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La vida está en el camino.

jueves, 14 de marzo de 2013

Mentes en Formación

Así como cuando un suspiro se traslada de una boca femenina hasta la ventana más cercana, de esa manera entraba la brisa aquella mañana al salón de clases; unos doce jóvenes ocupaban los pupitres, doce mentes en formación; el profesor Argenis Mentado se paseaba de un lado al otro del pizarrón, exclamando citas bíblicas, diciendo cualquier cantidad de cosas que no venían al caso. A él le encantaban las audiencias grandes, pero no le quedaba de otra, le tocaba conformarse con esos doce muchachos; allí estaban ellos, doce mentes en formación

Ricardo, Gonzalo y Esteban habían sido amigos desde que ingresaron como nuevos a la escuela a principios del bachillerato, eran tres jóvenes promesas del fútbol, cada uno era vital en el esquema del profe Huertas - el entrenador - y él se los hacía saber siempre con orgullo "- ustedes son mis muchachos, cómo los voy a extrañar -" quizás se sentía triste porque la nueva generación carecía de talento.

María, Estefanía, Carolina y Samantha eran como hermanas desde hacía ya dos años escolares, todo lo compartían, hasta los novios, la última víctima había sido un muchacho universitario llamado José Elías, un guevón de esos a los que las mujeres utilizan como juguetes; a él le dio igual pues se terminó cogiendo a las cuatro. Vaya pendejo, ¿acaso no sabe de todas las enfermedades que tienen su nido entre las piernas de muchachitas como esas?

 Carla y Julián eran novios, ya tenían 4 meses de relación, a ella siempre le gustó él y bueno, cuando él se separó de una chiquita de tercer año le quedó el camino libre, hacían una bonita pareja joven, sobre todo porque los dos eran muy aplicados y habían sido admitidos en una de las universidades más importantes de Venezuela - el nombre me lo reservo – era una lástima su descuido en la cátedra de matemáticas.

Cristina y Ana eran lesbianas, pero eso no las hacía pareja, cuentan entre pasillos que alguna vez lo fueron, pero que al darse cuenta de que funcionaban más como amigas decidieron permanecer así. 

Oswaldo era un solitario, le gustaban los jueguitos de computadoras y ver pornografía cuando no había nadie en su casa - cosa que pasaba muy a menudo - él no valoraba a ninguno de sus compañeros de clase, y de allí es de donde nace este relato, pues ese muchacho se dio cuenta de algo que muchos dejan pasar, el sistema educativo nacional es una mierda.


- …Y porque dijo Cristo una vez mientras los romanos hijos de puta lo clavaban a una cruz... - decía el profesor Mentado
- Menos mal que es el penúltimo día de clases - aprovechaba Gonzalo para comentarle a sus compañeros en voz baja
-Sí, nuestro último día de colegio es mañana - respondía Ricardo un poco desanimado
- Cuando comience la universidad nos vamos a arrepentir - Agregaba Esteban
- ¡Muchacho gafo! - Bramó Gonzalo - si lo que se viene es tremendo año sabático 
- ¡Ajá! Gonzalo, el número diez...- el profesor Mentado siempre hacía alusión al número de su camiseta - le apuesto a que no está prestando atención a las palabras del señor

Todos los alumnos lo miraron.

-Yo, eh...
-Señor número diez, ¿nos haría el honor de pasar al frente y comentarnos acerca del espíritu santo?
-Eh...
-Eso supuse, usted es un burro, un animal que mete goles, si no fuese por eso ya ni estaría acá 

Por eso y por los incontables sobornos a profesores que había hecho durante su carrera escolar, Mentado no se equivocaba, en efecto, el señor Gonzalo formaba parte de la nueva generación basura, esa que no conoce el respeto y que por eso no respeta aquellas cosas que simplemente deben ser respetadas, no conoce ni el valor ni la importancia de la sabiduría, de la buena educación, ¿y cómo culparlo? a él nadie lo enseñó.

Solo unos cuantos se salvan, y tienen la suerte de una buena instrucción. ¿Eres uno de esos?

-Ya que el señor Gonzalo "diez" - hizo señas de comillas con sus dedos - ignora la grandeza del omnipresente y magnifico espíritu de los altos cielos, voy a darle la oportunidad de explicarnos todo a la parejita del salón - señaló con su dedo huesudo a Carla y a Julián
-Eh, bueno... - Carla no podía hablar por la sorpresa
-¡Ah! pero claro, si andan besuqueándose mientras yo hablo  
-No, qué va, profe, sí estábamos prestando atención - le refutó Julián
- Conque sí, ¿eh? Explíquemelo entonces, jovencito

Julián se levanto de su asiento.

