<<¿Cómo te encuentras hoy,
Edgar?>> La señora Miriam tiene una mirada bastante pesada. Sus malditos
lentes de pasta gruesa no son capaces de contener la pesadez que irradia de sus ojos negros. Va despertando de a poco La Furia en mí. <<Bien>>. Ella toma nota. <<Es un gusto
tenerte conmigo el día de hoy. Veo que te has rasurado el bigote>>. Sus
labios gruesos están mal pintados, ya es habitual que su boca sea un desastre.
<<Sí, fue una idea que se me metió en la cabeza>>. Ella toma nota
de nuevo. <<¿Qué otra idea anda rondando por ahí? No nos hemos visto en semanas>>. Hoy tiene
pelos que salen de sus fosas nasales, eso es nuevo. <<La de
siempre>>. Ella por poco comienza a tomar nota de nuevo, no lo hace. Me
está mirando. <<¿Cuál es esa?>>. <<Rosa Mary>>. Esa
mirada siempre me pone nervioso. No me gusta estar con la señora Miriam.
<<El Tiempo que te toma a ti, es el
tiempo que me toma a mí>> Me dijo Rosa Mary con su voz en calma. Las
sábanas estaban revueltas. Sus cabellos rizados lucían enmarañados. Los
alrededores de su boca eran un juego de colores rojizos por la pintura de
labios regada. <<Si pudieras verte la boca, pareces un payaso>> Me
dijo antes de darme un beso veloz. Mi teléfono celular sonó.
<<Disculpa>> Ella detestaba que contestara el teléfono después de
hacer el amor. <<¿Qué más da?>> Se levantó de la cama. Se marchó
molesta, supuse que había ido a la cocina a buscar un vaso de agua, habíamos
sudado mucho, si yo tenía sed, ella también debía estar sedienta. Contesté la
llamada sin prestar atención al nombre que se mostraba en la pantalla.
<<Es hora de despertar…>>. Se trancaron mis pulmones, una fuerza
sobrenatural los exprimía. Caí asfixiado sobre la cama. El sueño había llegado
a su fin.
Las noches de insomnio eran recurrentes
desde el accidente. Cuando el dormir llegaba, entonces había pesadillas. Edgar
López fue encontrado más muerto que vivo dentro de lo que antes del choque era
una camioneta Grand Cherokee 2000. El árbol que frenó a Edgar se mantuvo en
pie. Los robles son difíciles de derribar. Los oficiales y demás cuerpos de seguridad presentes en la
terrible escena, especulaban acerca de los posibles motivos del accidente.
<<El hombre ha de haber estado borracho
‘e bola>> Comentaba un gordo uniformado. <<No, ese hombre
estaba sobrio>> Un sujeto elegante se fumaba un cigarrillo mientras
compartía su opinión. <<Habrá tenido una emergencia, trató de ir más
rápido de lo normal y se jodió. ¿Por qué siempre que alguien se vuelve mierda uno asume que estaba
ebrio?>> Un joven paramédico se mostraba alterado. Los tres hombres se
quedaron discutiendo, mientras el estropeado cuerpo de Edgar era trasladado al
hospital más cercano.
<<Todo el mundo pide deseos y se
sienta a esperar… Todo el mundo malgasta su tiempo, Edgar. Ya estoy harta de
esperar a que cambies, ya estoy hasta el cuello con tus pendejadas. ¿Acaso es
tan difícil aceptar el hecho de no necesitas nada más para ser feliz?>>
Rosa Mary estaba bastante molesta aquella tarde, creo que, de nuevo, estaba
llevando las cosas demasiado lejos. Su paciencia ya no daba para más.
