Surf en SD

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La vida está en el camino.

lunes, 30 de mayo de 2016

Mi Amor

No hay amor como el primero. Todos son únicos.
Por: L.F. Arias


I

I know this love is insane / I love this love is insane.

                Las cornetas del viejo iPod del abuelo dejaban escapar una melodía propia de hacía 4 décadas. César yacía sobre el suelo del ático, decenas de hojas tamaño carta reposaban a su alrededor.

You and I knew of every which way / it’s never the same / I’m afraid we’re to blame.

                El sonido de unos pasos anunció el ascenso de un visitante. Los ojos de César se abrieron al máximo, se apresuró a secar las lágrimas que brotaban de ellos. Se sonó la nariz con cuidado y se limpió con la manga izquierda de su suéter de lana.

¿Eres tú, abuelo? Preguntó temeroso, le daba algo de vergüenza que lo vieran llorar. Ya el tiempo de llorarla debía haber terminado un par de semanas antes.
Sí, hijo. Escuché la música. El anciano asomó la cabeza por el agujero de entrada. ¿Qué haces acá escondido? ¿Te estás quedando con la buena música para ti solo, bribón? El viejo estaba sonriente.

I know we are cool kids / I love we are cool kids.

No. César se giró para encarar a su abuelo. Fingió una sonrisa, pero fue muy amarga para que el anciano se la creyera.
Twin Cabins, qué banda. Los escuché por primera vez hace añales, era 2.013.  Negó con la cabeza mientras continuaba su ascenso. Tenía tiempo sin escucharlos.
Son buenos, sí.
¿Sigues triste? Me imagino que por eso estás acá.

Black and White / Red or blue / Never clear, which means I love you.

  Sí, Bueno, no. Es decir…
¿Es decir?
 La extraño, abuelo.

                El viejo avanzó con pasos cautelosos hasta situarse al lado de César. Se sentó con cuidado, hizo un gesto de dolor.

Mi espalda ya no es la misma desde hace años. Sonrió, pero estaba adolorido. Finalmente se recostó de una pared. Lauren era una chica de esas que valen su peso en oro, entiendo que la extrañes.
Gracias. César pareció molestarse con el cometario de su abuelo.
¿Qué te puedo decir? Hay mujeres que le marcan a uno la vida.
Ella era mi Amor, abuelo.

                César escrutó el rostro del anciano, se dio cuenta de que esas palabras le habían diluido el semblante jovial. Algo había pasado.

Never clear, which means I love you.

II

 No tienes idea de cuánto esperé por este día, mi amor. El joven Héctor la miraba fijamente a los ojos. Los mismos ojos. La misma mirada bondadosa.
No, pero ha pasado tiempo, Héctor. Xenia sostenía la puerta de su casa con un talón para que no se cerrara.
Un año y medio. Como setenta semanas. Más de quinientos días, todos y cada uno de los cuales te pensé.
Qué bueno.
Sí.

                Un tenso silencio se apoderó del lugar. Xenia preparando su huida y Héctor mirándola. Ambos sostenían bolsas que se acababan de intercambiar. Héctor esperaba algo que, al parecer, Xenia no iba a darle.

III

Me siento de maravilla. Héctor sonreía de oreja a oreja. Susana, su única amiga, se regocijaba con el cambio de actitud del joven. Lo quería mucho.
Así que finalmente ha terminado, es una noticia fantástica. ¿Cómo sabes que ya estás bien?
Se ha hecho evidente que ya las conversaciones no giran en torno a Xenia.
Eso debe ser un alivio, te debes sentir como si ya no cargaras con ese peso.

                Héctor tomó un muslo de pollo frito de su plato y le dio un mordisco. Negó con la cabeza. Tragó.

Por primera vez en más de 4 años me siento libre. Estoy aquí ahora, hoy es un día maravilloso. Ya no vivo en el mañana.

                Susana tomó su vaso para beber un poco de té frío. Escuchó como el teléfono celular de Héctor sonaba. Ambos se sorprendieron.