-Bueno, señor, el espíritu santo es conciencia y sabiduría, es casi tangible, a pesar de no ser real... - uh, se equivocó al decir eso
-¿No es real? - los ojos casi se le explotan al profesor Mentado - Usted es aún más burro que el chico "diez", vaya a sentarse carajo - se cubrió la cara con la palma de su mano - Oiga, Cristina, usted sí sabe, pase al frente

Cristina miró a Ana y caminó al frente del salón.

-Este...- cruzó las piernas - yo... - miró al profesor - Yo creo que el espíritu santo es una figura divina, rica en sabiduría.
-Muy bien, Cristina - metió sus manos en los bolsillos de su pantalón azul oscuro muy desgastado - ¿Tú crees en dios?
-¿Yo?
-¡No! ¡El cacique Guacaipuro, Mijita!
-Eh... - dudó - sí
-Eso no se duda, hija, no sea brutica.

La campana sonó.

-Bueno, muchachos, mañana es el examen final de nuestra materia, ya saben, matemáticas, y de nuevo le repito que dios está en todas partes y por eso es que también está en nuestras clases numéricas - sonrió como si hubiese dicho un gran chiste - Los espero mañana temprano después del recreo, y estudien, para no llevarlos a reparación.


Las calles de una ciudad venezolana se tiñeron de colores escolares, como siempre en la hora del almuerzo. Algunos se iban a sus casas, otros se iban a reunirse con sus amigos y otros tenían asuntos que atender. 

Gonzalo fue uno de los que tenían asuntos que atender; él tenía la experiencia, el recorrido de los 5 años de bachillerato sobre sus hombros masculinos; él ya sabía que el profesor Mentado los iba a clavar, eso era inminente, por eso no estudió con Ricardo y Esteban. Perder el tiempo no estaba en sus planes.

La parejita del salón estaba ansiosa, pues la casa de Carla estaba sola aquella tarde; Julián era del tipo de muchacho bobo que no insistía mucho, pero igual no hubiese tenido que insistir porque Carla sentía un calor incontrolable entre sus piernas. Así planeaban pasar la tarde ignorando el examen del profesor Mentado, pues ellos ya también sabían que el examen estaría imposible de pasar. Perder el tiempo no estaba en sus planes.

Cristina y Ana fueron a pasear por el parque del este, eso hacían cuando no tenían nada mejor que hacer, de todas formas la mañana del día siguiente estaba escrita, ellas dos creían en el destino, eso y Ana tenía que confesarle a Cristina que había conocido a un muchacho muy apuesto el fin de semana anterior. ¿Cuestionar su sexualidad? Un drama. Perder el tiempo no estaba en sus planes.

María, Estefanía, Carolina y Samantha, hicieron lo que muchos, se reunieron en casa de un amigo, Felipe Guanches, un malandrín de esos que buscan carajitas de colegio para sentirse más hombres – un pobre perdedor – Carolina estaba muy decidida, ese muchacho mayor sería suyo, si hubiese sabido en lo que pensaban sus amigas, esas aves de carroña esperaban el desenlace de esa historia para luego abalanzarse  sobre la presa. ¿Pensaban en el examen de matemáticas? En lo personal creo que cierta parte de sus cuerpos no las dejaba pensar con claridad.

Oswaldo hizo lo que ninguno de sus compañeros; fue a casa, claro que ésta estaba vacía, lo que le supuso una breve distracción, ¡vaya muchacho! Pero dentro de lo que cabe se esforzó, él quería entrar en la universidad, a pesar de ya haber descubierto que el sistema tendía trampas, era corrupto, sucio. Las tetas de Savara Whitelung le ayudaban a sobrellevar esa frustración. ¿Para qué esforzarse si ya todo estaba escrito? El profesor Argenis Mentado era una rata vil. Los iba a raspar, pero estudiar era lo justo, eso era lo correcto, eso era lo que debía hacer. Lo hizo.


Cuando la mañana siguiente llegó, el trío de futbolistas estaba reunido en una esquina del patio, las lesbianas se retocaban el maquillaje en el baño de las chicas, la parejita se comía a besos en el salón de 4to año que siempre se quedaba despejado a esas horas y las cuatro amigas hablaban acerca de sus siguientes parejas, porque ya le tenían puestos los ojos a unos muchachos del club – Y a Felipe, que trucos no estarían dispuestas a enseñarle, les temblaban las piernitas-. Oswaldo estaba estudiando cerca del final del patio y no pudo evitar escuchar una conversación.