<<Tú no me entiendes, Mary. Coño, ponte en mi lugar, no joda>>. La
caída parecía definitiva, debía asegurarme de caer de cabeza para que el
impacto terminara con el asunto para siempre. Un mal cálculo podía dejarme vivo
y más jodido de lo que ya estaba. <<Si esto es lo que quieres, si ésta es
tu manera de resolver las cosas, entonces hasta acá llego yo. Me rehúso a ser
testigo de tu final. Me enferma ser espectadora de tu destrucción. Lo he hecho
todo para apoyarte, Edgar. ¿Qué más quieres de mí?>>. No quería nada. El
peso de mi cuerpo se trasladó a la parte izquierda, me sentí halado por la
gravedad. La escuché gritar. El ruido se fue apagando. Sordo comprendí que el
sueño había terminado.
<<Debes dejar que el pasado quede
atrás, Edgar. ¿Qué ganas con traerlo de vuelta?>> Miriam, siempre Miriam.
La odio. <<No gano nada>>. <<Algo debes ganar, mira, la vida
es un negocio. Algo ganas y algo pierdes, estos recuerdos de Rosa Mary son
recurrentes, eso me indica que alguna ganancia sacas. Bueno, puede ser que lo
percibas como una ganancia, aunque no sea una>>. <<No gano nada>>.
<<A veces no es fácil notar qué estás ganando>>. Todavía no acepto
los sucesos del once de noviembre. Siempre intento engañar a Miriam, pero ella
no me cree. Miriam es muy lista. <<Déjeme pensar qué es lo que podría
estar ganando>>.
"Ya entra, vamos" Rosa Mary. |
El teléfono celular sonó, desesperado,
Edgar lo buscó en uno de los bolsillos de su pantalón con una mano. Con la otra
sostenía el volante de la camioneta. Era el tono predeterminado para Rosa Mary.
<<¡Aló!>> Exclamó angustiado. <<No grites… Siempre gritas por
teléfono>> Era ella, su voz inspiraba calma. <<Perdón>>
Moderó el tono de su voz. <<¿De verdad te vas?>> Ella había estado
llorando, era difícil percibirlo, pero él podía hacerlo. <<En eso
quedamos, mi amor. Es lo mejor para ti. Amarme es muy difícil>>.
<<Sí, estoy agotada. Te he llorado, te he sufrido. Edgar, ¿Por qué no
puedes cambiar? Nada te basta…>>. <<Tú eres más de lo que merezco,
tú me bastas…>>. <<Vuelve, vuelve por mí>>. En una maniobra
arriesgada, la camioneta de Edgar se coleó y pasó de ir al norte, para ahora
dirigirse al sur. Las marcas de los cauchos quedaron sobre el carretera. El
ruido espantó a las lechuzas. El celular salió volando y golpeó el techo.
<<¡Voy!>> Gritó. El celular aterrizó en el asiento trasero.
Pensar no es algo que esté disfrutando en
este preciso momento. Me enfurece tratar de responder preguntas que no se
supone deba responder. No gano nada, más bien pierdo al quedar estancado en
ella. El once de noviembre vive en mí. <<Entonces, Edgar, ¿Qué ganas
trayendo al pasado de vuelta?>> Miriam insiste. La Furia está allí, su
mirada la despierta, mis venas se infectan con la rabia del recuerdo. <<Me da compañía>> Digo al fin, lo único que
siento. <<Claro… La soledad. No le temas a la soledad>>. <<No
le temo, no le tengo miedo a nada, Miriam>>. <<Yo entiendo que no es
fácil, sin embargo estamos haciendo un trabajo y te aseguro que volverás a
estar bien>>. No le gusta que me dirija a ella así, odia que pronuncie su
nombre. Pero la odio más a ella. <<¿Cuándo voy a estar bien? Ya me siento
bien>>. <<Todo en su debido momento>> Dice ella mientras toma
notas que no puedo leer.