¿No vas a contestar?
Es solo un mensaje de texto. Susana hizo un gesto de reprobación con sus labios. Héctor viró sus ojos al techo, después metió una mano en su bolsillo. Sacó el celular. Colocó el muslo en el plato y su mirada se volvió amarga.
¿Qué pasa?

                Héctor colocó el teléfono sobre la mesa. A la distancia, Susana pudo leer el nombre del destinatario: Xenia.

IV

Black and White / Red or blue / Never clear, which means I love you.

                Su abuelo se había quedado sin palabras. Su mirada se perdió en la pared que tenía al frente. La música, y las respiraciones forzadas del anciano, era lo único que se escuchaba.

¿Qué sucede, abuelo? ¿Te sientes bien?
Sí, solo me acordé de una cosa.
¿Qué cosa? ¿Quieres que llame a la abuela?
¡Dios! ¡No! No llames a la abuela. Extrajo un pañuelo del bolsillo frontal de su camisa de botones y se secó la frente.
Es que te pusiste hasta pálido, abuelo. ¿Seguro que estás bien?

‘Cause you are a cool kid.

                La canción murió mientras el abuelo procedía a responder.

Sí, es que reviví un encuentro que tuve hace muchos años.
¿Qué encuentro? ¿Qué pasó?
Una mujer. Le dije Mi Amor por última vez.

                César comenzó a reírse.

Si inventas, abuelo.
No, hijo.
No te hagas de rogar, abuelo. Cuéntame.

V

¿Qué quería? Susana lucía molesta. Caminaban a paso apurado por la avenida Francisco de Miranda. ¿Qué te dijo?
Quiere intercambiar nuestras cosas.
¿Ahorita? Es decir, después de un año y medio. No tiene sentido. Son ganas de joder.
Normal.
¿Cuándo se verán?
Mañana, iré a su edificio.

                Susana tomó por un brazo a Héctor forzándolo a detenerse.

Hace media hora me dijiste que estabas bien, que vives en el hoy. Me dijiste que estabas feliz. No dejes que esto te arruine el momento.
No es eso.
¿Entonces qué te pasa?

                Héctor parecía asustado. Errático.

Tengo muchas cosas que decirle. Quiero hablarle y me da miedo que ella no quiera.
¿Vas a estar bien? Soltó el brazo de su amigo.

                Héctor se limitó a mover su cabeza de arriba hacia abajo.

Yo te llevo. ¿Te parece?
Sí.

VI

Hey there Little honey won’t you Groove? / I’ve trying all night to dance with you.

                La música volvía a inundar el ambiente. Otra canción de Twin Cabins.

¿Está descargado todo el álbum? Preguntó el anciano. No me acuerdo.
No me cambies el tema, abuelo.
Sí, bueno. Sonrió como volviendo a ser el mismo de unos minutos antes. Fue hace años, muchos años. Tenía yo tu edad.
Ya va… ¿Es en serio todo esto?
Sí.
¿Qué hay de la abuela?
No te vayas por otro lado, hijo. Yo amo a tu abuela, pero ella no fue mi primer amor. No hay otro amor como ese. El pie derecho del hombre se movía siguiendo el ritmo de la música. Estás todavía muy joven, ni te imaginas todas las vueltas que da la vida.

But I would like to dance with you / Awkwardly in haze / to this little tune.

¿Cómo era ella? Cuéntame.
Ella era blanca como la nieve. Dulce como el azúcar y bella como ella sola.
¿Qué más?
La amaba, pero era muy joven, no supe amarla al final. Su voz denotaba tristeza.
No te entiendo. César poco a poco fue sentándose de piernas cruzadas.
Eso que me acabas de decir, que Lauren es tu amor, yo lo decía también cuando ella se marchó.
No debiste dejar que se fuera. Yo no quiero dejar que Lauren se vaya.
Hice lo que creí correcto, hijo. ¿Qué sentido tiene retener a alguien que desea irse? Hay un proverbio japonés que dice: “No retengas a quien se va, ni rechaces a quien llega”.
Y, ¿Qué se supone que significa eso?
Que lo que pasa es lo mejor, hijo. Que si ella se va, es porque tiene que irse y que lo que viene será mejor. El muchacho no lució convencido.
¿Cómo la conociste? César frunció el ceño. Hizo la pregunta mientras digería las palabras de su abuelo.
Estábamos en una fiesta.