 - ¿La tienes? - le preguntaba Ricardo a Gonzalo
 -  Pues, claro, pendejo
 - ¿Cuando se la vamos a dar? - preguntó Esteban
 - Antes de comenzar el examen - comentó Gonzalo
 - ¿Será eso suficiente? - dudó Esteban
 - Eso fue lo que me pidió - Gonzalo  se encogió de hombros – Ahora toca esperar a ver si pasamos hoy o luego.

Ricardo y Esteban habían chocado contra algunos ejercicios del libro de Hoffmann, como les había dicho Gonzalo, no tenía caso estudiar, pues ningún dios en el que pudieran creer los iba a ayudar a pasar ese examen.

Oswaldo ya sabía lo que estaba pasando. Se alejó y se topó con Cristina y Ana, quienes salían del baño de las mujeres, muy bien maquilladas por cierto. Pudo escuchar un par de cosas.

- ¿De verdad vamos a hacer eso? – Preguntó Ana
- Sí, ya la compré, es la última materia que nos falta, ¿o quieres raspar la materia? – le respondió Cristina

Ambas le sonrieron a Oswaldo, el solitario del salón. Él ya sabía lo que pasaba. Siguió caminando.

Por cuestiones de distribución de las aulas, pasar cerca del salón de 4to año era inevitable, y la tentación de mirar hacia dentro era muy grande; algunos ruidos de esos que él tantas veces había escuchado salir de su computadora lo invitaban. Lo que vio era parecido a lo que esperaba ver, digamos que así se había imaginado los senos de Carla en sus ratos de ocio, no se veían mal, pero no debía quedarse mirando, eso no estaba bien. Se alejó y siguió caminando, era evidente que a ellos poco les importaba el examen del profesor Mentado.

¿Saben? Ese es nuestro sistema, y esta es nuestra verdad, mentes en formación están siendo deformadas todos los días, quizás hasta nos ha pasado y no nos damos cuenta; Oswaldo sí se dio cuenta. ¿Cómo es posible que para repetir un grado un alumno de bachillerato tenga derecho a diez mil repeticiones? Esa es la razón de nuestros bachilleres mediocres, porque el colegio no pasa por ellos, ellos solamente pasan por el colegio y calientan sus pupitres.

El timbre sonó al tiempo que Oswaldo estaba llegando al marco de la puerta del salón de matemáticas, allí estaban María, Etefanía, Carolina y Samantha, debo agregar que ellas siempre eran las últimas en llegar a clases, y que quizás la única fórmula que conocían era esa que muchos se toman a chiste, dos idiotas haciendo el amor es igual a un embarazo - Carolina ya había pasado por un aborto - y esa es nuestra verdad, esa es la pobreza, esa es la miseria de una sociedad que no funciona. Hogares rotos, muchos de ellos. Piernas abiertas, que no se cierran.

Oswaldo temía que lo que él pensaba fuese una verdad, prefería pensar que no; él tampoco era un santo, si abren su gaveta del cuarto verán algunas de sus revistas favoritas. Pervertido.

El examen comenzó catorce minutos después.

Pasó una hora. La parejita se veía acalorada, ciertamente no tenían cabeza para afrontar el examen; los futbolistas tampoco, parecían cavernícolas luchando contra una bestia. Ellos cinco entregaron primero.

Quince minutos después cayeron Cristina y Ana, eso se veía venir, se pasaron todo el examen mirando los enunciados, cualquiera hubiese pensado que no sabían hablar o leer en el idioma español.

Las señoritas María y Carolina fueron las primeras en entregar de su grupo, creo que las destrozaron con la simple pregunta uno, pobrecitas, luego sus dos amigas cayeron derrotadas también.

Oswaldo luchó durante dos horas, se pasó los primeros quince minutos tratando de sacarse imágenes lascivas de su cabeza propensa a distraerse, pero cuando lo consiguió se enfocó en la parte sencilla del examen, la resolvió y luego continuó con lo difícil. Fueron dos horas de agonía.

El profesor Mentado los bombardeó con polinomios, radicación, ecuaciones de segundo grado con una incógnita, sumatorias, inecuaciones y otras vergas, un examen para dejarlos knocked-out a todos, menos mal que no quería llevarlos a reparación. Creo que si alguien lamentó más ese examen fue su mamá, porque los doce estudiantes le mentaron la madre mentalmente.

Fueron dos horas de agonía en lo que pudiese haber sido el último día de clases si pasaban matemáticas, pero no, nadie pasó el examen, la mejor nota fue un 08 de Oswaldo, el pobre muchacho no pudo; no vale la pena mencionar las demás notas.

-Dan pena, jóvenes - les dijo el profesor Mentado después de corregir los exámenes rápidamente - ¿ustedes creen en dios?

Todos respondieron que sí al unísono. 

