Así como cuando un suspiro se traslada de
una boca femenina hasta la ventana más cercana, de esa manera entraba la brisa
aquella mañana al salón de clases; unos doce jóvenes ocupaban los pupitres, doce mentes en formación; el profesor
Argenis Mentado se paseaba de un lado al otro del pizarrón, exclamando
citas bíblicas, diciendo cualquier cantidad de cosas que no venían al
caso. A él le encantaban las audiencias grandes, pero no le quedaba
de otra, le tocaba conformarse con esos doce muchachos; allí estaban ellos, doce mentes en formación.
Ricardo, Gonzalo y Esteban habían sido
amigos desde que ingresaron como nuevos a la escuela a principios del
bachillerato, eran tres jóvenes promesas del fútbol, cada uno era vital en el
esquema del profe Huertas - el entrenador - y él se los hacía saber siempre con
orgullo "- ustedes son
mis muchachos, cómo los voy a extrañar -" quizás se sentía triste
porque la nueva generación carecía de talento.
María, Estefanía, Carolina y Samantha eran
como hermanas desde hacía ya dos años escolares, todo lo compartían, hasta los
novios, la última víctima había sido un muchacho universitario llamado José
Elías, un guevón de esos a los que las mujeres utilizan como juguetes; a él le dio igual pues se
terminó cogiendo a las cuatro. Vaya pendejo, ¿acaso no sabe de todas las
enfermedades que tienen su nido entre las piernas de muchachitas como esas?
Carla y Julián eran novios, ya tenían 4
meses de relación, a ella siempre le gustó él y bueno, cuando él se separó de
una chiquita de tercer año le quedó el camino libre, hacían una bonita pareja joven,
sobre todo porque los dos eran muy aplicados y habían sido admitidos en una de
las universidades más importantes de Venezuela - el nombre me lo reservo – era
una lástima su descuido en la cátedra de matemáticas.
Cristina y Ana eran lesbianas, pero eso no las
hacía pareja, cuentan entre pasillos que alguna vez lo fueron, pero
que al darse cuenta de que funcionaban más como amigas decidieron permanecer
así.
Oswaldo era un solitario, le gustaban los
jueguitos de computadoras y ver
pornografía cuando no había
nadie en su casa - cosa que pasaba muy a menudo - él no valoraba a ninguno de
sus compañeros de clase, y de allí es de donde nace este relato, pues ese
muchacho se dio cuenta de algo que muchos dejan pasar, el sistema educativo
nacional es una mierda.
- …Y porque dijo Cristo
una vez mientras los romanos hijos de puta lo clavaban a una cruz... - decía el
profesor Mentado
- Menos mal que es el
penúltimo día de clases - aprovechaba Gonzalo para comentarle a sus compañeros
en voz baja
-Sí, nuestro último día de
colegio es mañana - respondía Ricardo un poco desanimado
- Cuando comience la
universidad nos vamos a arrepentir - Agregaba Esteban
- ¡Muchacho gafo! - Bramó
Gonzalo - si lo que se viene es tremendo año sabático
- ¡Ajá! Gonzalo, el número
diez...- el profesor Mentado siempre hacía alusión al número de su camiseta -
le apuesto a que no está prestando atención a las palabras del señor
Todos los alumnos lo
miraron.
-Yo, eh...
-Señor número diez, ¿nos
haría el honor de pasar al frente y comentarnos acerca del espíritu santo?
-Eh...
-Eso supuse, usted es un
burro, un animal que mete goles, si no fuese por eso ya ni estaría acá
Por eso y por los incontables sobornos a
profesores que había hecho durante su carrera escolar, Mentado no se
equivocaba, en efecto, el señor Gonzalo formaba parte de la nueva generación
basura, esa que no conoce el respeto y que por eso no respeta aquellas cosas
que simplemente deben ser respetadas, no conoce ni el valor ni la importancia
de la sabiduría, de la buena educación, ¿y cómo culparlo? a él nadie lo enseñó.
Solo unos cuantos se
salvan, y tienen la suerte de una buena instrucción. ¿Eres uno de esos?
-Ya que el señor Gonzalo "diez"
- hizo señas de comillas con sus dedos - ignora la grandeza del omnipresente y
magnifico espíritu de los altos cielos, voy a darle la oportunidad de
explicarnos todo a la parejita del salón - señaló con su dedo huesudo a Carla y
a Julián
-Eh, bueno... - Carla no
podía hablar por la sorpresa
-¡Ah! pero claro, si
andan besuqueándose mientras yo hablo
-No, qué va, profe,
sí estábamos prestando atención - le refutó Julián
- Conque sí, ¿eh?
Explíquemelo entonces, jovencito
Julián se levanto de su asiento.
