no literalmente por supuesto, y después de una espera taimada la puerta se abrió, ella me recibió con su cara tan pálida como la nieve. 

Hubo un poco de tensión al principio, justo como me lo imaginé tantas veces antes de dormirme, ella había vuelto a teñir su cabello de castaño oscuro y sus labios seguían igual de grandes, pero el tiempo es sabio y ya no había nada en ella que consiguiera atraerme, la magia había muerto desde aquel mes de noviembre en el que experimenté por primera vez la desgracia de un corazón roto por una mujer, esa sensación horrible, espantosa, tus ojos se vuelven cascadas y un pozo profundo y helado se forma en el medio de tu pecho, un hoyo sin fondo, pero lleno de pesar y soledad, lleno de fracaso y de frustración como las cosas que han invadido mi cabeza de a ratos desde hace algunos días.

No me dijo nada, ya no había nada que decir, o eso creí yo durante más de un año, hasta que lo comprendí, hasta que ver sus fotos sonrientes no me causaron ganas de vomitar, hasta que asimilé mi destino y descubrí la verdad, acepté lo que la vida me propuso, y gané, o eso creo. 

-¿Está tu mamá en casa? - le pregunté sin caer en la trampa del silencio que ella proponía 
-No, todos salieron, estoy sola - me respondió esperando que me fuera rápido
-Hummm... había comprado esto - le enseñé la bolsa
-Mi abuela disfrutará de ese mango grande - me dijo, a su abuela le encantaban las mangas
-¡Oh!, disculpa, las papitas son mías
-¿Sigues siendo adicto a esas cosas? - me preguntó 
-Y al té de limón también, yo nunca cambio
-Bueno yo les daré estas cosas y les diré que son de tu parte

No quise prolongar lo que ya de por sí era muy incomodo, así que hice lo que tenía que hacer, dije lo que tenía que decir, me tomó muchos meses para sentirme finalmente bendecido, aliviado, triunfante; y desde entonces me moría por hablarle para darle las gracias; las gracias por haber tomado una decisión que generó  un cambio para ambos, ella se iría con ese tal Charles  y yo me quedaría sólo, pero gracias a eso aprendí cosas de mí mismo que nunca hubiese descubierto a su lado.

-Ah... ¿Gracias? - dijo, como siempre mostrando ese lado repelente que yo detestaba
-Sabes, estoy muy agradecido, te debo un gran favor, pues ahora sé que estoy lleno de amor; podrás decir lo que quieras de mí, que soy egoísta, superficial, que soy tacaño y flojo, quizás que soy flaco y pequeño... pero nunca podrás decir que soy una mala persona, nunca podrás negar que soy un hombre complejo, sensible, amable, amoroso y correcto, nunca podrás decir que soy uno más del montón, pues yo soy único, y no único como los demás que aunque son diferentes quieren ser iguales y siguen un patrón, yo soy diferente, misterioso y hasta fastidioso, pero encantador.
-Ajá...
-Hoy vine hasta acá para abrazarte y darte las gracias, por darnos a los dos una nueva oportunidad de ser felices, por permitirme crecer, y me hubiese hasta encantado que él estuviese aquí.
-¿Charles?, pero si él te odia, tú si que eres bien extraño Floyd - me dijo con aires de superioridad
-Él me odia, pero yo ya no lo odio a él, no es mi culpa que las cosas hayan pasado así, ni tampoco es su culpa, pero quisiera abrazarlos a los dos, sonreírles y salir corriendo a mi casa, quizás hoy pueda besar a mi novia mientras vemos caer al sol desde la mesa de ping pong de mi edificio
-Pues, de nada, no sabía que te sentías así, ¿te está yendo bien?
-De maravilla
-Que lo disfrutes, nos vemos luego

A pesar de todo, algunas personas no están dispuestas a aceptar un abrazo, hacer las paces no les parece suficiente, e ignoran el lazo que se puede formar cuando uno está dispuesto a perdonar y seguir adelante, cuando dejando a un lado todos los malos ratos estamos dispuestos a lanzarle una sonrisa galana a la vida.


"La verdad duele, cuando la dices, cuando la escuchas y cuando la lees".

                                                                                         L.F. Arias

Floyd - Unas cuantas navidades atrás