Surf en SD

Surf en SD
La vida está en el camino.

jueves, 12 de junio de 2014

Una Flor

     Acá estamos, es el momento en el que nos encontramos en el final del camino, un camino que se divide, que nos divide. Me encuentro con mis manos ocupadas, una sostiene una flor y la otra una roca; roca de la cual me desprenderé en tan solo un abrir y cerrar de ojos, una roca que cargo sin saber realmente por qué. Mi mirada estudia tus gestos, los dos sabemos que no quieres partir, pero que estoy en la obligación de no interponerme, porque sería cruel el forzar tu permanencia en un estadio que ya se ha hecho muy pequeño, en el cual ya has brillado todo lo que tenías que brillar, y en el cual yo no he sido digno merecedor de tu gloria.

     Sí, acá estamos, compartiendo unos minutos que se alargan demasiado, tú detestas las despedidas de borrachos y yo detesto la idea de resignarme con esta derrota. Tú tan bella y yo tan, tan, y yo tan miserable. Soy tu admirador aunque cuando llega el momento de abrazarnos no dure mucho porque me das demasiado calor.

     Es así como de pronto compartimos una cama individual, con sonrisas infantiles e intenciones un poco más adultas; así como te endulcé el oído tantas veces para encontrarnos de pronto en medio de una ardiente pasión; vaya noches aquellas en las que te dejaba doliendo las piernas y pidiendo repetición, vaya noches de fiesta, en las cuales el manso ganso se convertía en un halcón, en las que el lobo se descubría de su piel de oveja inocente y cenaba cual glotón. Vaya noches que ahora lucen lejanas, vaya noches, mi amor.

     Suelto la roca resignado, hoy me encuentro con que soy el perdedor, el perdedor de siempre que se reencuentra con su destino, el destino de perderte. Vaya días se vienen, días de desolación; días en los que la vida me maltratará, así será, no tendré ángel que me proteja, no estarás tú; no, no estarás tú.

     Ya caminas, ya te alejas, ya disfrutas de tu libertad, y es que te mantuve presa, sumisa, vivías a mi voluntad; y no estaba bien, nunca podría haber estado bien, porque no naciste para  esto. Duele finalmente admitir que tu partida es lo más sano para los dos, es la salida que tanto hemos buscado, es el milagroso resultado del capullo que se abre, eres tú, un bello ángel de alas grandes. Eres tú, y tu partida es nuestra salvación.

     Ya volteas a mirarme, es una agridulce sensación. Saber que es correcto lo que hacemos aún cuando uno de los dos no esté satisfecho; pero tendríamos que pensar en qué podría satisfacernos a los dos, no hay tal cosa, no es posible, porque siempre tiene que haber un perdedor, y el perdedor no se lleva a casa un trofeo, se lleva en cambio una flor, una flor que se marchita, a la cual no la salva ni el sol. Una flor cuyos pétalos se arrugan muy rápido, me genera mucha desesperación, el saber que cuando muera, tu recuerdo se borrará, tu risa muda se volverá, tu tacto… será como si nunca pasó, y así entonces nuestro amor, nuestro amor caerá en el olvido, porque no podría vivir el resto de mis días con un corazón roto.

     Con tu nombre he bautizado a esta flor. Arrancaré uno a uno sus pétalos de camino a casa, mi amor, para que cuando llegue todo sea como cuando todavía no existías. Porque siendo un hombre incompleto puedo vivir pretendiendo que nunca gocé de la fortuna de encontrarte, de encontrar a mi otra mitad; puedo vivir engañado, ignorante. Pero vivir recordándote, no, mi Dios, no puedo. Prefiero ir desprendiendo estos  pétalos, rogando que sean impares, para empezar con un te quiero y terminar igual. Siento como la brisa me arroja un beso que se escurre por mi mejilla izquierda y sigue su camino hasta alojarse en las sombras que hacen vida en mi pecho. Te siento sin conocerte, soñando tontamente con encontrarte, ilusionado con la vida que alguna vez cruzará mi camino con el tuyo para que entonces podamos volverlo a intentar; tú sabiendo que soy un idiota y yo teniendo nuevas oportunidades de abrazarte hasta que mi corazón se derrita con el calor que emana tu piel blanca durante los días calurosos.

     Primer pétalo cae, así siguen los demás, cada uno agranda el misterio, espero sepas adónde vas, porque si mi plan llega a puerto de mi no te vas a escapar, porque esta flor, ya ha muerto y el reloj ha comenzado a andar.

     Ahora solo tengo un sueño, es el sueño de poderla encontrar. Mi Flor amada, así se llamaría ella, tendría mejillas coloradas y una silueta discreta que luciría cada tarde al borde de mi cama. Flor se llamaría ella, si la pudiese encontrar, mi vida sería bella, y nunca, nunca, nunca, la podría olvidar.

    ¡Pero mira, si hay 7 pétalos en el suelo! Espero que el que haya jugado con ellos haya iniciado con un te quiero, en ese caso no habría otro final, no habría un final más hermoso, no hay sentimiento más sublime que ese que se produce bajo la ilusión del amor. No hay batalla que no se pueda librar si uno la tiene a ella; Flor se llamaría ella, si la pudiese algún día encontrar, no sería más un hombre incompleto, yo nunca, nunca, nunca, la dejaría escapar; sería mi amor eterno, y con eterno me refiero a que no tendría final. Me encuentro perdido en un camino que se me hace familiar, quizá si sigo el sendero en el que se encuentra esa roca el destino me pueda premiar.

     No tengo nada que perder, sin embargo tengo mucho por avanzar. Voy sin miedo, a mi Flor voy a encontrar.



     ¿Ustedes creen en las segundas oportunidades?