VII

                La melodía era mágica. El momento parecía correcto. Todo en Héctor estaba bien. La sala de la casa de Susana era un territorio invadido por gente chévere. Por lo menos todos se veían bien, podía ser una trampa armada por la cerveza. Diez cervezas llevaba en su cuenta.

La vas a deshacer con la mirada. Susana se burlaba de Héctor.
Es que es bella.
Sí, Xenia es hermosa. Creo que no tiene novio.
Está bien.
Háblale, bobo. Sabes que te mueres por hacerlo.

                Héctor sonrió medio ebrio y caminó torpemente en dirección de la amiga de Susana. La habitación se movía. Las sonrisas se alargaban en los rostros de las personas que se encontraban en ella. Xenia lo miró con curiosa expectación.

Well we shouldn’t be wasting time / Spend it now.

¿Te gusta Twin Cabins? Héctor inició la conversación.
Sí. Son cool.
¿Quieres bailar? Preguntó y después le miró los zapatos, unos botines converse completamente negros.
Sí.

We shouldn’t be saving time.

Me gustas. Dijo Héctor sin pensarlo primero. El aroma de sus cabellos rojizos lo embobaba. Xenia le dedicó una sonrisa. Solo bailaron un rato sin hablar. Ella le dio su número de teléfono al terminar.

VIII

¿Puedo decirte algo? Preguntó Héctor sin que viniera al caso. Lo hizo porque el silencio lo estaba matando.
Claro. Ya estamos acá.
Te quiero, siempre te quise y no he dejado de hacerlo.
Yo también te quise. Mucho.
Lamento no haberlo dicho lo suficiente, también lamento no haberlo dicho con la intensidad que lo deseaba, con la intensidad con la que lo sentía. Héctor se sentía cada vez más libre.
Es una lástima que el tiempo se haya pasado así.
 No ha habido noche en la que haya dejado de pensarte. Te pienso al despertar y al irme a dormir. Te imagino en todos lados. Cuando como, estás sentada a mi lado en la mesa.
Ya, Héctor, suficiente.
Cuando veo una película, estás recostada de mi pecho. En las noches, reposas a mi lado, el lado izquierdo de la cama es tuyo. Cuando estoy con alguien más, ahí estás tú. Escucho tu voz con cada soplo del viento, porque tú eres viento, eres vida. Tú eres inspiración, mi motor, aun cuando estás ausente físicamente.
No digas más, por favor, Héctor.
Sé que mi tiempo pasó. Sé que se acabó. Pero lamento cada día no haberte dicho todo lo que te quería decir.
Para, Héctor, vamos…

                Héctor dejó de hablar. Xenia apretaba la bolsa que le había entregado Héctor al llegar. Él apretaba la que ella le había dado como parte del intercambio de cosas.

IX

                Susana manejaba como una anciana, parecía como si no quisiera llegar a casa de Xenia. Héctor iba de co-piloto. No decía nada. Solo se escuchaba la música. Twin Cabins en la radio.

Wait for me to come / I know I’ve waiting for so long.

¿Seguro que has puesto todo en esa bolsa?
Sí, ella no dejó nada realmente importante en casa.
¿Qué dejaste tú en la de ella?
Tonterías, cositas.

                El edificio se hizo visible, ya estaban en la misma cuadra.

There’s never been a better day / None of this is ever going to go away.

Entonces son ganas de joder, no tiene sentido que después de tanto tiempo vayan a intercambiarse “cositas”. Cómo la detesto…

                Héctor sonrió nervioso.

Es el fin del ciclo. Es necesario. Pasé muchas noches esperando por este momento.
Tú estás loco, no te entiendo. Te dejo aquí y me estaciono por allá para esperarte. Suerte.

If I’d seen your ways (I would go insane).

