En la parcela de Jaime 12/15 |
Tomé un bus con destino a un
lugar desconocido, me embarqué sin fecha de retorno para escapar del caos que
envuelve a la ciudad. Sin embargo, fui embaucado por la suerte, pues a mitad de
la sabana todavía pienso en ti.
El sol juega solitario en el
cielo azul celeste, pues no hay nubes acá. Todos se refugian en sus casas, yo
prefiero tenderme sobre la hamaca de cabuyas y sentir como se van los minutos
mientras la brisa acaricia mi piel. El aire aquí es puro. Todo se ve más claro,
como si estuviese en alta definición. Sin duda los colores que apreciamos en
Caracas no son reales, son algo similar a una burda ilusión a la que nuestros
ojos se acostumbran para evitarnos el mal rato de sabernos ignorantes a las
tonalidades verdaderas de las cosas.
Las frutas cuelgan de los árboles
como un regalo ofrecido por la naturaleza, un regalo delicioso. Hemos caído en
la trampa de escarbar cestas de supermercados y abastos en busca de naranjas,
guayabas, manzanas y peras frescas, pues acá están las de verdad. No hay
refrescos, ni jugos de cartón. No hay mentiras de ese tipo. Aunque el que las
busque siempre las va a encontrar ocultas en algún lugar.
En este pueblo abunda la cerveza,
se beben diariamente más botellas del líquido dorado que vasos de agua. Algunos
afirman que así combaten al calor abrumador que nos hace transpirar desde las
siete de la mañana hasta que nos vamos a dormir aliviados por frío proveniente
del aire acondicionado. He bebido mucho. Diferentes sabores. Así he llegado a
confirmar, nuevamente, que el alcohol no me apasiona; todavía creo que
preferiría una buena compañía, dos buenas raciones de sushi y un par de vasos de té frío sabor a durazno.
Los niños corren libres por las
calles de tierra. Juegan desnudos sobre el pasto de sus patios. Saltan, ríen y
bailan. La inocencia de la infancia me enamora. Contigo llegue a sentirme como
un niño, fui libre; decía incoherencias, me tropezaba al caminar y caía como
tonto en la bella trampa de tu sentido del humor. Para los chicos todo es
nuevo, todo sabe bien, todo se ve bien. Es apasionante. Ellos montan bicicletas, yo lo intento, pero me caigo. Me
quito la camisa, sudo, rio. Me siento como nuevo.
Los cerdos se revuelcan en el
lodo, buscan comida en cada rincón. Las vacas se comen el pasto y le dan
armonía al paisaje sonoro del pueblo con sus bramidos. Las aves y las mariposas vuelan por doquier, son
libres. Estoy tan lejos de mi camino habitual que ya el tiempo se ha perdido.
Viajo sin brújula. Los perros son amigos de los gatos, y las arañas se esconden
en mi ropa. Estoy tan lejos de casa, que ya ni me importa.
Lo simple de la vida me permite
continuar con el proceso de aprendizaje que ya venía desarrollándose desde la
noche del once de noviembre. Acá no hay abundancia material, la riqueza se
resume en un plato plástico con dos arepas de maíz y una gran porción de nata a
un costado. La riqueza se separa de los billetes para volverse algo grato con
la capacidad de hacerte sonreír. ¡Qué gusto da sentirse así! ¡Qué gusto da afirmar
que, como siempre le he dicho a mi padre, el dinero es simplemente números y
papel!
Acá sueño despierto
constantemente. Sueño con dos ojos de mujer que me miran desde el horizonte
lejano, tal y como me mirabas tú cuando la puerta de la habitación se cerraba.
Sueño con miradas pícaras que me calientan. Acepto que esos ojos no son los
tuyos. Entiendo que no deben serlo.
Sueño con dos manos de mujer que
me acarician el pecho cuando la hora de dormir se hace inminente. Sueño con ese
tacto febril que me recuerda que estoy vivo. Acepto que esas ya no sean tus
manos. Entiendo que no deban serlo.
Las intrigas están escondidas en
cada hogar. Poco a poco las descubro; me encanta. La mujer de un hombre es su
cuarta hembra. Un hermano es capaz de estafar al otro en un juego de cartas. Un
forastero se coge a una vieja para encontrar refugio y después se revuelca
entre topochos con una mujer de veinticuatro. Cada sobrenombre tiene una
historia, hasta dónde sé todavía no tengo uno.
La vida es tan simple, y me
rehusaba a creerlo. La vida está en cada grano de arena que desciende del reloj
artesanal que Dios fabricó para cada uno de nosotros. Tenemos el tiempo
contado. Maldigo a la filosofía con la que me formé creyendo que estaba
incompleto, que me hizo trabajar en función de lo que me faltaba, en lugar de hacerlo
en función de lo que tengo. Malgasté tiempo, quemé experiencias y te perdí. Te
perdí cuando me perdí. Solamente debía seguir siendo yo mismo. Por eso ahora me
he vuelto a perder para poder encontrarme, solo me pesa saber que ya no te voy
a volver a encontrar a ti.
Estoy en un viaje. He vuelto a
ponerme en movimiento; estoy hambriento.
No sé en dónde estoy y me encanta. Digo que sí cuando lo siento correcto, digo que no si así
lo quiero y me encojo de hombros si me da igual, si deseo que el azar reine por
un rato. Me la juego en el lance de unos dados, a la caída de una moneda sobre
el cemento pulido y al revelar de unas cartas españolas, porque así la vida es
más grata, así me sorprende y me vuelvo a sentir vivo.
Sigo soñando despierto. Sueño con
un par de labios femeninos que pronuncian mi nombre desde las sombras, tal y
como lo hacían los tuyos cuando tus pechos me tentaban, cuando querían mis
besos. Sueño con dientes incisivos centrales que no son perfectos. Acepto que
esa ya no sea tu boca. Entiendo que no tiene porqué serlo.
Estoy perdido en la sabana
buscando lo que desconozco: Palabras, bebidas, pieles, climas, animales,
colores, sabores y mujeres. Estoy dando tumbos al azar para poder encontrarme
con el hombre-niño que debía ser si hubiese vivido aprovechando la plenitud de
mi ser. Quiero encontrarme antes de que se agoten mis granos de arena, porque
deseo que cuando se de mi reunión con Dios, Él pueda reírse de mis planes y yo
de los que Él tenía para mí, estando de acuerdo en que lo que conseguí era lo
que inevitablemente iba a conseguir si daba lo mejor de mí.
Todos estamos perdidos, y eso
está bien; porque cuando creemos que no lo estamos, dejamos de movernos. No
dejemos de movernos. Sigamos adelante, porque solo los que se mueven se
encuentran con que al final aprovecharon al máximo todos y cada uno de sus
granitos de arena. El final llegará y nos encontrará con una sonrisa. Será una
grata despedida, una bella sorpresa.
Que el final nos encuentre plenamente satisfechos.
L. F. Arias
Que el final nos encuentre plenamente satisfechos.
L. F. Arias