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La vida está en el camino.

lunes, 4 de febrero de 2013

Él ya Tenía Todo lo que Necesitaba

El clima de febrero le permitía ponerse abrigos largos para ir a trabajar, zapatos deportivos desentonaban su look de oficina, ¡Pero si ya es viernes de nuevo! no importará demasiado eso. Una taza de café acompañó su desayuno, veloz como rayo no dejó nada en el plato. Sonrió, tenía el estómago lleno.

El clima de febrero le alegraba la caminata al subterráneo, sus pisadas no se sentían, esos zapatos deportivos le acariciaban las plantas de los pies; era poesía, era respirar profundo y aguantar el aire por diversión, eran campanas de fondo mientras él pisaba hojas caídas de los árboles, era.... eran tantas cosas en una, era amor; estaba pensando en ella.

El sabor de sus labios le endulzaba los pensamientos, y el imaginar su tacto le erizaba la piel; un suspiro, eso era, era reposar bajo la sombra de un árbol; dulce y delicada situación, sutil, y suave como las sábanas color lavanda y con aromas florales de la habitación de ella; una gota de agua tibia resbalando por su espalda. Una caricia en la parte trasera del cuello; era ella la que le permitía caminar con tan majestuosa soltura, y en un abrir y cerrar de ojos llegó a la oficina.

Puertas de cristal que se abrían sin hacer el más leve sonido para dejar ver el interior del lobby del edificio, remodelado hacía semanas atrás, ¡qué buen trabajo!, algunas pinturas modernas decoraban la estancia, floreros y estatuas. La chica del puesto de "información" le sonreía a los visitantes, en especial a él, un hombre de esos que atraen miradas, uno de esos que aparecen en conversaciones de mujeres solteras un poco tomadas. Un tipo al que muchas en ese edificio habían intentado atrapar.

A paso firme atravesaba el lugar para colarse en el ascensor; vaya iluso si creyó haber pasado desapercibido.

Un escote salvaje resaltaba sobre los demás juguetes que tenía aquella mujer, alta y estilizada, puta como ninguna, pero era la jefa; ese olor a perfume francés inundaba los sentidos de todos los visitantes de su oficina, al menos 16 personas iban para allá cada día, a veces con excusas baratas que les permitieran echarle un ojito a la mandamás, a veces sin excusas.

Él casi corrió hasta su escritorio, limpio y ordenado, como todas sus cosas; escapar de la regalada de la planta baja le suponía todo un triunfo, y era por eso que aquellos rumores se esparcían como la gripe porcina. Medio edificio consideraba que él, un hombre enamorado, era tremendo maricón. 

¿Es acaso una sentencia de muerte el no acostarse con cualquier cosa que se mueva y deje ver sus piernas gracias a una falda corta?

¿Era él un marico por no aprovecharse de la calentura que le inspiraba a esas mujeres de su oficina?

 En caso de ser ciertos los rumores, ¿el ser homosexual es algo negativo?

La realidad era que él se tapaba los oídos y seguía con su vida. Dejó su abrigo largo a un lado y se levantó para buscar un vasito con agua; fue allí cuando nació esta historia, justo cuando esas uñas largas  y rojas lo tomaron por el hombro, el aroma francés lo mareó, y ya tenía una cita con la mujer que más veces había intentado tenerlo entre sus piernas.

Suspiró. 

Sus pisadas no resonaban por el pasillo de camino a su oficina, y si lo hubiesen hecho no habrían sido escuchadas gracias al sonido de los tacones de la mandamás del lugar, ¡vaya manera de caminar sobre tacones!, realmente lamentable. Para sacarse el aroma francés de la cabeza inhaló fuerte y profundo y allí estaba, ella de nuevo, delicada como muñequita de porcelana, con su sonrisa dominguera, de esas que no se fingen, de esas que parecen no agotarse aún cuando el sol se va a dormir. Allí estaba la calidez de sus pechos, y el esplendor de la parte baja de su abdomen. Allí se quedó aun después de exhalar; eran tantas cosas juntas, como la humedad de un día de playa o el placer de jugar a las luchas sobre la arena; ella era el flotar de un ave que deja de aletear por un momento y una flor brillante bajo la lluvia.

Ella era la primavera, el otoño, el invierno y hasta el verano, caliente y mojado, como sudor sagrado que corre salvaje por los muslos de una mujer dócil; ella, solo ella, era un beso suave en el cuello, y una ducha tibia a las 11 de la noche. Ella era su almohada favorita y la única cosa en el mundo indispensable. Ella era sus mejillas rosadas y su lengua cuando probaba algo delicioso, era el placer, era amor, era... Era... No se encuentran palabras.

Los senos salvajes lo miraban, pero no duró mucho; él se dio media vuelta; escuchó acusaciones y berrinches, escuchó como lo llamaban de mil maneras diferentes, parecía un episodio difícil en algún lugar recóndito de la mente de un vagabundo desdichado.

-Ni ahorita, ni esta noche, ni ninguna -Le dijo cuando ella terminó

No hace falta decir más. Él ya tenía todo lo que necesitaba.


"...Ella era todo lo que él necesitaba...".

"Es la voluntad de un hombre, es eso que nos permite seguir fieles a nuestros valores".

"Respeto...".

L.F. Arias.

Para alguien que valora acciones como esas

3 comentarios:

  1. Buena historia lastima q me prohibieron comentar a mi manera, ya que YO soy muy diferente al personaje de esta historia.-
    Así que si tienen curiosidad de saber lo que hubiese publicado los espero en facebook.-
    P.D. Uhhh a la chica del puesto de información no la hubiese perdonado y a la jefa le hago el favorcito así consigo un aumento.

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  2. Respuestas
    1. Muchas gracias, Isis. Un fuerte abrazo, espero seguir leyendo una que otra respuesta de tu parte, amiga.

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