                Susana se alejó en su vehículo. Héctor avanzó rumbo a su destino.

X

Xenia estaba incómoda. Héctor aterrado. De pronto comenzó a hablar de nuevo.

Tú fuiste el regalo más bonito que me ha dado la vida, te pedí. Te dibujé antes de conocerte, Xenia. Y te perdí. Eso ha quedado claro.
Héctor, no sigas, por favor. Ya me tengo que ir, lo siento. Xenia parecía cansada. Empujó la puerta con la espalda para abrirse paso al interior del edificio.
Disculpa, pero fueron muchos días queriendo decirte esto. Disculpa.
Gracias, Héctor. Fuiste un novio increíble, solo no funcionó. Tú sabes que no funcionó.
¿Por qué me escribiste?
¿La verdad?
Nunca he pedido otra cosa, mi amor.
Quería saber cómo estabas. Veo que estás bien.
Estás bella. Tú sabes que tu belleza se divide en tres. Xenia lució calmada, parecía saber lo que diría Héctor. Tu belleza está aquí. Se tocó la sien con su dedo índice. Aquí. Se tocó el pecho a la altura del corazón. Y ahí. Hizo un ademán indicando que el resto del cuerpo de Xenia era bello. ¿Cómo no amarte? Solo tú eres tú, tuve mucha suerte. Los cachetes de Xenia se tornaron colorados. 
Ojalá hubiese funcionado. Cuídate mucho, Héctor. Ten una vida bonita. Sus ojos se aguaron.

Héctor sonrió triste. Apretó más la bolsa que le había entregado Xenia y se preparó para unas últimas palabras.

 Cuando sientas que todo está mal, recuerda que en algún lugar de Caracas, de Venezuela o del planeta, alguien confía en ti y cree que eres la mujer más maravillosa del mundo.

A Xenia se le escaparon dos lágrimas antes de despedirse con la voz entrecortada y con un movimiento rápido de su mano izquierda.

Hasta luego, mi amor. Le dijo Héctor mientras la puerta se cerraba frente a él. Esa fue la última vez que se lo dijo. Pudo notar, antes de que ella se perdiera detrás de la puerta, que estaba usando los mismos zapatos de la primera vez, los mismos botines negros.

XI

¿Qué pasó con ella, abuelo?
Se marchó, eso pasa. Hay personas que se aparecen en tu vida para darte lecciones, unas más breves que otras. Cuando se supone que debes haber aprendido, se marchan. Si se dan cuenta de que no estás aprendiendo, se marchan también.
¿Y la abuela?
Tu abuela apareció mucho después. Como tres años después.
¿Nunca has sentido como que la abuela es tu amor?
Sí, claro. Solo es otra clase. El abuelo se guardó su pañuelo. Me siento como en una rueda de prensa, carajo.
Disculpa. Solo se ha hecho interesante la conversación. César se alborotó el cabello con una mano.
Tranquilo, hijo. Ahorita estoy acá para ayudarte.
¿La volviste a ver, abuelo? ¿Qué pasó?
Sí, la volví a ver dos veces. Una vez en el metro, ella no me vio. Estaba lejos, del otro lado del andén. Otra vez la vi durante la presentación de mi primer libro hace 32 años. Ella estaba parada al final del salón. Me vio, la vi. No hablamos.
Eso es triste… Ojalá no me pase con Lauren.
¿Te rehúsas a dejarla ir?
Sí, mucho.
¿Le has dicho cómo te sientes?
No, llevo toda la tarde tratando de escribirlo. Miró por todo el suelo del ático, había decenas de hojas regadas.
Creo que sería mejor si vas  y se lo dices en persona. El abuelo aclaró su garganta. A lo mejor no es hora de que se marche.
 ¿Ahorita?
No hay mejor momento, hijo.
Pero estoy hecho un asco. César parecía preocupado.
Entonces date una ducha, vamos, no pongas excusas. Le reclamó al muchacho.
Es que me da miedo que ella no se sienta igual.
Si nunca hablas con ella, no lo vas a saber.
Sí… César se levantó con cuidado de no golpearse la cabeza con el techo. Tienes razón, no tiene sentido quedarme callado. Comenzó a caminar y se detuvo al llegar al agujero de salida. Pensó por un momento, bajó dos escalones y se detuvo de nuevo. Abuelo, ¿Cómo se llamaba?
¿Quién?
La chica.
Xenia, se llama Xenia.
Gracias por compartirlo conmigo, abuelo. César continuó bajando por la escalera hasta perderse de vista. Héctor, viejo y nostálgico, se quedó escuchando el final de la canción.

