La frustración ha llegado metida
en una caja forrada en papel de regalo; papel estampado con sonrisas
hipócritas, globos y gorritos rojos y amarillos. El obsequio inesperado del
fracaso. La ilusión de una victoria vacía, derrota moral conseguida con arañazos
y gritos ásperos a los cuatro vientos. La música me embriaga lentamente, todo
se transforma en oscuridad porque las luces que permanecen encendidas están viciadas… porque ya correr no tiene
sentido. Caminar es lo único que me queda.
"El fracaso es un estado de ánimo" dicen quienes desean nuestro bienestar emocional, afirman que no existe y
niegan que alguna vez lo hayan sentido. El agua les llega hasta el cuello. Un
rinoceronte blanco inicia una estampida en sus salas de estar y el ruido les
interrumpe el audio de sus comedias televisivas favoritas. Suben el volumen al
máximo. Ellos escuchan solo lo que quieren escuchar y pretenden enseñarnos “la
manera”, más bien “su manera” de entender una vida llena de trampas diseñadas
por los titiriteros de la élite social.
El descontento de sentirme el
ganador con derecho de algo que me merezco, pero por supuesto, si es que no me
han enseñado nunca a ganar; es por eso que corro al lado de los perdedores para
darles palmadas en sus espaldas y hacerlos sentir mejor. He estado allí tantas
veces que ya comienzo a creerme la realidad de que muy posiblemente las
victorias no llegarán muy a menudo. Es una paradoja eterna, sí… la de ganar y
aun sentirme como si mereciera haber perdido.
La derrota es para mí el regocijo
cobarde que inunda mi corazón todas las noches antes de caer inconsciente. La
cobija es demasiado corta para protegerme de las debilidades de mi mente, el
frío se mete por las plantas de mis pies y termina haciendo corto circuito con
mis ideas confusas. Sueño con espejos reflejando mis ojos oscuros. Sueño muy
poco, pero cuando lo hago crujen mis muelan, rechino mis dientes por el estrés.
Sufriré un colapso antes de que alguien pueda evitarlo. Sufriré al partir antes
de que alguien lo note porque soy silencioso al abandonar las habitaciones.
El baile llega a mí cuando están
por quebrarse mis rodillas. Nadie está cerca para evitar la estruendosa caída, pues todos están allí para verme chocar la nariz contra el suelo de concreto. El
baile llega al ritmo de la percusión, tiemblo en el aire porque estoy saltando.
Salto cada vez más alto mientras pienso en las mujeres que creí haber amado; y en las que no. Sacudo mi cabeza
cobardemente cuando me descubro a mí mismo con miedo a admitirlo, con temor a
gritarlo. Caigo y de nuevo estoy solo.
La música ruge, el público clama
por mi intervención. Es habitual, es habitual que sea el hablador de la fiesta.
Es recurrente… sonreír, coquetear, beber y perder los estribos. El bajo me hace
sentir el sismo debajo de mis pies descalzos, sigo en cama… ¿en cuál cama? Son
ya las 3:00 a.m. y la guitarra anuncia una entrada. Soy yo. Es ella. Es su silueta desplazándose lentamente hacia mí. Es mi lengua
hinchándose por la excitación. ¿Estoy en el cielo? No.
El engaño es la ilusión que me
hace pretender que todo transcurre como debiera. Es la voz que me guía de
vuelta a una realidad que amo tanto como la detesto, es el calor que de pronto
se siente frío mientras transpiro por motivo de una asfixiante desesperación.
¿Quién soy? Un hombre joven en pleno
tránsito esquivando los carros de carreras; las banderas a cuadros. Soy la voz
que se quiebra por motivo del placer que en ocasiones me resulta ajeno, porque
estoy tan habituado a rendirme que me cuesta asumirlo como mío. Me cuesta
aceptar ese regalo que me da ella. De allí a que ella susurre, apriete sus
labios, rasguñe mi pecho y se aburra tras tan solo 15 segundos de mi abrumadora
insatisfacción. Me cansa, me angustia, me decepciona esta perpetua
insatisfacción.
¿Dónde estoy? Quiero creer que en
donde debería estar, pero detrás de ese deseo insulso yo sé que no es así.
Ahora ya sale a la luz esa verdad. ¿Qué se supone que debo hacer? Nadie debe
ayudarme a responder esa pregunta. Lo repito: Me aburre, me angustia, me
decepciona esta perpetua insatisfacción. Me enferma esta situación.