-Bueno, señor, el espíritu
santo es conciencia y sabiduría, es casi tangible, a pesar de no ser real... - uh,
se equivocó al decir eso
-¿No es real? - los ojos
casi se le explotan al profesor Mentado - Usted es aún más burro que el chico
"diez", vaya a sentarse carajo - se cubrió la cara con la palma de su
mano - Oiga, Cristina, usted sí sabe, pase al frente
Cristina miró a Ana y
caminó al frente del salón.
-Este...- cruzó las
piernas - yo... - miró al profesor - Yo creo que el espíritu santo es una figura
divina, rica en sabiduría.
-Muy bien, Cristina -
metió sus manos en los bolsillos de su pantalón azul oscuro muy desgastado -
¿Tú crees en dios?
-¿Yo?
-¡No! ¡El cacique
Guacaipuro, Mijita!
-Eh... - dudó - sí
-Eso no se duda, hija, no
sea brutica.
La
campana sonó.
-Bueno, muchachos, mañana
es el examen final de nuestra materia, ya saben, matemáticas, y de nuevo le
repito que dios está en todas partes y por eso es que también está en nuestras
clases numéricas - sonrió como si hubiese dicho un gran chiste - Los
espero mañana temprano después del recreo, y estudien, para no llevarlos a
reparación.
Las calles de una ciudad venezolana se
tiñeron de colores escolares, como siempre en la hora del almuerzo. Algunos se
iban a sus casas, otros se iban a reunirse con sus amigos y otros tenían
asuntos que atender.
Gonzalo fue uno de los que tenían asuntos
que atender; él tenía la experiencia, el recorrido de los 5 años de
bachillerato sobre sus hombros masculinos; él ya sabía que el profesor Mentado
los iba a clavar, eso era inminente, por eso no estudió con Ricardo y Esteban. Perder el tiempo no estaba en sus planes.
La parejita del salón estaba ansiosa, pues
la casa de Carla estaba sola aquella tarde; Julián era del tipo de muchacho
bobo que no insistía mucho, pero igual no hubiese tenido que insistir porque
Carla sentía un calor incontrolable entre sus piernas. Así planeaban pasar la
tarde ignorando el examen del profesor Mentado, pues ellos ya también sabían
que el examen estaría imposible de pasar. Perder
el tiempo no estaba en sus planes.
Cristina y Ana fueron a pasear por el
parque del este, eso hacían cuando no tenían nada mejor que hacer, de todas
formas la mañana del día siguiente estaba escrita, ellas dos creían en el
destino, eso y Ana tenía que confesarle a Cristina que había conocido a un
muchacho muy apuesto el fin de semana anterior. ¿Cuestionar su sexualidad? Un
drama. Perder el tiempo no estaba en sus
planes.
María, Estefanía, Carolina y Samantha,
hicieron lo que muchos, se reunieron en casa de un amigo, Felipe Guanches, un
malandrín de esos que buscan carajitas de colegio para sentirse más hombres –
un pobre perdedor – Carolina estaba muy decidida, ese muchacho mayor sería
suyo, si hubiese sabido en lo que pensaban sus amigas, esas aves de carroña
esperaban el desenlace de esa historia para luego abalanzarse sobre la presa. ¿Pensaban en el examen de
matemáticas? En lo personal creo que cierta parte de sus cuerpos no las dejaba
pensar con claridad.
Oswaldo hizo lo que ninguno de sus
compañeros; fue a casa, claro que ésta estaba vacía, lo que le supuso una breve
distracción, ¡vaya muchacho! Pero dentro de lo que cabe se esforzó, él quería
entrar en la universidad, a pesar de ya haber descubierto que el sistema tendía
trampas, era corrupto, sucio. Las tetas
de Savara Whitelung le ayudaban a sobrellevar esa frustración. ¿Para qué
esforzarse si ya todo estaba escrito? El profesor Argenis Mentado era una rata
vil. Los iba a raspar, pero estudiar era lo justo, eso era lo correcto, eso era
lo que debía hacer. Lo hizo.
Cuando la mañana siguiente
llegó, el trío de futbolistas estaba reunido en una esquina del patio, las
lesbianas se retocaban el maquillaje en el baño de las chicas, la parejita se
comía a besos en el salón de 4to año que siempre se quedaba despejado a esas
horas y las cuatro amigas hablaban acerca de sus siguientes parejas, porque ya
le tenían puestos los ojos a unos muchachos del club – Y a Felipe, que trucos
no estarían dispuestas a enseñarle, les temblaban las piernitas-. Oswaldo
estaba estudiando cerca del final del patio y no pudo evitar escuchar una
conversación.