Well if you are sure / I know I’m sure.

Muchachos, siempre con miedo de decir lo que quieren decir. Suspiró cansado. Xenia amaba Twin Cabins… ¿Qué habrá pasado con ella? Se quedó hablando solo mientras moría la melodía.




miércoles, 25 de mayo de 2016

La Felicidad Sí Es Algo Real


Por: L.F. Arias


La lluvia caía como un torrencial rabioso desde el cielo enturbiado caraqueño. Era un domingo normal, de estos típicos del año 2.016 venezolano. Me encontraba junto con una buena amiga, una amiga de la adolescencia que cada día se siente más lejana.  Ya nos acercamos a los 30, le dije echando broma, a lo que respondió con seriedad: Si tú apenas tienes 26, Floyd. Si hablas paja. Ella se tomaba un Gatorade de mandarina, yo uno de frutas tropicales, entre los dos costaron más de 600 bolívares en Farmatodo, es decir, más de un día de trabajo de un trabajador que cobre el salario mínimo. Sabes que los domingos me resultan tristes, no hace falta echarle leña al fuego con el fantasma de los 30, pude asumir entonces que había herido su sensibilidad.
El día nos había llevado desde los jardines de La Estancia hasta la plaza de Los Palos Grandes, hay algo en esa plaza que me encanta. No sé si es su fuente, su reloj, la biblioteca o su gente. Simplemente me hace sentir a gusto. Mira a las gradas, te imaginas que una pareja joven estuviese allí sentada mojándose porque sí, ella miró en dirección al sur de la plaza después de que yo hice el comentario. Ambos hicimos el ejercicio de imaginación. Una joven pareja ficticia apareció de pronto, mi amiga comenzó a hablar: Ajá, y para qué se sentarían allá a recibir este palo de agua. Yo negué con la cabeza. No sé a lo mejor solo están felices.
Ella tiene razón, los domingos han perdido la magia que solían tener hace meses. Yo tenía una idea, se la comentaba a todos mis conocidos, siempre decía que los domingos los árboles se veían más verdes. Ahora el verde dominguero parece haberse vuelto igual de trivial que el verde de los otros seis días de la semana. Imagínate que viven por aquí cerca, que después de besarse un poco corren a casa para refugiarse, continué con la fantasía que había nacido del ocio de esconderme de la lluvia. Ajá, ¿al llegar a casa qué pasa? ¿Los secuestran? ¿Se mueren? Algo así pasa, supongo. Ella movía sus manos demostrando un grado de estrés elevado, incluso más del habitual. Caracas nos tiene a todos al borde de un colapso emocional.
La pareja imaginaria desapareció de vista, su comentario me sorprendió, ¿Qué tenía que ver una pareja que disfrutaba de la lluvia con la tragedia de una muerte o de un secuestro? Ahora el que se mostraba alterado era yo. ¡No! Sabes se refugian en casa para hacer el amor o algo, bañarse juntos, tomarse una taza de café desnudos. Ella inclinó su cabeza a un lado: ¿Una situación feliz? Eso no tiene sentido. La miré sorprendido, negué con la cabeza: Por supuesto que tiene sentido. ¿Sí? Dime, ¿Quién se sienta con su pareja bajo la lluvia  y se va a la casa a tener un final feliz? Nos retamos con la mirada, parecíamos estar a punto de reírnos, pero el clímax no llegaba todavía. A mí me pasó una vez, la felicidad sí existe.
Las personas murmuraban a nuestro alrededor, las conversaciones iban desde el tema de la Asamblea Nacional, pasando por el nuevo precio de la carne (4.000 bolívares), hasta llegar a la posibilidad del referéndum revocatorio antes de que termine el año. Ella se rió: Discúlpame, es que el País me tiene ya enferma, tragedias por todos lados. Yo le di un sorbo a mi bebida y sonreí divertido: Tranquila, eso pasa, aunque me sorprende que en lugar de pensar en algo chévere se te hayan ocurrido esas ideas tan chimbas. Ella miró en dirección de la fuente, la lluvia perdía intensidad. Es que en estos tiempos ya la felicidad es irreal. La lluvia cesaba, y el sonido de las gotas chocando contra el suelo de Los Palos Grandes le hacía fondo a esas últimas palabras: La felicidad es irreal.
¿Será cierto? ¿Será que esta es nuestra nueva realidad? Me rehúso a creer que mi Venezuela no vuelva a ser aquella en la que un final feliz era lo común. La noche cayó y comenzó el toque de queda. Su abuelo me dio la cola hasta la casa. La calle estuvo vacía después, me acosté a dormir sin tener sueño cuando me venció el aburrimiento, no sin antes decirme a mí mismo que la felicidad sí es algo real. No lo olviden ustedes tampoco.