-Entonces pónganse a rezar porque el examen de reparación va a estar candela, van a quedar viendo números por días - soltó una enorme carcajada - hasta la próxima semana 

Muchas cosas sucedieron durante esos días, cosas que como todo lo que es malo, se esparcieron a muchos oídos, incluidos los de Oswaldo, el solitario, ni una paja se hizo en siete días de tanto que estudió.

Oswaldo no supo cómo pasó, ni cuando pasó, ni de quién fue la idea, pero lo que sí sabía era que ese profesor Mentado se traía algo entre manos, esa calva brillante se había maquinado una movida maestra, poco silenciosa, pero sutil como cada una de las movidas que son tan obvias que nadie las ve. ¿De dónde salen esos hombres como Argenis Mentado? ¿Llevarlos a reparación fue parte de su plan? ¿Necesitaba tiempo para conseguir lo que quería?

El clima era tenso, pero alegre, algo había sucedido y Oswaldo creía saber qué, era una fiesta silenciosa, una celebración odiosa la que tenían sus once compañeros, ¿era eso justo? Once mentes en formación volverían a quedarse vacías, once jóvenes continuarían su camino sin haber cumplido con las exigencias que aparecen en el papel, porque es muy diferente lo que aparece en los planes de estudio, es muy diferente la amistad que tenían Mentado y el coordinador académico, el sistema no funciona, señores.


Todo sucedió durante la entrega de los exámenes de reparación. Oswaldo se lo dijo bien claro al profesor Argenis Mentado. No se pudo aguantar.

-Muchachos, ustedes sí creen en dios, puro 16 y 18, me reventaron ese examen, aunque admito que estaba mantequilla, me ganaron una, me ganaron, muchachos, felicitaciones.

Todos sonrieron de manera  cómplice.

-Ya son bachilleres, mis hijos de dios, pero no se alejen del camino que Jesús nos dibujó, apéguense al estudio y solo así conocerán la verdad - les aconsejó

Todos permanecieron en silencio. 

Una voz lo rompió.

-Oiga, profesor - era la voz de Oswaldo
-¡Oh! eres tú, oswaldito, es que nunca hablas
-¿Usted cree en dios?
-¿Qué clase de pregunta es esa? - se mostró muy ofendido - no se ponga a jugar conmigo, muchacho
-Respóndame
-Claro que creo en dios, muchachito necio, por eso fuiste el peor de la clase
-Mi doce fue mío, y nunca será mejor que un 16 o un 18 comprado

Todos lo miraron con rabia.

-¿Qué dices? - El profesor Mentado lo miró fijamente, como analizando cada pequeña línea de expresión de su cara inocente
-Yo solo digo que mi doce es una nota honesta, señor
-¿Y las demás qué son?
-Eso lo debería saber usted
-Y claro que lo sé, carajito abusador... - Oswaldo lo interrumpió
-¿Dios se acuesta con menores de edad? 

Un silencio sorpresivo se adueñó del interior del aula.

-Ahora sí que me has ofendido, ¡carajito de mierda! – Exclamó el profesor Argenis Mentado muy molesto
-¿usted cree en dios? – volvió a preguntar muy tranquilamente Oswaldo

El profesor Mentado marchó a paso firme hacia el puesto de Oswaldo.

-¿Dios acepta botellas de whisky para pasarle materias a sus alumnos? – Dijo cínicamente el muchacho solitario

El profesor Mentado llegó al puesto de Oswaldo.

-Señor...- Se miraron fijamente - Usted es un mentiroso, usted no cree en dios; usted, señor, fomenta la mediocridad. Usted es una mierda.

Y así el sistema había sido desenmascarado, el profesor Mentado era una figura más, un corrupto más, un agente destructivo de esos que como parásitos invaden un cuerpo, un aula en este caso, infectando a lo más preciado que tiene una sociedad, sus jóvenes. Doce mentes en formación estuvieron bajo su tutela, ¿Qué aprendieron?

En un deseo profundo, Oswaldo deseó que las botellitas que le habían regalado los futbolistas, las lesbianas y la parejita del salón al profe, le dieran diarrea y que las cuatro putitas le hubiesen contagiado gonorrea a ese hombre sucio que se escondía detrás de las palabras sagradas que recogía de uno de los libros más importantes del mundo, no hace falta decir cuál es.


"Las botellas de whisky deberían ser más caras, así pasar de año escolar se haría más difícil para algunos estudiantes".

“En un acto de valentía todos debemos afrontar aquellos problemas que consideramos importantes, pero primero ¿qué es realmente importante para ti?”

L.F. Arias


Una Tarde en el Bachillerato (como 6 años han pasado)