- ¿La tienes? - le preguntaba Ricardo a
Gonzalo
- Pues,
claro, pendejo
- ¿Cuando se la vamos a dar? - preguntó Esteban
- Antes de comenzar el examen - comentó
Gonzalo
- ¿Será eso suficiente? - dudó Esteban
- Eso fue lo que me pidió - Gonzalo se
encogió de hombros – Ahora toca esperar a ver si pasamos hoy o luego.
Ricardo y Esteban habían chocado contra algunos
ejercicios del libro de Hoffmann, como
les había dicho Gonzalo, no tenía caso estudiar, pues ningún dios en el que
pudieran creer los iba a ayudar a pasar ese examen.
Oswaldo ya sabía lo que estaba pasando. Se
alejó y se topó con Cristina y Ana, quienes salían del baño de las mujeres, muy
bien maquilladas por cierto. Pudo escuchar un par de cosas.
- ¿De verdad vamos a hacer
eso? – Preguntó Ana
- Sí, ya la compré, es la
última materia que nos falta, ¿o quieres raspar la materia? – le respondió Cristina
Ambas le sonrieron a Oswaldo, el solitario
del salón. Él ya sabía lo que pasaba. Siguió caminando.
Por cuestiones de distribución de las
aulas, pasar cerca del salón de 4to año era inevitable, y la tentación de mirar
hacia dentro era muy grande; algunos ruidos de esos que él tantas veces había
escuchado salir de su computadora lo invitaban. Lo que vio era parecido a lo
que esperaba ver, digamos que así se había imaginado los senos de Carla en sus
ratos de ocio, no se veían mal, pero no debía quedarse mirando, eso no estaba
bien. Se alejó y siguió caminando, era evidente que a ellos poco les importaba
el examen del profesor Mentado.
¿Saben? Ese es nuestro sistema, y esta es
nuestra verdad, mentes en formación están
siendo deformadas todos los días, quizás hasta nos ha pasado y no nos damos
cuenta; Oswaldo sí se dio cuenta. ¿Cómo
es posible que para repetir un grado un alumno de bachillerato tenga derecho a
diez mil repeticiones? Esa es la razón de nuestros bachilleres mediocres, porque
el colegio no pasa por ellos, ellos solamente pasan por el colegio y calientan
sus pupitres.
El timbre sonó al tiempo que Oswaldo
estaba llegando al marco de la puerta del salón de matemáticas, allí estaban
María, Etefanía, Carolina y Samantha, debo agregar que ellas siempre eran las
últimas en llegar a clases, y que quizás la única fórmula que conocían era esa
que muchos se toman a chiste, dos idiotas haciendo el amor es igual a un
embarazo - Carolina ya había pasado por un aborto - y esa es nuestra verdad,
esa es la pobreza, esa es la miseria de una sociedad que no funciona. Hogares
rotos, muchos de ellos. Piernas abiertas,
que no se cierran.
Oswaldo temía que lo que él pensaba fuese
una verdad, prefería pensar que no; él tampoco era un santo, si abren su gaveta
del cuarto verán algunas de sus revistas favoritas. Pervertido.
El examen comenzó catorce minutos después.
Pasó una hora. La parejita se veía
acalorada, ciertamente no tenían cabeza para afrontar el examen; los futbolistas
tampoco, parecían cavernícolas luchando contra una bestia. Ellos cinco
entregaron primero.
Quince minutos después cayeron Cristina y
Ana, eso se veía venir, se pasaron todo el examen mirando los enunciados,
cualquiera hubiese pensado que no sabían hablar o leer en el idioma español.
Las señoritas María y Carolina fueron las
primeras en entregar de su grupo, creo que las destrozaron con la simple
pregunta uno, pobrecitas, luego sus dos amigas cayeron derrotadas también.
Oswaldo luchó durante dos horas, se pasó
los primeros quince minutos tratando de sacarse imágenes lascivas de su cabeza
propensa a distraerse, pero cuando lo consiguió se enfocó en la parte sencilla
del examen, la resolvió y luego continuó con lo difícil. Fueron dos horas de agonía.
El profesor Mentado los bombardeó con
polinomios, radicación, ecuaciones de segundo grado con una incógnita,
sumatorias, inecuaciones y otras vergas, un examen para dejarlos knocked-out a todos, menos mal que no
quería llevarlos a reparación. Creo que si alguien lamentó más ese examen fue
su mamá, porque los doce estudiantes le mentaron
la madre mentalmente.
Fueron
dos horas de agonía en lo que pudiese haber sido el último día de clases si
pasaban matemáticas, pero no, nadie pasó el examen, la mejor nota fue un 08 de
Oswaldo, el pobre muchacho no pudo; no vale la pena mencionar las demás notas.