sábado, 14 de mayo de 2016

Aroma

Nos conocimos como adolescentes,
éramos dos peleles en formación.
Ahora ella trabaja en contabilidad
y yo en el área de producción.

Nos conocimos por accidente,
éramos dos muchachos muy diferentes.
Yo de dentadura inconsistente
y ella de enormes dientes.

Las estrellas iluminaban las noches
mientras entre besos nos perdíamos
de una realidad que resultaba ajena
a la vida que vivíamos.

Una avalancha era ella en la cama,
cada noche una sorpresa.
Ella hacia magia entre las sabanas,
amaba verla al despertar en las mañanas.

No hay dos mujeres iguales
porque todas son únicamente complejas.
Se esconden entre anécdotas triviales,
historias con fantásticas moralejas.

No hay en el mundo aroma como el de ella,
Tan dulce, indescriptible en este lenguaje.
No hay en el mundo silueta como aquella
Que se escondía entre prendas de encaje.

Ella se ha marchado este año,
y así he aprendido una que otra cosa.
Ella se fue procurando no hacer daño,
Lo hizo, y está bien, porque no soy de roca.

Nos separamos por accidente,
En definitiva, somos personas diferentes.
Mi sonrisa se apaga y se prende
Porque su recuerdo es intermitente.

Los astros encienden mi cielo nocturno,
la extraño de aquí a Saturno.
Ella vive en una realidad alterna
en la que conmigo sigue siendo tierna.

Todo anda en orden en mi cama,
extraño su poder sobrenatural.
Hay silencio todas las noches,
me aburre que todo vuelva a ser normal.

No hay dos mujeres iguales en el mundo,
No tiene por qué haber clones.
Sus mágicas diferencias están allí,
Queda de tarea apreciar todos sus dones.

No hay en el mundo aroma como el de ella,
Tan divina y graciosa crueldad.
No existe otra silueta así de bella,
Tan imperfecta y lejana a la deidad.

No hay aroma como el de ella,
Porque cuando partió perdí el olfato.
Perdí todos mis sentidos,
recordarla así no es sensato.





"Si sus cualidades te endulzan los cinco sentidos, quédatela".