"Lo que hice... Yo no sé. La Furia tomó el control" Edgar López. |
La niña Rosa Mary jugaba a saltar la
cuerda. Ella y sus amiguitas reían felices. Cinco árboles de cerezos rodeaban
el patio. <<Cincuenta, cincuenta y uno. Cincuenta y dos>> Susanita
era la encargada de contar. <<Miren quien llegó…>> Ramona, la negra
Ramona, ella me odiaba. <<Cincuenta y cinco… - Rosa Mary tropezó - ¡Ay!
Solo cincuenta y cinco, Rosita. Ese niño te empavó>>
Susanita negaba con la cabeza. <<¿Qué haces aquí, Edgar?>> Ramona
le entregó a Rosa Mary el extremo de la cuerda que sostenía. <<Vine a
jugar>>. <<No vas a jugar>> Respondió altanera como siempre.
<<Tú eres pavoso>>
Comentaba Susanita. Rosa Mary caminó hacia mí. <<No te juntes con él
Rosy>> Ramona daba sus órdenes habituales. La niña Rosa Mary tomó mi mano
y caminamos lejos. Las hojas rosadas revoloteaban a nuestro alrededor. El aroma
floral era placentero. Sus manos eran suaves. <<Algún día vamos a ser
mejores amigos, Egui. No importa si para los demás eso no está bien>> Su
voz era dulce. El viento arreció. Nos elevó de tal manera que ya no tocábamos
el suelo. Nos soltamos de las manos. <<¿Algún día?>> Le pregunté.
<<Es hora de despertar>>. Me dijo antes de ser arrastrada por el
viento. La vi perderse a la distancia. El sueño terminó.
<<Debemos dejarlo hasta acá, Edgar>>
No parecía ser ella misma. Rosa Mary tenía la mirada perdida. <<¿Qué pasó?>>.
<<Ya no puedo seguir, nada de lo que hago es suficiente. Duele amarte, me
quema. Ya no puedo, Edgar>> Rosa Mary se fumaba un cigarrillo, ella nunca
fumaba. No le gustaba fumar. <<Tu felicidad debe ser lo más importante
para ti>>. <<Sí>>. <<¿Tu felicidad no era yo?>>.
<<Sí, y allí estuvo el problema. ¿Cuántos años van ya?>>. <<Toda
una vida>>. <<Será mejor así entonces. Será el inicio de una nueva vida>>
Rosa Mary tomó su bolso y abandonó el restaurante. <<¿Qué harás
ahora?>> Edgar le preguntó al vacío que ella dejó. No hubo respuesta.
La adolescencia fue la época más bonita. Rosa
Mary floreció y pasó de ser la niña más bella del mundo a la mujer más bella
del mundo. El campo estaba localizado en el horizonte, no había nada al norte,
tampoco al oeste. Solo flores amarillas, girasoles enormes. No había brisa. La
luz descendía del cielo provocando un efecto de calidez inigualable. <<Vamos,
Egui. Ya quiero ver cómo estoy quedando>> Sostenía un pincel, estaba
pintando su retrato. <<Bella, hermosa. Estás quedando de la única manera
que puedes quedar>>. Contaba con la infinidad de colores requeridos para
darle a ella el más bonito de todos los cuadros. <<Se acaba el tiempo,
Egui>>. Se nubló el cielo. <<No, no se acaba, es solo que nunca es
suficiente>> Continuaba inspirado. <<Se acaba el tiempo>>
Ella comenzó a desaparecer. Su retrato se convertía en algo similar a un
conjunto de líneas abstractas. <<Se
acabó>>. Sus labios fueron lo último que vi, sobre el lienzo se
transformaron en dos líneas curvas rojas, que poco a poco se volvieron dos
rectas paralelas. El sueño terminó.
<<Tú
sabes que no estoy bien, Edgar. Coño no eres el único con peos>> Rosa
Mary y Edgar caminaban por el parque. Acababan de visitar al Doctor Marcano.
<<Siempre que tomemos las píldoras todo estará en orden, mi amor>>.
<<¿Por cuánto tiempo, Edgar? Siempre es lo mismo, caes en un hueco tres
veces por año desde hace años. Así no puedo. Yo también estoy mal>>.