-Dan pena, jóvenes - les
dijo el profesor Mentado después de corregir los exámenes rápidamente
- ¿ustedes creen en dios?
Todos respondieron que sí al
unísono.
-Entonces pónganse a
rezar porque el examen de reparación va a estar candela, van a quedar viendo
números por días - soltó una enorme carcajada - hasta la próxima semana
Muchas cosas sucedieron durante esos días,
cosas que como todo lo que es malo, se esparcieron a muchos oídos, incluidos
los de Oswaldo, el solitario, ni una paja se hizo en siete días de tanto que
estudió.
Oswaldo no supo cómo pasó, ni cuando pasó,
ni de quién fue la idea, pero lo que sí sabía era que ese profesor Mentado se
traía algo entre manos, esa calva brillante se había maquinado una movida
maestra, poco silenciosa, pero sutil como cada una de las movidas que son tan obvias que nadie las ve. ¿De dónde salen esos
hombres como Argenis Mentado? ¿Llevarlos a reparación fue parte de su plan?
¿Necesitaba tiempo para conseguir lo que quería?
El clima era tenso, pero alegre, algo
había sucedido y Oswaldo creía saber qué, era una fiesta silenciosa, una
celebración odiosa la que tenían sus once compañeros, ¿era eso justo? Once mentes en formación volverían a
quedarse vacías, once jóvenes continuarían su camino sin haber cumplido con
las exigencias que aparecen en el papel, porque es muy diferente lo que aparece
en los planes de estudio, es muy diferente la amistad que tenían Mentado y el
coordinador académico, el sistema no
funciona, señores.
Todo
sucedió durante la entrega de los exámenes de reparación. Oswaldo se lo dijo bien claro al profesor Argenis Mentado. No se
pudo aguantar.
-Muchachos, ustedes sí
creen en dios, puro 16 y 18, me reventaron ese examen, aunque admito que estaba
mantequilla, me ganaron una, me ganaron, muchachos, felicitaciones.
Todos sonrieron de manera cómplice.
-Ya son bachilleres, mis
hijos de dios, pero no se alejen del camino que Jesús nos dibujó,
apéguense al estudio y solo así conocerán la verdad - les aconsejó
Todos permanecieron en silencio.
Una voz lo rompió.
-Oiga, profesor - era la
voz de Oswaldo
-¡Oh! eres tú, oswaldito,
es que nunca hablas
-¿Usted cree en dios?
-¿Qué clase de pregunta es
esa? - se mostró muy ofendido - no se ponga a jugar conmigo, muchacho
-Respóndame
-Claro que creo en dios,
muchachito necio, por eso fuiste el peor de la clase
-Mi doce fue mío, y nunca
será mejor que un 16 o un 18 comprado
Todos lo miraron con rabia.
-¿Qué dices? - El profesor
Mentado lo miró fijamente, como analizando cada pequeña línea de expresión de
su cara inocente
-Yo solo digo que mi doce
es una nota honesta, señor
-¿Y las demás qué son?
-Eso lo debería saber
usted
-Y claro que lo sé,
carajito abusador... - Oswaldo lo interrumpió
-¿Dios se acuesta con
menores de edad?
Un silencio sorpresivo se adueñó del
interior del aula.
-Ahora sí que me has
ofendido, ¡carajito de mierda! – Exclamó el profesor Argenis Mentado muy
molesto
-¿usted cree en dios? –
volvió a preguntar muy tranquilamente Oswaldo
El profesor Mentado marchó a paso firme
hacia el puesto de Oswaldo.
-¿Dios acepta botellas de
whisky para pasarle materias a sus alumnos? – Dijo cínicamente el muchacho solitario
El profesor Mentado llegó al puesto de
Oswaldo.
-Señor...- Se miraron
fijamente - Usted es un mentiroso, usted no cree en dios; usted, señor, fomenta
la mediocridad. Usted es una mierda.
Y así el sistema había sido
desenmascarado, el profesor Mentado era una figura más, un corrupto más, un
agente destructivo de esos que como parásitos invaden un cuerpo, un aula en
este caso, infectando a lo más preciado que tiene una sociedad, sus jóvenes. Doce mentes en formación estuvieron bajo
su tutela, ¿Qué aprendieron?
En
un deseo profundo, Oswaldo deseó que las botellitas que le habían regalado los futbolistas, las lesbianas y la parejita del salón al profe, le dieran diarrea
y que las cuatro putitas le
hubiesen contagiado gonorrea a ese hombre sucio que se escondía detrás de las
palabras sagradas que recogía de uno de los libros más importantes del mundo,
no hace falta decir cuál es.
"Las botellas de
whisky deberían ser más caras, así pasar de año escolar se haría más difícil
para algunos estudiantes".