L.F. Arias

lunes, 9 de mayo de 2016

Economía Paralela de Oficina

Por: L.F. Arias


El fenómeno de la hiperinflación que se ha desarrollado en nuestra amada Venezuela. Ha impulsado al venezolano de a pie a rebuscarse en la calle, en el Internet e, incluso, en sus puestos de trabajo. Para conocer más de cerca esta actividad económica paralela que se desarrolla en muchas oficinas a escala nacional, me di a la tarea de realizar un trabajo investigativo digno de Hércules Poirot, solo que no había víctima, bueno, sí hay una: nuestro bolsillo.
En esta oportunidad, visité una empresa de producción especializada en artículos cosméticos. Llegué a la empresa con la excusa de hacer un reportaje acerca del día a día de sus trabajadores. No me tarde mucho en descubrir el mercado paralelo que tiene lugar en la empresa. El mismo está segmentado entre aquellos que buscan un snack a media mañana o a media tarde, aquellos que son adictos al café y por los que buscan algún artículo más específico.
Karla López es una joven de 22 años que se desempeña como asistente administrativa. Tras siete años dedicados a sus labores, se ha visto en la necesidad de generar ingresos extra. La cosa está dura, esta situación no se aguanta, me dice en un tono propio de una señora que no sabe cómo apagar el computador. Yo tengo dos niños que alimentar y ya el sueldo no me alcanza. La empresa en la que labora Karla tiene una normativa estricta en lo que se refiere a la venta de cualquier artículo en la oficina: está prohibida. Yo sé que, cuando ingresé, firmé un documento en el cual se habla del tema, pero honestamente esta situación nos obliga a todos a sacar platica de donde no hay. Karla vende unas deliciosas empanaditas de limón que prepara su mamá. Mis empanaditas tienen buena demanda en el Departamento de Contabilidad, también han llegado algunos clientes del área de producción y del Departamento de Compras. Yo no le hago daño a nadie.
El sueldo de Karla no consigue satisfacer sus gastos básicos, según me explicó: Mira, yo tengo dos hijos, uno ya está grande, tiene 5 años, ese come lo que se le ponga en la mesa, pero al más chiquito tengo que comprarle su lechita; eso sin hablar de los pañales, de los gastos por la niñera, yo estudio  para ser contadora y la universidad es en la noche, me toca recurrir a alguien que me ayude a cuidar a los niños, que los busque al colegio.  Así, entre su desesperación, se despide de mí. No podía retirarme sin antes comprarle una empanada de limón, debo admitir que son muy ricas.
En la zona de empaque, labora un personaje bastante colorido cuyo nombre es Wilmer Barrios. Yo te voy a hablar claro, mi pana, ¿Te provoca una tortica marmoleada? Me preguntó a manera de chiste, también tengo ponquecitos que hace la jeva. Pura calidad. Wilmer es un comerciante  importante del área de planta, que se compone por el área de producción y el almacén.
Wilmer está bien al tanto de que la zona en la que el labora tiene restricciones bastantes fuertes. Todo el mundo sabe de mis tortas, hasta los jefes. Mira tú, el trato es sencillo, yo puedo vender siempre que nadie consuma mis productos en la zona de trabajo, cerca de una máquina. Eso me dijo mientras me señalaba los letreros que colgaban de las paredes: Prohibido ingerir alimentos en el área de producción. Departamento de Seguridad, Higiene y Ambiente. Los precios han aumentado y eso poco a poco ha afectado a sus clientes. Me quedan los más fieles, he disminuido mi producción por eso; también por el peo del azúcar y la harina. Este país se lo llevó quien lo trajo. Desde la zona de empaque, vi a un personaje que me interesó de inmediato: Ese es Enderson, si necesitas algo específico, ese es tu hombre. Me despedí de Wilmer, pero antes le compré un pedazo de torta marmoleada, me costó 300 bolívares.
El almacén es un territorio inexplorado para gran parte de los empleados de la empresa, pude acceder haciendo uso de mi habilidad para camuflarme y porque tenía acceso total para realizar mi trabajo de investigación. Wilmer me advirtió que Enderson era un vendedor con oficio, que vendía de todo, absolutamente de todo lo que pudiese imaginar. Resultó ser cierto, el hombre tenía de todo: ¿Usted conoce los últimos zapatos que sacó la Adidas? Bueno, se los dejo en 300 mil. Más barato ni en El Cementerio. Enderson es un Mercado Líder, hace uso de Mercadolibre para revender e intercambiar bienes con otros usuarios. ¿Sabes esas computadoras del Gobierno? Las Vit, te las tengo, 200 mil. También tengo unas cuantas Canaimitas en mi stock. Enderson se mostró celoso en todo momento, no compartió información acerca de cómo consigue sus bienes. ¿Te gustan los relojes? Tengo unos Technomarine del carajo. Entrar a la oficina en donde Enderson hace vida cinco días a la semana fue abrumador, nunca me habían ofrecido tantos artículos en tan solo diez minutos. Yo no sé qué hago trabajando aquí todavía. Más bien pierdo plata viniendo a la planta. El pasaje de transporte público acaba de aumentar a 45 bolívares, le comenté, a lo que respondió: y estará a sesenta y cinco dentro de cinco meses. Así no se puede vivir, hermano. De pronto, cuando me iba, me entregó una tarjeta que decía: Enderson Ruíz – Mercado Líder. Lo que busques yo te lo vendo, lo que vendas, yo te lo compro. Tenía todos sus números de contacto. También bachaqueo, te tengo el bulto de arroz a 19.000, me dijo desde la distancia.
Ya me encontraba fuera de la empresa cuando apareció otro comerciante más, Cristobalito¸ el vigilante. ¿Usted anda realizando entrevistas? Yo también tengo mi negocio. El señor vendía potes de Tupperware, palmeritas y café. Cuando alguien se quiere endulzar la vida, viene, se bebe un café y se come unas palmeritas. Cristobalito sacó un catálogo de Tupperware. Estos son excelentes para traer ensalada al trabajo. Me habló de las bondades de sus productos. Lo curioso es que cuando le pregunté por su competencia él dijo: Yo no dependo del personal que trabaja aquí, ¿tú ves todos esos galpones? Me señaló los galpones vecinos a la empresa. Bueno, ellos le compran al papá, yo nunca pierdo, el vicio del café es muy arrecho.
Sin duda, nuestra nación afronta la crisis más grande de este siglo. Podemos sentarnos a buscar culpables, podemos perder todo el tiempo del mundo. Lo cierto es que la gente está adaptándose cómo puede. Ya es bien sabido que en los tiempos de crisis, surgen las nuevas ideas: la economía paralela de oficina podría haber llegado para quedarse.