Edgar le apretó la mano. <<Siempre que estemos juntos vamos a estar
bien>>. <<Te amo>> Le respondió Rosa Mary.
"...Se suponía que no debería estar acá. Yo debería estar muerto" Edgar. |
La sangre estaba
sobre sus ropas, pintaba también su rostro por la constante acción de pasarse
las manos por él. La angustia le mantenía el pie derecho fijo sobre el
acelerador. La velocidad aumentaba, la agujita anaranjada vibraba rozando por momentos el
tope. Chillaba la camioneta. Las lágrimas de Edgar se fusionaban con la sangre
que pintaba su cara. El llanto desconsolado y los gritos de locura se
escuchaban por toda la solitaria carretera. <<¡No te vayas hasta que mis
ojos dejen de mirarte!>> Era La Furia. Controlar la camioneta era muy
difícil. Edgar no se esperaba esa curva cerrada. <<¡No te vayas Rosa
Mary!>>. Giró el volante sin miedo. La curva la dio bien, eso creyó hasta
que se salió del camino y se estrelló de frente contra un roble. Las luces lo
marearon hasta que una temible oscuridad le abrazó los pensamientos. Edgar se sintió muerto.
<<El día llegará,
Edgar. Será el día más bonito de tu vida, mi amor>> Rosa Mary y yo estábamos
sentados en una rama muy alta. Era un robusto árbol de mango. <<¿Cuál
día?>> Yo la miraba con ojos de amor, su cabello enmarañado se movía poco
a pesar de la fuerte brisa. <<El día en el que todo termine>>.
<<Yo no quiero que termine>>. <<Pues, el día llegó>>
Rosa Mary saltó. <<¡Rosa!>> Quise saltar, pero no pude acompañarla,
mis nalgas estaban adheridas al árbol. Miles de risas me atormentaron.
<<¡Rosa!>>. Sentí que no la volvería a ver. Entonces el sueño
terminó.
<<¿Qué día es hoy, Miriam?>> Me
cuesta respirar, el pánico me tiene de presa otra vez. <<Eso no es
relevante, Edgar. Vamos a relajarnos juntos. ¿Quieres?>>.
<<No>>. <<Cierra los ojos, vamos a estar bien>> Miriam
ya no me va a poder controlar, yo no me voy a poder controlar. Cuando La Furia
me apresa yo muero y vuelvo a nacer. <<No>>. <<Deja que las
respiraciones profundas te regeneren, inhala por la nariz, llena esos
pulmones>>. <<Te he dicho que no>>. <<Exhala por la
nariz, fuerte>>. <<¿Qué día es hoy? Huele a ella>>. Miriam
toma nota rápidamente. Tiene miedo, el diámetro de sus pupilas es más grande del habitual. Le tiemblan sus
arrugadas facciones. <<Bueno, Edgar. Yo creo que volveremos a vernos
pronto>> Se despide. <<No te vayas sin decirme qué día es hoy.
Puedo olerla>>. Ella se levanta de su silla, tira su libreta y su
bolígrafo en su bolso. Se le ve aterrada. <<¡Alberto! ¡Por favor abre la
puerta!>> Ya está pidiendo apoyo. <<No te vayas hasta que mis ojos
hayan dejado de mirarte, Miriam>> Me mira fijamente, toda su prepotencia la ha
abandonado. Ahora La Furia está en mí como aquella tarde noche en la que morí.
<<¡Alberto! ¡Abre, Alberto!>>. <<No te vayas>> Me
levanto. La asecho. Odio a Miriam. Odio este maldito lugar. Odio estar vivo.
<<¡Alberto!>> La puerta se abre, ingresa Alberto acompañado de
Julián, el maldito Julián. <<Feliz once de noviembre, Loco>> Me
saluda. Reviento. Veo la vara eléctrica acercarse,
ya no veo nada. El piso de concreto amortigua mi caída. <<Feliz once de
noviembre>> Los escucho reírse. Ya no estoy consciente.