lunes, 2 de mayo de 2016

Fantasía Senil

¿Qué es esto que corroe mi epidermis?
No lo entiendo, no es propio de mí.
Avanza cual legión valiente
hambrienta de conquista, es vil.

¿Qué es esto que mancha mi sonrisa?
La misma que pensé perdida
cuando su presencia y su alegría
se marcharon en intrépida huida.

¿Quién eres tú, extraña?
Una vaga fantasía febril
que enciende las noches solitarias
de un pobre hombre senil.

¿Quién eres tú, extraña?
Una sombra del ayer
 que hoy me acompaña
en la angustia del olvido.

¿Quién eres tú, extraño?
No reconozco las arrugas
que surcan tu rostro
marcado por  penurias.

¿Quién eres tú, extraño?
Me confunde el vacío de tus ojos
Que vagan por sus cuencas,
Entristecidos por el despojo.

¿Qué es esto que frena mi andar?
Mis piernas tiemblan temerosas,
del miedo soy manjar,
divagando en fantasías irrisorias.

¿Qué es esto que apaga mis luces?
No comprendo, pierdo el foco.
Todo se sume en tinieblas,
¿será locura? Estoy loco.

Dime quién eres, extraña,
porque creo recordarte entre
sabanas manchadas de sudor
y vino de espumas.

Dime quién eres, extraña,
porque la angustia consume
los minutos que se alargan
prolongando una vida senil sin nombre.

Se han perdido los días entre
los surcos de mi frente,
te miro ahora,
pero eres diferente.
La mujer que perdí otrora
en los días del ayer.
La anciana del recuerdo
que alumbraba el amanecer.

La anciana, antes joven mujer,
dime tu nombre ahora,
no te vuelvas a perder,
extraña compañera.
No te vuelvas a marchar,
extraña compañera.
Responde la interrogante planteada:
¿Cómo es que te llamabas?


"Vemos lo que no es posible si queremos verlo".


L.F. Arias.