<<¡Llegué, Rosa Mary! ¡Abre la
puerta!>> Edgar gritaba desesperado desde el pasillo. Se escuchaba un
leve sonido de guitarra, Rosa debía haber puesto de nuevo el CD de guitarra
instrumental a reproducir. No era bueno. Nunca era bueno que ella escuchara ese
CD. <<¡Rosa Mary!>> Edgar entró en desesperación, se tensaron los
músculos de sus brazos. Se brotaron las venas que recorrían su cuello. La Furia se hacía más fuerte. Dio dos patadas a la puerta y ésta se abrió de golpe. Rosa Mary estaba
tendida sobre el suelo de la sala. Tenía los ojos cerrados y una sonrisa de
despedida. <<¡No, Rosa! ¡No!>> Edgar corrió en dirección del
cuerpo. Rosa abrió los ojos. <<Viniste…>> Casi no se le escuchaba
la voz. <<Sí, claro que vine. ¿Qué hiciste?>> Edgar se arrodilló a
un lado del cuerpo. <<Nada, disfrutando del día más bonito. Lo poco que
brilla, brilla con intensidad>> Un frasco vacío rodeado de píldoras estaba tirado a poco más de dos metros de ella. <<¿Qué?>>. <<No te
vayas hasta que mis ojos dejen de mirarte, Egui>> Rosa Mary había sucumbido
ante la depresión. <<Rosita, no… ¿Qué te hice?>>. <<Nada, mi
amor. Tu problema es contigo mismo y mi problema es conmigo misma. Hoy
termina>> Ya había ocurrido antes que Rosa Mary intentara el suicidio,
había fallado dos veces. <<Vamos al médico>> Edgar intentó
levantarla, lo consiguió. Sin embargo, los ojos de Rosa Mary habían dejado de
mirarlo. <<No te vayas, Rosa Mary. No te vayas. No te vayas>> Se
había ido. La Furia se soltó. Fue la primera vez que la sintió tomar el control por completo. Fue como si una
sombra oscura inundara su corazón. Como si exprimieran sus pulmones. Como si
ya no fuera él mismo mismo. Una voz gruesa le hablaba dentro de su cabeza. Tomó un lapicero que encontró en la mesa de
la sala y apuñaló el cuerpo de Rosa Mary. La sangre salpicó por todo el lugar,
abrió diecisiete huecos en su abdomen y seis más haciendo un camino de agujeros que concluyeron con la puñalada veintitrés que asestó en el cuello de su amada. Se escuchaba gemir de dolor a Edgar. Se
le escuchaba maldecir. Se levantó cuando La Furia se lo permitió. Sus ropas
estaban manchadas, se palpó el rostro. Miró el enorme calendario colocado sobre
la mesa del computador, era once de noviembre. Salió corriendo en busca de su
camioneta. De a poco venían todos los recuerdos, todos los tormentos. Volvía a ser él mismo, y se perdía otra vez. Como pudo arrancó tratando de huir de la escena.
He
despertado en mi prisión. La jaula acolchada que me retiene en contra de mi
voluntad. La Furia ya no está, se ha
ido, así como se fue Rosa Mary. ¿En dónde está, Rosa Mary? Ya no está aquí. Ya
no estoy aquí. ¿Quién soy? Creo que no soy nada desde que se marchó sin mí. Nada tiene sentido. Me trajeron de vuelta desde el fin de mi mundo, allí es donde
debía permanecer. Sigo sobreviviendo a cada nuevo once de noviembre. Seguiré
sobreviviendo hasta que los días terminen y las noches me bañen en una oscuridad
perpetua. La misma oscuridad de la que me trajeron de vuelta tras el accidente.
Siendo honesto, yo no quería volver.
L.F. Arias.